En algunos aspectos, el panorama político me recuerda a aquella Bagdad despiezada en los planos de Estado Mayor en tres grandes círculos concéntricos de colores. La zona verde, en el corazón de las delimitaciones, era -como indicaba su denominación cromática- la más segura de la “intervenida/invadida” capital iraquí. Conocida como la zona “amiga”, era la misma en la que se ubicaban embajadas y núcleos residenciales de potentados y políticos influyentes. Extremadamente protegida, la Zona Verde constituía una suerte de oasis en medio de tanta muerte y pobreza… en definitiva, de tanta guerra. Salvo en contadísimas ocasiones, el área verde jamás hubo de padecer los disparos de morteros, las explosiones de los coches bomba o los violentos saqueos.
Las dos zonas restantes incrementaban su peligrosidad de forma exponencial, tanto que moverse por la roja era, pura y simplemente, el equivalente a morir bajo el fuego cruzado de bandas mafiosas, de soldados nerviosos, de agentes de seguridad con gatillo fácil o por el efecto de una mina anticarro olvidada por vaya usted a saber quién.
Evidentemente, las reuniones de alto nivel entre dignatarios y los acuerdos de vital importancia sólo se llevaban a cabo en la parcela verde, la zona segura. Fuera de esos kilómetros cuadrados altamente vigilados, todo era pura agresión.
Pues bien, el Gobierno de Rajoy demuestra tener una total querencia por las zonas verdes, unas ubicaciones en las que se sabe en territorio aliado y donde nada tiene que temer o, mejor aún, nada debe contar o aclarar. Fiel reflejo de lo expuesto son, sin duda alguna, las afirmaciones del Presidente del Gobierno de todos los españoles (o eso se le supone, al menos) en la sede de la patronal española. Ahí, un Rajoy parapetado entre los suyos ni vaciló, ni dudó en dejar claro lo que en otros foros menos “amables” no se atreve a decir: se van a tomar, en breve, medidas difíciles pero necesarias. Dicho de otra forma: lo más probable es que se suba el IVA (eso que tanto negaron), eliminen las deducciones por vivienda (esas que, juraron, jamás se retirarían bajo un Gobierno del PP) o bajen aún más los sueldos (extremo imposible de vislumbrar en la triunfal campaña electoral).
Resguardado por el calor que suelen darle a los que mandan las siglas CEOE, Rajoy tiró de manual para hacernos llegar un mensaje desde un lugar en el que no sólo jamás nadie le contradiría, sino que además le prestarían todo el cariño necesario para seguir dando vueltas de tuerca al ya casi fenecido Estado del Bienestar.
Es evidente, el Gobierno prefiere -a las pruebas me remito- las zonas verdes para sus duras e impopulares, a la par que inútiles, decisiones como una reforma laboral, por ejemplo, que no ha creado empleo sino todo lo contrario y la amnistía fiscal apenas si ha aportado algo.
Consecuentemente, nada de explicaciones en la sede parlamentaria y, menos aún la posibilidad de ofrecérselas a los ciudadanos mediante ruedas de prensa. Claro que, en este último caso, debemos entender que los periodistas podrían llegar incluso a atreverse a preguntar cualquier cosa y que los ciudadanos no estamos preparados para entender lo bien que nos viene que nos aprieten tanto, mientras que a otros se les facilita el camino; seamos comprensivos, es por nuestro bien.
Dicho de otra forma, mejor que se ponga una reunión de amigos como Dios manda y que se quiten todas las incomodidades de rendir cuentas.
Instalados en los cómodos búnkeres de la zona verde, los que gobiernan no piensan exponer nada de nada, ni contestar a preguntas como:
-¿Por qué tenemos que pagar los desmanes de la banca, sueldos millonarios incluidos?
-¿Por qué no quieren hablar de rescate cuando quien presta el dinero -Europa, en este caso- no habla de otra cosa que no sea rescate?
-¿Por qué no explican cómo siendo, ahora y según el Gobierno, más que positiva la intervención de la Unión en nuestra Economía, no se ha hecho antes? De ser así, nos hubiéramos ahorrado más de un “disgustillo” como las varias decenas de miles de millones de euros en intereses y algunos millones de parados.
Pero no, se ve que los que vivimos en la zona roja no damos la talla para tan exquisitas y sesudas reflexiones; por algo será que nos merecemos estar donde estamos. En esta parte del Sur del Edén, donde los gánsteres con corbata y nombre de banco no dudan en apretar el gatillo, disparar granadas o dejar potentes minas que acaban destrozándonos, las cosas están meridianamente claras: no se puede aspirar a otra cosa que no sea pagar los platos que rompen los de siempre, mientras aún tengamos para pagar, claro.
Ya lo dice mi mañica preferida, cuanto más te agachas, más se te ve el culo… y a algunos ya no nos queda ni eso.
A menos que tenga problemas con la interpretación cromática, convendrá conmigo en que ya va siendo hora de unificar colores y terminar con tanta impunidad, aunque, visto lo visto, o todos vivimos en la zona verde o todos somos daltónicos y no apreciamos las diferencias de tono. Lógicamente, aún queda todavía la opción de la inconsciencia absoluta y el entreguismo brutal y, vaya usted a saber por qué, puede que por mal que me pese, el pase a la final de España de la Eurocopa sea buena prueba de ello. Zonas Rojas/Zonas Verdes, mucho más que delimitaciones de guerra: la más cruda de las realidades.
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