He estado muchos años absteniéndome en las elecciones. Simplemente no creía en los partidos mayoritarios. En el año 1982 ganó las elecciones el Partido Socialista de Felipe González. Yo le voté. Consideraba que era necesario acabar con los restos de la dictadura franquista. Tuvo aciertos y fallos garrafales. Con el paso de los años, reconozco que el balance global de lo que hizo por el país fue positivo. Pero, en su momento me decepcionó. Como me decepcionaron muchos miembros de su partido. Peleé contra ellos por cuestiones que consideraba de justicia.
Posteriormente, a raíz de la aparición en escena de otras formaciones políticas como Podemos, volví a ilusionarme. Empecé a votar nuevamente. He sido fiel a ellos hasta hace muy poco. Pero, también acabaron decepcionándome. Lamentablemente, tuve que darle la razón a un viejo amigo mío. Libertario como yo. Los líderes de Podemos ansiaban El Poder. Y lo que a nosotros nos habían transmitido los viejos anarquistas era que el Poder corrompía. Y si era absoluto mucho más, nos decían. A pesar de ello, consideré, y sigo considerando, que su presencia en la escena política es refrescante. Y necesaria.
Hace unos meses, a propósito de las últimas elecciones municipales, di un paso decisivo en mi vida. Apoyé y me comprometí con una lista electoral del Partido Socialista en mi municipio. Expliqué las razones de ello en diversos artículos de opinión. Consideraba que no estaban los tiempos para andar con divisiones y “complejos ideológicos”. Me horrorizaba un gobierno en el que estuviera la extrema derecha, como había sucedido en Andalucía. Sus postulados y ocurrencias eran tan retrógradas y peligrosas para la convivencia, que me causaban pavor. Ya estábamos sufriendo las sacudidas internacionales a consecuencia del gobierno de extrema derecha, racista y xenófobo de Trump en los EE. UU. de América. Y tocaban poder peligrosamente partidos de extrema derecha en Francia, Alemania, Austria, Italia, Polonia…Lo último, Bolsonaro en Brasil. Y Lula en la cárcel, mientras que las grandes multinacionales de la carne fomentan los incendios en la Amazonia.
Mis razones para participar en esta aventura electoral eran diversas. El cambio climático y las distintas alternativas para aprevenirlo y combatirlo, la primera. Me parecía a mí que las propuestas del gobierno del Partido Socialista de Pedro Sánchez eran adecuadas y valientes. La protección de nuestro sistema de bienestar, la segunda. Garantizar una sanidad universal y unas pensiones dignas, por ejemplo, creo que lo pueden hacer mejor los gobiernos de izquierdas que los de derechas. Hay ejemplos. Revertir la reforma laboral y educativa del Partido Popular, la tercera. Ya sé que en esto hay luces y sombras. Y que Pedro Sánchez y sus ministros han dicho cosas, que luego no han llevado a la práctica. Espero que sea por no haber tenido tiempo. Aunque, según muchos amigos míos, algunos simpatizantes de Podemos, es porque no tienen voluntad, al estar sometidos al poder de las empresas del Ibex. Y el tema territorial, la cuarta.
Sí, el tema territorial y el grave problema de Cataluña, provocado por los “independentistas” y por la burguesía catalana (aunque algunos ácratas y luchadores de la izquierda se crean que pelean por la república). También en este asunto, creo que el Partido Socialista ofrece una garantía para solucionarlo mayor que otras formaciones. Ya sé que muchos conocidos y amigos me van a “despellejar” criticándome. No me importa. Asumo las críticas. Es más. Los animo a hacerlas y a aportar razones en contra de mi opinión, pues ello contribuirá, seguramente, a que entre todos encontremos una solución al problema. Porque, este problema hay que resolverlo lo antes posible.
Después de todo lo que digo, comprendo que puedo estar equivocado. Pero, pido a todos los que me lean que reconozcan el derecho que tengo a equivocarme. En cualquier caso, es mi error. Igual que aquél pobre jornalero andaluz le dijo al presidente de la Republica: Señor, en mi hambre mando yo, yo también les digo, que en mis errores, o aciertos, mando yo. Solo pido respeto a mis opiniones. Dicho esto, vamos al tema que nos ocupa.
Días atrás me abordaba un familiar muy cercano, a mi salida del Ayuntamiento, para invitarme a tomar un café. Íbamos a tener un Pleno. Lo convocábamos desde la oposición, al tener el número mínimo de concejales que exige la Ley para ello. La razón era la dejadez en algunos asuntos importantes, que nosotros considerábamos necesario corregir. Animé a mi pariente a que acudiera al evento. Me respondió que él ya no se quería meter en nada. Que solo quería vivir su vida. Y me animó a que yo hiciera lo mismo. Según él, no merecía la pena. Una enorme tristeza se apoderó de mí. No podía entender cómo se podía llegar a una situación como esta. Y mucho menos, una persona que había sido un luchador a lo largo de toda su vida. Decliné la invitación, se lo agradecí, y seguí con lo que estaba haciendo. Aún hoy no encuentro explicación racional a lo sucedido.
No sé si ese mismo día, o al día siguiente, cuando celebrábamos el acierto de nuestra convocatoria, al haber logrado los objetivos que perseguía de concienciar a la ciudadanía de que los asuntos públicos no se podían manejar al capricho del cacique de turno, recibí un tweets previniéndome de la campaña que se estaba llevando a cabo desde páginas maliciosas, vinculadas a la derecha española, en las que se pretendía fomentar el abstencionismo y la desmovilización de los votantes progresistas, con la excusa de que ni el Partido Socialista ni Podemos se habían sabido poner de acuerdo para formar gobierno.
Más adelante, volví a leer esta noticia en diarios nacionales prestigiosos, que confirmaban que estas páginas estaban funcionando y que, personajes cercanos a las formaciones de derechas se estaban gastando miles de euros en confundir a la ciudadanía, para que no acudieran a votar el próximo 10 de noviembre. Y cuando escribía este artículo, recibía la misma noticia de la organización Avaaz, que a mí me merece mucha confianza y respeto por las campañas que emprende, solicitando mi firma para enviar una carta al presidente del Partido Popular, Pablo Casado, en la que se pide que haga lo posible por parar dicha campaña masiva de desinformación. He firmado y lo he difundido.
Es muy grave y descorazonador, que alguien se dedique a promover la abstención en unas elecciones. Y no por razones de convicción política alguna, sino por el simple hecho de que son conscientes de que la abstención y la desmovilización del electorado progresista perjudica claramente a los partidos de izquierdas. Incluso, considero que es un acto delictivo. Pero, sobre todo, es una vergüenza.
No sé lo que harán mis amigos de izquierdas. Yo ya he votado. Espero que ellos también lo hagan. Aunque muchas veces promoví la abstención, por mi convencimiento de que desde el Poder no se podía hacer mucho por los ciudadanos, en esta ocasión no lo pienso igual. Ya lo he explicado. Estamos en otras circunstancias. Esta es la razón por la que ahora, #YoSíVoto.
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