Categorías: Sucesos y Seguridad

“Yo no sé nadar, la última solución que tenía era la valla”

El Faro recoge el testimonio de los dos guineanos que, acompañados de un tercero, cruzaron la valla, sufriendo graves heridas al rajarse con las concertinas.

Mamadou y Paté ponen hoy el rostro a la inmigración. Sus cuerpos han quedado marcados por la valla, su piel se ha desgarrado en la denominada frontera sur de Europa. Una línea en la que la vida se echa a suertes, una línea en la que las decisiones oficiales muchas veces se fundamentan en meros impulsos, una línea que, en definitiva, no deja más que sangre y dolor.
Estos dos jóvenes guineanos partieron de la misma zona y juntos decidieron seguir uno de los caminos más peligrosas de la inmigración: el salto de la valla. Eligieron la madrugada de San Antonio, pero no por una razón concreta sino porque pensaron que después de varios días ocultos, había llegado la fecha de hacer lo más difícil: pasar. Saben que otros compatriotas que ahora están en el CETI lo han conseguido y saben también que otros inmigrantes han elegido esta vía para cruzar a Ceuta.
Ellos también la eligieron. Han logrado su meta, pero a costa de quedarse en una cama del Hospital Universitario. Mamadou con los dos brazos envendados tras abrirse las carnes en los hierros de la valla, esos que cortan, esos que lastiman, esos que incluso matan. Paté tras precipitarse de lo alto de la valla, sufriendo una fractura lumbar al dejar tras de sí más de 6 metros.
En una entrevista concedida a El Faro, Mamadou recuerda cómo decidieron saltar a las 5.00 horas. “Es una hora muy difícil para cruzar la frontera”, confiesa. Pero lo hicieron. Eran tres. Uno saltó sin problemas, pero Mamadou y Paté tuvieron peor fortuna. Ambos protagonizaron momentos trágicos en el vallado. Tan trágicos que a los mismos guardias civiles que les tocó el servicio les impactaron las imágenes. “Cuando me cogió la Guardia Civil me atendieron, se portaron bien conmigo, me llevaron al hospital. Mi estado de salud era grave, pero me curaron las heridas. Aquí llegué con mi amigo, que también estaba grave y nos atendieron”, explica este joven.
Los brazos los tiene completamente vendados porque los dos quedaron destrozados en el vallado. “Me los dañé en los pinchos de la valla”, añade, en clara alusión a las concertinas.
Mamadou llevaba un año en Marruecos, trabajando para ganar el dinero necesario para cruzar. “Trabajé hasta que estuve preparado para saltar la valla... durante cinco días estuve escondido, finalmente he conseguido saltar la valla a pesar de las heridas. Para mí era mejor esto que llegar por mar porque no sé nadar. La última solución que tenía era la valla, tuve suerte de caer en el lado de España porque sabía que aquí me iban a atender”, cuenta cansado, postrado en la cama del clínico ceutí, todavía dolorido por la caída, por las heridas que le dejaron los brazos en carne viva, por el daño sufrido por su compañero.
Los dos juntos en el salto, los dos juntos ahora en su lenta recuperación en el HUCE, los dos juntos en el deseo de buscar un futuro mejor. Siempre así, desde el inicio de su periplo clandestino.
Mamadou y Paté lo pueden contar. Otros nunca lo consiguieron. Sus restos descansan en Santa Catalina. Murieron en el camino o enredados en las concertinas. Son varios los fallecimientos que ha producido esta valla, la única solución que se le ocurre a Europa para poner orden en el fenómeno migratorio. Una solución que mata, que deja heridas, que marca para siempre como así ha ocurrido en el caso de estos dos protagonistas.
Mamadou y Paté son los últimos en cruzar el vallado, los últimos de un periodo en el que la valla ha vuelto a ser protagonista de las entradas. En la última semana han aumentado los intentos de incursión por esta vía, varios jóvenes han optado por encaramarse como medida que, consideran, les servirá para conseguir la entrada en Ceuta. Otros, en cambio, han realizado saltos limpios que han terminado con lesiones. El pasado sábado otro joven tuvo que ser atendido en el HUCE con múltiples heridas en manos y pies. Son las marcas de un camino que nunca tuvo un inicio correcto.

Condena, por conformidad, para el último patrón de patera detenido

El vecino de Castillejos llamado I.A.M., que fue detenido por la Guardia Civil el pasado lunes tras colar a 14 personas en una patera, fue condenado ayer tras su puesta a disposición del juez. Se le acusó de un delito contra los derechos de los extranjeros y ayer, en presencia del juez, aceptó su implicación y se conformó con una pena de 7 meses y 15 días de prisión. Al carecer de antecedentes penales, se acordó la suspensión de la condena por lo que fue puesto en libertad. De incurrir en la comisión de otro delito, se le aplicaría la condena en suspenso además de la derivada de la acción delictiva nueva. A esto se añade la prohibición de entrada en territorio español. La embarcación quedó intervenida.

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