La frontera” se ha convertido en un concepto político en sí mismo. Hasta el extremo de ocupar un lugar central en la vida pública de nuestra Ciudad. Casi la seña de identidad por excelencia de la Ceuta del siglo veintiuno. Lo peor que nos puede suceder es que Ceuta sea identificada nacional e internacionalmente como “un conflicto permanente”. Es el pasaporte definitivo hacia la extinción.
La realidad que estamos viviendo perplejos, indignados, impotentes o frustrados (cada cual que elija el o los sentimientos que prefiera) es el resultado de una conjunción de vectores independientes que ha confluido diabólicamente ante la imprevisión, la ceguera y el desinterés (en proporciones variables y cambiantes) de las instituciones del Estado (PP – PSOE), que no han sabio (o querido) acompañar la evolución de los hechos de las medidas necesarias para preservar un “modelo de Ceuta” que por otro lado, nunca tuvieron suficientemente definido. La creciente e imparable ósmosis social entre los dos territorios limítrofes, la irreversible evolución del contexto económico de la región, y los cambios de coordenadas geopolíticas en los albores de este “tiempo nuevo”; han convertido este diminuto espacio en una olla a presión conocida coloquialmente (con acierto) como “un infierno”.
El fenómeno de “la frontera” está provocando cuatro efectos devastadores para Ceuta cada uno de ellos por sí sólo. Imaginemos combinados e interrelacionados. Uno. Ceuta es, hoy, un paradigma universal de la “vulneración de los derechos humanos en occidente”. Entre las “devoluciones en caliente”, la “brutal represión subcontratada”, la sangre de las concertinas; y las espeluznantes avalanchas de porteadoras; nos han “sacado de Europa”. El Estrecho de Gibraltar se consolida como límite sur de la Unión Europea. Dos. Una zona que alberga al veinticinco por ciento de la población, además de servicios públicos esenciales de máxima prioridad (el hospital), queda permanentemente secuestrada por unas retenciones de tráfico que hacen inviable el funcionamiento normal de la vida ciudadana. Tres. El tránsito diario por la frontera de miles de personas, en su doble dirección, para trabajar (preferentemente en Ceuta), consumir (preferentemente en Marruecos), o sencillamente para vivir cada cual a su modo, se ve hiperbólicamente perturbado hasta la más absoluta desesperación. Cuatro. El estrangulamiento que provoca la frontera está asestando un golpe mortal de necesidad al ya de por si debilitado tejido productivo de la Ciudad. Toda la clase empresarial (o lo que queda de ella), rendida a la evidencia, ha encomendado la rentabilidad de sus negocios (y con ello el empleo, que es más importante) a la clientela marroquí. Como en el cuento de “El Lobo”, en esta ocasión, aunque ya nadie les haga caso; es verdad que están en una situación límite. Según cálculos de los propios empresarios, que aunque no muy rigurosos bien pueden servir de referencia, la facturación de la clientela marroquí ya se encuentra en torno al sesenta por ciento del total. No es preciso explicar las consecuencias de “expulsar por aburrimiento” a estos potenciales compradores (que ya empiezan a buscar rutas alternativas para comprar en Europa, en la Europa de verdad, no en este remedo).
Esta breve descripción, que no es personal, sino un diagnóstico unánime (aunque evidentemente discutible en matices e intensidades), debería ser motivo suficiente para que las administraciones públicas comprendieran la importancia que tiene para esta Ciudad resolver esta situación de forma inmediata. Es difícil prever cuanto tiempo podemos aguantar así y en qué condiciones; pero lo más grave es que no sabemos si los daños que se están produciendo serán (o no) resarcibles o reversibles en el futuro. La variable tiempo se antoja fundamental ante una prioridad con indubitadas connotaciones de “vital”. Por eso sorprende, y hasta escandaliza, la pasividad, cuando no frivolidad, con la que se están conduciendo las instituciones públicas. El Gobierno de la Nación en su condición de administración competente y el Gobierno de la Ciudad en su condición de genuina representación del sujeto político que es el pueblo de Ceuta. A uno le corresponde actuar y al otro reivindicar. Sin embargo entre los dos han constituido el tándem de “Don Tancredo” que consiste en convertirse en el escudo protector de “nadie sabe que causa secreta” para calmar las iras de la población con buenas palabras (falsas), continuas promesas (falsas) y maniobras de distracción (truculentas).
Un síntoma inequívoco de esta deshonrosa posición es la forma en que han respondido ante la demanda ciudadana de “abrir el paso de Benzú y permitir el uso de la carretera de circunvalación” para descongestionar las aglomeraciones. Todo el mundo entiende esta obviedad. Tan es así que el Pleno de la Asamblea, por unanimidad (incluid la mayoría absoluta del PP) aprobó una propuesta en este sentido presentada en su día por Caballas. Fue inmediata y abruptamente rechazada por la Delegación del Gobierno alegando que “Marruecos no quería”. Cuando se descubrió la mentira, como lo “niños malos” pillados en el renuncio, cambiaron de justificación, ahora “es la Guardia Civil la que dice que no”. Se entiende que en este caso, por razones de seguridad. Y entonces surge, inevitable, la siguiente pregunta: ¿por qué, en ese caso, en Melilla funcionan tres pasos fronterizos abiertos simultáneamente? ¿Melilla está deliberadamente exenta de protección? La respuesta del Presidente en el Pleno de la Asamblea es tan concluyente como deprimente: “Yo no pregunto”. Quien nos representa a todos los ceutíes no pregunta; quien ostenta la máxima responsabilidad política de la Ciudad no se siente en la obligación de preguntar. Porque dice que “hay una estrategia secreta”, que no se puede desvelar (se supone que por razones de seguridad) pero que existe. Esta podría ser una respuesta convincente si esa estrategia, aún siendo secreta, se tradujera en alguna medida concreta (porque a la ciudadanía más que los fundamentos de las decisiones le preocupa su eficacia), el problema es que ante la clamorosa orfandad de actuaciones palpables, esa “estrategia secreta” tiene todos los síntomas de una nueva “tomadura de pelo”.
Mientras esto se discutía en el Pleno de la Asamblea, el Ministro del Interior de España (de toda España, incluida Ceuta) visitaba oficialmente Marruecos. Su valoración política ha sido la siguiente (transcribo textualmente): “Se sintió muy satisfecho por la necesaria y magnífica cooperación en materia de lucha antiterrorista; expresó su agradecimiento sincero por evitar asaltos masivos a las vallas de Ceuta y Melilla, que llevan mese sin producirse; también merecieron elogios la colaboración en la lucha contra el narcotráfico y la operación paso del estrecho”. Sobre el problema de la frontera de Ceuta, ni una palabra. Se supone (creyendo al PP) que esto forma parte del “secreto”. El único “secreto a voces” que conocemos los ceutíes es que nos estamos hundiendo en la miseria con la inestimable colaboración (complicidad porque es un abandono casi delictivo) de nuestras (sumisas) autoridades.
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