Opinión

Xaouen: un centenario olvidado

La entrada en 1920 en Xauen fue singular y llamativa. Despertó un interés sin precedentes en comparación con todas las operaciones militares anteriores, desde la guerra de Margallo o los hechos del barranco del Lobo, o del Biutz, por señalar algunos acontecimientos.
Xauen era entonces una ciudad estratégica situada en el Ajmas, entre las cabilas de Beni Hassan y Beni Ider, en mitad de los caminos que separaban las zonas occidentales y orientales de influencia española y cercana a su vez a la delimitación de la zona francesa. Xauen fue una ciudad autogestionada por sus propias cofradías y habitantes, donde aprendieron a convivir culturas y religiones distintas. La ciudad de Xauen se defendía así misma de los ataques constantes de cabilas vecinas, lideradas por pretendientes al trono de Marruecos, que alegaban ser descendientes también del profeta. La urbe se encontraba dentro un Majzen (la Administración del califato) debilitado y poco reconocido en el resto del territorio. Xauen se defendía con sus murallas centenarias y su muralla natural de Ben Ider, encajonada entre sus dos grandes torres calcáreas, siempre presentes.
A Xauen la conocemos como la ciudad prohibida, en donde nadie podía entrar a riesgo de poner en peligro su vida. Tenemos escritos de exploradores que al acercarse a esta hermosa ciudad, quedaron prendidos de ella. Resultaba sorprendente encontrar esta micro civilización en uno de los márgenes del rio Lau.
El oficial Charles de Foucauld, después padre Foucauld, nos dio testimonio de la existencia de esta ciudad a los pies del Kaala y el Magot, en su obra Reconnaissance au Maroc a finales del siglo XIX, y dejó patente la singularidad de este lugar.
Xauen es fiel presencia de lo Andalusí. Lo vemos en su urbanismo, en el trazado de sus calles, puertas, fuentes, puentes, etc.; en sus gentes dedicadas al comercio, al campo, a sus micro industrias de telares. El vínculo de Xauen con nuestros pueblos de la sierras de Cádiz y Málaga queda reflejado en su luz, colorido, geografía y geología.
No es de extrañar que sus fundadores, huidos de la península tras la reconquista, fundasen en el siglo XVI esta urbe, donde el recuerdo y añoranza de su estancia en el Al Ándalus les siguiese persiguiendo.
A principios del siglo XX comienza el expansionismo colonialista por parte de las potencias europeas. Francia será el motor que lidere la política internacional del momento, de entrada en el gran Mogreb. España ya le dejo las puertas abiertas con la cesión del Oranesado en 1790. Italia se centró en su ya comenzada actividad colonial en la Tripolitania y Alemania trató por todos los medios en aquel momento de mantener su supremacía económica por los créditos concedidos. Mientras Inglaterra, con el ojo puesto en el canal de Suez, se mantuvo más cercana a la amenaza turca siempre presente en el mediterráneo. Eso sí, Gibraltar y el estrecho se mantienen intactos, y para eso Tánger debe de quedar fuera de cualquier ambición colonial y protectora. Tánger será internacional.
El contexto político y social de España durante el primer cuarto de siglo XX imposibilitó que nuestra nación se embarcarse de forma apropiada en la deriva colonialista que el resto de Europa había iniciado.
Por otro lado, si se echa la mirada atrás se observa que nuestra relación con el país vecino nos ha acompañado y marcado a través de los siglos. El hecho de la existencia de las plazas de soberanía y peñones pertenecientes al Estado español desde el siglo XVI intensificó nuestra mirada al otro lado del estrecho. Factores de carácter estratégico, ante el acoso de piratas, y, por supuesto, el mantenimiento de relaciones comerciales hicieron que desde los Austrias hasta los Borbones se mantuviesen desde siempre políticas de vigilancia y atención en esta concreta zona. La Guerra del 59 es un punto de inflexión. Se realiza una penetración hacia el corazón de la Yebala. En la sociedad civil comienzan las opiniones de la necesidad de incrementar el interés de España hacia Marruecos, pero no como producto de una ambición colonialista o expansionista, sino por una necesidad, podríamos decir casi derivada de una osmosis natural, dada nuestra ligazón histórica, natural y geográfica a esas tierras.
Las campañas militares en la zona de influencia española causaron una conmoción en la sociedad y no solo por el desastre de Annual. Los hechos del verano del 21 y la imposibilidad de una depuración de responsabilidades a consecuencia del desastre, prácticamente en todos los ámbitos de poder afectados dentro del Estado (Corona, Gobierno y Administración civil y militar), condicionaron la política interior española, creándose el problema conocido como la Cuestión de Marruecos.
Los partidos y sindicatos de izquierda de carácter marxista y la incipiente aparición de sectores anarquistas aprovecharon esta coyuntura con el objetivo de derrocar la monarquía e instaurar una república, posiblemente similar a la que se implantó tras la revolución soviética en la Rusia de los Zares.
Por su parte, la institución militar se hallaba dividida por grupos, unos de influencia en la metrópoli (lejanos a la cuestión), y otros que en África abogaban por una solución digna al mencionado problema marroquí. La posición del monarca tampoco ayudaba a solucionar la cuestión, con guiños a unos y a otros, ante una clase política desacreditada e incapaz de conducir a España por sendas exentas de complejos.
Desde la entrada en Xauen hasta la pacificación del Protectorado transcurrieron siete años. La presencia española durante esos años en Marruecos fue, en mi opinión, realmente ejemplar. A España le dejaron la única opción de intervenir en la zona más pobre y posiblemente más opuesta al Majzen. En nuestra actuación concurrieron por supuesto intereses económicos, pero no olvidemos el progreso y los avances que comportaron para la zona acciones como las relativas al trazado de vías de comunicaciones, carreteras, urbanismo y ensanches de ciudades, expansión agrícola, construcción de hospitales y colegios, junto a un largo etcétera.
Pasados cien años, nuestra relación con el reino de Marruecos no es la que debería. Solo basta analizar y comparar nuestra posición con nuestro vecino francés, y su actual influencia y hegemonía económica en la zona.
Hace dos días hemos celebrado la fiesta de la Hispanidad. El hecho del descubrimiento de América y su especial transcendencia en la historia de España, del cual los españoles no sentimos orgullosos, esta estigmatizado por una leyenda negra, generada por intereses foráneos, contrarios a lo que somos y también alimentada, de paso, por un sector de la política y la sociedad española, que trata de manipular nuestra realidad histórica.
Con las campañas de África, ocurre lo mismo. Mientras en Francia, puedes visitar la tumba del primer residente francés Hubert Laiutey, que también tuvo sus Annuales, enterrado junto a Napoleón en Paris en los Inválidos; en España otros se dedican a escribir y contarnos que de niños en su casa se decía que Abd el Krim era “el bueno”, y los españoles “los malos”.

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