Mi viaje a Melilla con motivo del acto del 75 aniversario de la fundación de este diario me ha servido para superar una de mis asignaturas pendientes. Como a tantos paisanos, visitar la hermana ciudad y viceversa creo que es toda una tentación. Durante casi tres días me ha sentido tan feliz en ella como en mi propia tierra. He disfrutado recorriendo sus rincones y compartiendo sentimientos comunes con sus habitantes. No me extraña que un ceutí de pura cepa como el caso de mi viejo amigo Ramón de la Cruz, el presidente de la Casa de Ceuta en esa ciudad, aquel que de calafate en la Almadraba se convirtió en suboficial de la Compañía de Mar - ¡como nos ha hermanado siempre tan entrañable institución castrense - , haya terminado por quedarse con su familia en Melilla llegado el final de su vida militar tras sus muchos años de destino en la misma.
En el transcurso de la presentación del acto del Hotel Puerto y ante unas 250 personas yo animaba a los gobernantes melillenses a estudiar la posibilidad de conseguir, conjuntamente con los de Ceuta, el establecimiento de una línea turística que, en verano, al menos una vez por semana, uniera a ambas ciudades, tal y como lo hacían más por necesidades militares que por otra cosa aquellos románticos vapores como el ‘V. Puchol’ o el ‘Ciudad de Ceuta’, vulgo ‘melilleros’. Una oportunidad que, aparte de enriquecer los paquetes turísticos existentes, permitiera también a ceutíes y melillenses conocer a la respectiva ciudad hermana. Así lo escribí también aquí hará ya unos tres años.
Melilla me ha sorprendido por detalles curiosos. La existencia, por ejemplo, de cuatro periódicos locales nada menos, en armónica y noble competencia como me refería el presidente de la Asociación de la Prensa. Medios que no dudaron en dar cabida en sus páginas al acto que celebrábamos. O con curiosidades domésticas como la venta de huevos frescos del campo en plena calle como aquí en mi infancia; de televisores sin TDT por menos de 50 euros cara a Marruecos; la pervivencia de elegantes establecimientos históricos como los que perdimos nosotros, o simplemente el caso de una ferretería al más puro y viejo estilo tradicional, en plena calle principal y atiborrada de género hasta la puerta, seguro encuentras lo que buscas.
En plena avenida principal sorprende al visitante la presencia de un monumento con motivos militares coronado con aquello de “Un Grande y Libre”, muy cerca, por cierto, del Casino Militar, entidad que allí sí que parece dar muestras de vida y actividad. Hablaba de ello con el general segundo jefe de la plaza quien me destacaba sus ‘Jueves Culturales’ en los que, organizados por la Comandancia General, cada semana interviene un conferenciante. Una entidad que se ha volcado de lleno en la promoción del turismo militar en estrecha colaboración con la Ciudad.
No es un secreto por aquí referir la tensión existente entre el Presidente y el Delegado. Como del mismo modo lo bien arropado que parece estar Imbroda por la ciudadanía. Un presidente que me refería su firme disposición a luchar hasta el límite junto a Vivas en las reivindicaciones que conjuntamente plantean ahora las dos ciudades. En Melilla parecen estar convencidos que, cara a mayo, el pescado electoral parece estar más que vendido. Claro que los hay quienes me apuntan la inquietud que ha despertado la reciente vuelta a Melilla del ex – alcalde Velázquez, una figura del carisma y personalidad de Vivas, una vez cumplida su inhabilitación por haber impedido una moción de censura en su contra.
Cómo no referir en esta apretada crónica viajera el placer que supone recrearse con la visualización de los edificios de la ciudad española que tras Barcelona ofrece más muestras modernistas y de art-decó. Y tristeza por el lamentable estado de conservación de la mayoría. Algo debería hacerse al respecto a menos que vengan firmas como Zara que ha dejado de auténtico lujo la artística fachada que albergara al Hotel Avenida, ahora convertida en una gran tienda de 1.500 metros cuadrados.
Sorpresa la nuestra cuando Diego Sastre y yo observamos como se quedaban completamente desiertas las calles al cierre de los comercios. En invierno no existe vida nocturna en Melilla. Y lo más negativo de la ciudad su limpieza. Un abismo comparada con la de Ceuta
Me he quedado sin espacio para hablar de las maravillas de Melilla la Vieja. Lo haré en otra ocasión porque me he prometido volver. Merece la pena.