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Y hasta el año que viene

Domingo de resaca. Adiós a los festejos patronales 2011. Una feria coqueta, preciosa, sencilla, limpia, segura, familiar, entrañable, emblemática, céntrica, andaluza y ceutí. Rincón privilegiado del reencuentro entre convecinos y esos otros ceutíes que aprovechan estas fiestas para volver a la tierra. Muchos visitantes, sí. Parece que las plazas hoteleras alcanzaron prácticamente el cien por cien de ocupación. Visto que lo del turismo es una causa perdida, bienvenida sea esa corriente que, para la ocasión, experimenta la ciudad por quienes, desafiando la distancia, no quieren perder sus raíces con la ciudad.
Si me tuviera que quedar con algo de la feria, sería con las casetas. Las de siempre. Abiertas a todo el mundo y familiares, su ambiente y gastronomía es algo que quienes, por razones de edad u otras circunstancias no somos muy feriantes nos sintamos animados a bajar al Real. Es de agradecer el objetivo de tratar de reducir el tradicional e insoportable aluvión de decibelios de muchas de ellas. Feliz iniciativa la de ese hilo musical uniforme, hasta las dos de la madrugada, con un racional volumen de sonido. Unas han cumplido con la propuesta y otras han pasado olímpicamente de ella.
Estoy de acuerdo con el director de Festejos en su propósito de que, el año que viene y con tiempo por delante, evitar que la feria se convierta en una alocada discoteca. En su intervención en RTVCE he visto a un Jaramillo muy concienciado en este aspecto y le animo a seguir en esa política de lucha contra la contaminación acústica en la que los tribunales han dado la razón a diversas denuncias vecinales ante la pasividad de algunos ayuntamientos.
Por lo que a Ceuta respecta, comencemos por quien debería dar ejemplo de ser respetuoso con la normativa vigente. No es de recibo el elevado volumen que se ha dado en determinadas actuaciones tanto en el Pabellón Municipal como en el Parque Marítimo. En el caso de este último, hasta mi domicilio de la calle Solís, el viernes, me llegaba el sonido de la actuación de turno. Cómo lo estarían pasando, me decía yo, los sufridos vecinos de la Marina, no ya con ello sino con el terrible despliegue de decibelios que irradia el conjunto del recinto ferial. Pongamos de una vez los pies en el suelo. Presumimos de una feria a la altura de las mejores y más elegantes de Andalucía. Lo dicen los propios feriantes. ¿Por qué no rematarla también colocándola en el grupo de las menos ruidosas y agradables de la región?
Todo es cuestión de hábitos y de respeto a quienes no soportan tal disparate o hacia aquellos otros que, ajenos a la fiesta, han de padecer las consecuencias de una situación absurda por todos los conceptos. ¿Para qué ese torrente desproporcionado de watios cuando la proximidad del público o la superficie del recinto desde el que se emiten lo hacen innecesario?
Feria de día. Hay quienes han abierto ya el debate. ¿Dónde y cómo? Por supuesto en el recinto ferial. Ceuta no es Málaga, por ejemplo, donde ese Real está bastante alejado de la ciudad. Aquí lo tenemos en pleno corazón de la ciudad y, encima, a pie de mar. Auténticamente de dulce y sin perjudicar, con otra ubicación, a quienes están allí instalados. Mejor opción, imposible.
Ahora bien, ¿está Ceuta en condiciones de soportar dos ferias a la vez? La cultura ferial de esta ciudad no es la de otros lugares donde es habitual el disfrutar del aperitivo, del almuerzo y de la cena en las casetas. Vivir la fiesta con toda su intensidad, vaya. Pero para eso, además de la costumbre, está la flexibilidad laboral. En muchos festejos de la orilla de enfrente la tarde es festiva durante esos días, lo que propicia también, y mucho, esa corriente de atracción. Es más, hay quienes no dudan reservar unos días de sus vacaciones para esas fechas, precisamente por ese gran tirón que tiene su feria.
Nuestra feria de día, como bien reconoce el propio Jaramillo, debería ser un complemento de la de noche. ¿Sería posible? En su agenda está el tema. Antes de dar cualquier paso cabría realizar un estudio profundo de las posibilidades antes de que nuestra verdadera feria pudiera sufrir mella por esa otra paralela. Eso bajo ningún concepto.
Por cierto, Salvador, ¿y el Pregón? ¿Lo recuperamos? Hablo de un Pregón serio, elegante y no chabacano. Para ese otro, mejor estamos sin él.

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