Me puse a la tarea con entrega y pasión, dejé sordos mis oídos a las peticiones de los niños, a lloros injustificados y me afané en leer el último de King -de unas soñadas mil y pico de páginas- mientras me daba el airecito de poniente en el porche de mi casa, sumergiéndome en los pensamientos de otro. A mí me relaja, leer, pasear junto al mar, tomarme un café con los amigos y escribir, esto último, justo, lo que me había prometido que no haría en las vacaciones, más que nada por salud mental, porque si empezaba no paraba y ya no había otra cosa.
José Antonio Benítez, mi jefe del “Arcos información”, cuando le dije que me las piraba, me contestó, jocoso como es él, que lo veía misión imposible dada mi afición al invento y yo le reté, en términos de e- mailes, que, a unas malas, lo mismo me escayolaba los dedos, para no poder teclear el ritmo de mis pensamientos.
Pero todo fue bien, pude superar la adicción y cumplí la promesa, leí, disfruté del mar y del sol, sobreviví al deslome de mis hijos y aguanté el tirón , con picaduras en los dedos, hasta que llegó el día indicado y volví a conectar el móvil y enchufé el ordenador, para entrar -como siempre hago- en las páginas de los periódicos que todos los días leo…Y estaba allí, la noticia de su muerte, de la mujer que me dio la vez, o la alternativa, como a los toreros, ahora tan en boga, por la prohibición catalana que a mis amigos de las protectoras , que me mandan fotos tan bestiales de perros tuertos, matados de hambre o comidos por las garrapatas, alegran la vida -un mucho- al saber que esos magníficos ejemplares, de res brava, que se ven en Tarifa o en toda la sierra gaditana, no se sabe que destino tendrán , pero no será, al menos en Cataluña, pasto de esquirlas de metal y de saetazos en carne morena y roja. Yo no sé qué pensaba Josefina Escudero de la que llaman fiesta nacional por excelencia, pero sí que sé que pensaba del periodismo , del que había hecho su vida y también sé -por ella- lo mucho que duele este trabajo y esta vida en la que estás-justamente-en el punto de mira de muchos, que interpretan la veracidad de una noticia como el uso partidista de ella.
Josefina tenía genio y figura, pero no a lo Carmen Echarri, a la que ya saben que admiro por su bravura y porque los tiene muy bien puestos, sino que lo de la extremeña, que fue directora y alma mater del “Puerto información”, era más bien de sufridora consentida, de amante entregada y fiel a una vocación que desaconsejaba a su propia sobrina, cuando le decía: “tía, yo quiero ser como tú… periodista”
Josefina me ha dejado hecha polvo, desnuca por la presente fatalidad de que si estamos vivos podemos morirnos en cualquier momento y de que por mucho que le mires a la cara a la vida, ella, te escupe cuando le viene en gana , dejándote compuesta y sin aliento, que echarte a los pulmones. A mí la muerte, qué quieren que les diga, me pone de muy mala leche, de esa que le gustaba tanto a mi buen amigo Ramón Corrales, al que aún no he perdonado que se fuera sin avisar, dejándome sin nadie con quien hablar por las noches, sin confidente y amigo irreemplazable, en esta existencia pagana en la que es tan difícil encontrar alguien que te entienda a la perfección.
Cuando nuestros amigos se nos van, nos dejan tanta rabia, tanto dolor oscuro, que quisiéramos-miren hasta donde llega la locura-hasta no haberlos conocido, después nos asentamos y los lloramos y los echamos en falta y otra vez lloramos, quizás, porque tenemos la suerte de seguir vivos.