Ese es el número de subsaharianos que murieron el pasado jueves tras el naufragio de la zodiac que ocupaban. Un dato, una cifra que ya ni siquiera ha ocupado el espacio debido en los medios de comunicación nacionales. Las portadas eran para otras historias: Rajoy, la prima de riesgo, el rescate, las elecciones… Pero han muerto 14 sin papeles y Marruecos, el reino amigo y desarrollado, no ha querido aceptar a los rescatados, ni a los cadáveres, ni a los heridos… tan sólo admitió atender a un crítico al que permitió su desembarco. Esto sucedía el jueves y ayer viernes la inmigración volvía a azotar con su cara más trágica. Otro naufragio, más rescatados, nuevos cadáveres y Salvamento Marítimo esperando que Marruecos le permita entrar en sus aguas para poder iniciar una operación de búsqueda como Dios manda. O como Alá quisiera. Elijan. El hecho es que 24 horas después Marruecos seguía negando esa entrada y los supervivientes hablaban de decenas de desaparecidos: hombres y mujeres que podían estar vivos, esperando esa ayuda que nunca iba a llegar. Este es Marruecos. El mismo país que elogia la clase política, el mismo país al que se refiere el ministro de Asuntos Exteriores como desarrollado y humanitario, el mismo país que, miren ustedes, impide que naves españolas rescaten a seres humanos o dispara por la espalda a esos seres humanos que intentan saltar las vallas de Ceuta y Melilla.
Esta es la historia que está sucediendo a nuestro lado, la historia que también se debe conocer, sin miedos ni reparos. Podemos jugar a explotar el discurso hipócrita, ése que recomienda no meterse con el vecino porque nos está ayudando mucho parando las entradas masivas. Muy bien. Vamos a proteger al que incumple las normas comunitarias, los derechos humanos básicos para satisfacción propia. Genial. Quizá olvidemos que el cómplice tiene la misma carga delictiva que el autor. Y en este caso quien está impidiendo que se socorra a hombres y mujeres que lo único que hacen es escapar de sus países, convirtiéndose en víctimas de las mafias, es el mismo al que veneramos y aplaudimos porque hace que nuestra particular situación sea menos crítica.
Yo me quedo con la cifra: 14. Me quedo con lo que no estamos viendo pero nos imaginamos, me quedo con la complicidad del sistema, me quedo con el bochornoso panorama al que estamos asistiendo.
El mundo ideal que nos montamos alrededor con una corruptela permitida. La gran tumba del Estrecho sigue tragándose vidas, vidas de un África que tendrá su momento, que tendrá su día, que tendrá su despertar. Al igual que Europa tiene ya su derrumbe, su caída, su particular hundimiento. Y no me refiero al económico, hablo del moral. África llora, mientras Europa mira hacia otro lado. Veremos.