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Los 100 años del ceutí Manuel Alcalá

Vi una noticia muy interesante dentro del grupo que fundó nuestro amigo Justo Ruiz de Soldados Veteranos, donde presentaba la agradable novedad de que un hombre caballa por los cuatro costados, Manuel Alcalá Salto, había cumplido la muy respetable edad de 100 años. Mi llamada telefónica intentando que me diera el móvil de este personaje a nuestro amigo Justo fue inmediata. Tras hablar con Manuel este señor dio el ‘ok’ para poder entablar una conversación telefónica desde mi residencia veraniega en Benidorm con don Manuel.
Me presenté y le informé del objetivo de hacer un pequeño reportaje sobre su figura y vida para el decano de la prensa escrita caballa: El Faro de Ceuta.
Rápidamente empezó a hablar con una forma bastante aceptable quedándome asombrado por la lucidez tan buena que tenía mi entrevistado. Le dejé que me fuera guiando y me llevó por la Guerra Civil española donde sirvió durante dos años en automovilismo, estando destacado en la ciudad de Alcañiz, provincial de Teruel. Él pertenecía a un regimiento con más de mil vehículos que provenían de un batallón de Marruecos. El suyo era un Ford fabricado en Alemania. Su misión principal era la de transportar todo lo que se podía hacia el frente: desde víveres, hasta heridos. “Yo nunca tuve relación con los mismos pero sí que escuchaba a los pobres maldecir cada vez que se cogía un bache”.
Hay que tener en cuenta que los camiones no reunían condiciones para llevar heridos. Pero la urgencia de llevarlos a los hospitales era evidente y en la Guerra hay que primar con lo elemental. Y no hay otra pera para ser mordida.

"Participé en el frente del Ebro. Fueron años muy malos donde la escasez de conductores era evidente”

“Yo participé en el frente del Ebro. Fueron años muy malos donde la escasez de conductores era evidente y las personas que iban cayendo detenidas del bando republicano se libraban de ir a los campos de concentración por saber conducir, siendo enrolados a nuestro destacamento. Así podíamos llevar para adelante esta flota de camiones. Yo era el más joven de todos, tenía tan sólo por aquellos entonces diecinueve añitos, quién los pillara hoy. Teníamos que vivir dentro de nuestro vehículo. Comíamos allí y teníamos que tener el mismo en perfecto estado de funcionamiento. Tuve un accidente grave cuando iba con un convoy militar del teniente siendo transportado urgentemente hacia un hospital de Santander. Tuve heridas en la cara pero de poco interés. A los pocos días volví a estar activo. Fueron años muy malos”, explica en esta entrevista.

"Por el año 1942 viene a Ceuta y empecé a trabajar en la Imprenta Imperio, fundada por mi padre”

“Por el año 1942 me vine a Ceuta y empecé a trabajar en la Imprenta Imperio que fue fundada por mi padre pero que fue intervenida el 31 de enero de 1937 por la Falange, siendo devuelta en el año 1942 cuando regresé a Ceuta después de cumplir cuatro años de milicia, haciéndome cargo de ella. He estado trabajando en la misma durante ochenta años, que no es poco. Me casé con Ana que la pobre me dejó hace cinco años y ahora vivo con un hijo, Enrique. Tuvimos tres hijos: dos varones y una hembra. Tengo tres nietos y tres bisnietos”.
Su hijo Enrique recuerda una cosita: “Mi padre hacía pesca submarina y como aparece en la foto es como pescaba. Lo estuvo haciendo hasta bien entrado en los 60 años. Recuerdo dos anécdotas. Una, yo tendría doce años. Era frecuente que estuviera algo más de una hora en el agua. Ese día estábamos en Calamocarro. Como siempre el iba de allá para acá a una distancia que podía rondar los 300 o 400 m. de la orilla... y nosotros en la orilla. Lo curioso es que era frecuente que las mejores capturas las hacía a pocos metros de la orilla cuando volvía por el frío y el cansancio. Este día que recuerdo ocurrió lo mismo. Pescó un safio a menos de cuatro metros de la orilla. La imagen que tengo grabada en mi mente es estar yo de pie con los brazos extendidos sujetando con ambas manos la varilla del fusil dónde estaba enganchado el safio, un poco por debajo de su cabeza. Lo impactante es que este animal llegaba al suelo y todavía tenía unos 50 cm. arrastrando. No hace falta decir que no he vuelto a bañarme en esa playa... Ni en Benítez... En la Ribera y sin alejarme mucho”, comenta.
“La segunda anécdota creo recordar que fue en la playa de Restinga en Marruecos. Como siempre nosotros lo vigilábamos desde la orilla y de pronto vimos la aleta de un marrajo a poca distancia de él. Empezamos a gritar y a hacer gestos pero él no se enteraba. Ante nuestra insistencia decidió regresar y entonces fue cuando se enteró del marrajo. Afortunadamente no pasó nada y solo quedó en nuestro susto”.

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