El día 1 de Abril, de éste año, escribí que se estaba A la espera de las jacarandas y hoy tengo la satisfacción de anunciar que ya están aquí, en ese murete que sirve de cierre a una finca de la Avenida de la Marina, muy cerca del lugar donde vivo, desde hace ya unos cuantos años.
Aunque no está en plenitud la floración ya se hacen ver las jacarandas, con su color azul pálido y una viveza más que suficiente para que al pasar cerca de ellas se contemple un alegre aspecto de la vida vegetal. Ya las habrá visto, me imagino, mi amiga Aurora que me escribió para decirme que nunca las había visto. Es que son muy sencillas y su función principal es proporcionar algo de alegría al espeso ramaje en el que viven. Es algo parecido a esas personas que no aparecen, a cada momento, en la sociedad de la que forman parte pero que, sin embargo la alimentan de alguna forma sencilla y oportuna. Es muy valiosa esa aportación, la de las personas sencillas, porque templan nuestro ánimo y nos hacen ver algunos aspectos de la vida que se nos habían pasado por alto. Las jacarandas son eso: pinceladas de belleza suave en la frondosidad de un ramaje fuerte pero monótono. Hace unos diez días pasé caminando y bordeando el murete, al que antes me he referido, y sólo vi una flor, una jacaranda, que para mí fue el anuncio de la llegada masiva de sus compañeras. Me detuve y la estuve contemplando, como si quisiera expresarle así mi cariñosa bienvenida. Posiblemente me lo agradeció, en su lenguaje. Yo me fui hacia mi casa, disfrutando mentalmente ese encuentro. Es lo mismo que nos ocurre cuando mantenemos una conversación, aunque sea breve, con una persona amable que nos regala su tiempo y su pensamiento. Desde entonces hasta el día de hoy he visto florecer las jacarandas y ya no me ha resultado posible mantener un encuentro directo con cada una de ellas sino con ramilletes de flores recién abiertas a la luz de nuestro ambiente. Pienso que algo así le debe pasar a quienes suben a una tribuna para hablar un conjunto numeroso de personas. Tal vez no se enteren, una a una, de la verdad que pueda haber en cada una de las palabras del orador y necesitan ese contacto directo y mucho más humano con esa otra persona que no tiene prisa y nos habla con cariño. A partir de ahora muchos días serán de algarabía pues cada ramillete de jacarandas querrá que lo atienda con más atención que a los otros y habrá que decidirse por uno de ellos. Quizá alija aquélla flor que se mostró antes que ninguna otra; la que en la soledad me hizo partícipe de su confianza en el futuro, que sería más venturoso, a pesar de la época de carestía y de dudas por la que se había vivido. Es, esa flor, como esa persona que aspira a vivir y hacer vivir con amor. En fin, ya están aquí las jacarandas., Disfrutemos de ellas en paz.
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