Desde la primera vez que conocí este mundo, sentí una atracción muy grande por estos animales. Y eso que mis inicios no fueron fáciles, ya que empecé con mucho miedo, al ser la primera vez que me acercaba a estos animales. Pero al sentir por primera vez esa adrenalina en mi cuerpo, me enganchó, haciéndome un usuario fijo de las maravillosas instalaciones del Centro Ecuestre Ciudad de Ceuta, o como muchos lo llamamos, nuestra segunda casa.
Aunque aún me considero un principiante, he avanzado mucho a base de esfuerzo y horas, o eso me dicen esas personas que, cargadas de conocimientos y paciencia, mucha paciencia. Paciencia para aguantar mis malos días, paciencia para entender mi tensión sobre estos animales, y paciencia para que me ponga derecho,…
Y es que nunca me pude imaginar que este deporte me llenaría tanto, que pasaría a formar parte de mi día a día, y es que, no es sólo practicar un deporte, es un estilo de vida. En la hípica, trabajas con el caballo, comienzas a entender cómo actúan, porque se asustan, y cuando se sienten incómodos; pero también, encuentras en las cuadras personas con las que compartir vivencias, hazañas, consejos, momentos inolvidables, algún que otro susto, y risas, muchas risas, porque es lo principal allí, aprender mientras te diviertes.
No me considero una persona habladora, más bien soy tímido, pero eso no importó, cuando llegué por primera vez, me encontré las puertas abiertas, de la mano de Javier Pérez y su equipo, pasé a formar parte de esta gran familia. Y es que vaya equipo, he tenido la oportunidad de ver montar y competir a Javi, y es increíble, que gran conexión entre jinete y caballo, elevándose a alturas impensables para mí, llevando siempre el nombre de Ceuta por España; como también, son increíbles los nervios cuando por primera vez me vestí de blanco, y realicé una competición de salto de obstáculos, incluso, en una ocasión quedé primero, que piques más sanos y divertidos con Paquito y su espectacular Treceño, o con Carmen y su flamante Halcón, con Jesús, Dani, Davinia, Baby, Esther, Almudena, Pili, y otros tantos más, recuerdos recientes que ya son imborrables.
Pero es que podría hablar durante horas de todo lo referente a la hípica, porque, como no acordarme de esas maravillosas personas, que, siempre con una sonrisa en las caras, te ayudan en todo lo que necesites, sobre todo al principio, esas personas son los mozos de cuadra, gente maravillosa, que, incluso a pesar de tener un mal día, nunca tenían una mala cara para nosotros.
Y creo, que si no hablo del equipo de monitores, me van a poner un buen rato castigado sin estribos y al trote sentado, sobretodo Jorge, no he visto persona con más paciencia, pero la verdad, es que todos la tienen, y todos tienen ganas de mostrarnos sus conocimientos y compartir con nosotros el amor y el respeto que este deporte se merece.
La hípica no es solo mi sitio de ocio donde acudo a quemar calorías y aprender a montar, es mucho más que eso, allí me evado de los problemas de la vida diaria, ese momento en el que cepillas a tu caballo, relajado, para después ensillarlo y disponerte a dar la clase, se convierten en mi momento zen, y como no olvidarme del resto, si allí tengo enseguida a un monitor que me hace esforzarme al máximo, que no me deja respirar un segundo, y mucho menos permite que me rinda.
¡Qué grande es la hípica, y cuanto supone para tantas personas!, ahora entiendo aquello que tantas veces he admirado, las clases de hipoterapia, esa conexión entre caballo y alumno es increíble, es facilísimo sacar una sonrisa a ese jinete, para que aprendan y disfruten realizando terapia, y lo entiendo ahora, porque para mí también supone una especie de terapia, la terapia que me hace desear que llegue el fin de semana para volver, y que debido a mi creciente afición, he conseguido que añadir alguna clase más.
Hasta tal punto llega mi afición, que siempre he tenido en mente poder poseer algún día mi caballo, sueño que ahora, debido a esta fea situación se me esfuma, como se me esfuman también las posibilidades de mejorar y seguir disfrutando de este maravilloso mundo, lo que nunca nadie podrá arrebatarme serán las vivencias y anécdotas que ya he disfrutado, y las maravillosas personas que allí he conocido.
Muchas gracias por todo, Javier Pérez López, Director Técnico del Centro Ecuestre Ciudad de Ceuta, por darme la posibilidad de conocer esta mi pasión. Espero y deseo que pronto podamos hablar de estos días de incertidumbre y malestar como una corta y mala pesadilla, y se solucione lo antes posible, para que tantos afectados como yo, podamos volver a subirnos a lomos de estos maravillosos animales.
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