Categorías: Opinión

Wert y la misión imposible

El Ministro Wert, escrito el cargo adrede con mayúscula dada la envergadura de la personalidad en cuestión, acudió el pasado lunes a Sevilla invitado por ‘El Mundo’ para ofrecer de noche dentro del ciclo de charlas que organiza el periódico que en Andalucía dirige Francisco Rosell, una ponencia-coloquio orientada a disertar, con el turno de palabra abierto para el público asistente, sobre la política educativa que ha ideado él mismo y que trata de impulsar con admirable paciencia y sabiduría, en medio de un campo de minas y un ambiente ‘guerracivilista’, desde que fuera nombrado en el cargo por el Ejecutivo que preside Rajoy. Con entrada libre hasta completar el aforo, la visita del Ministro constituía por ende una ocasión única para que el ciudadano acudiera hasta el lugar del acto, el hotel Los Lebreros, y pudiera, según el caso, fortalecer su opinión (favorable o en contra) en un sentido u otro o, en algunos supuestos, informarse por vez primera y en directo, de las claves del plan Wert dentro de un acontecimiento democrático que, por desgracia, brilla por su ausencia en España y que permite al pueblo departir directamente con el político.
Un encuentro que fue posible debido a que Wert, como buen liberal, y siempre que la agenda se lo permita, accede con gusto y talante (con verdadero talante, ZP) y los oídos bien abiertos hacia la audiencia, a todas aquellas iniciativas que junten al foro y al poder pues “todos hemos de aprender de todos”. Y ya saben además que Wert es un como un toro bravo que se crece en el castigo. Él, político instruido donde los haya, capaz de enfrentarse a los adversarios en el Congreso de los Diputados sin papeles ni guiones ni frases hechas ni hipócrita verborrea, ya que gusta de recurrir a citas de poetas románticos franceses, teólogos alemanes o pensadores españoles de la época en que España era España, se atreve a desafiar a la lógica imperante en la hermética política actual y dar un ejemplo real, no de palabra, de democracia; una manera de obrar que, de haber sido constituida alguna vez por un político de izquierdas, ahora mismo sus votantes presumirían de llevar a gala la vitola de tener entre sus guías espirituales a un ‘rara avis’ genial. Cosas de eso que llaman ‘marketing’.
Pero el encuentro no fue posible pese a que, con la mejor de las intenciones, el Ministro procuró, realizando esfuerzos baldíos durante cuarenta minutos, exponer su teoría sobre la situación de la Educación en nuestro país, en cuyo yermo paisanaje se amontonan escolares sin preparación ni motivación intelectual alguna, gamberros, fracasados, vagos e incultos hasta límites que causan sonrojos y, más allá de opiniones, los datos hablan al respecto. Hablan lo que no pudo hacer el Ministro pues ante él, convocada buena parte por redes sociales, una fauna encolerizada, llena de ira y odio profería insultos, gritos y amenazas haciendo gala de mañas fascistas para vergüenza ajena de aquellos presentes, bendita minoría, que mantenían por su parte una actitud frontalmente opuesta. ¿La razón del ataque? He aquí un Ministro, una persona,  un hombre, un ciudadano, que piensa distinto a ellos. “La palabra siempre es mejor que los gritos”, reponía con su habitual elegancia Wert, quien pese a insistir en la necesidad de que imperara el “derecho inalienable de la libertad de expresión”, finalmente no pudo ofrecer la conferencia y tuvo que suspender el acto por temor a que las bestias pasaran de las palabras a los hechos.
Lo curioso es que, en cierto modo, y sin haber podido desarrollar la fórmula educativa que ha ideado para paliar el bochornoso fracaso escolar que azota a España desde hace lustros, el Ministro convenció a los incrédulos respetuosos y fortaleció asimismo a los que estimamos que la educación del país mejoraría con la puesta en marcha y la consolidación total por un largo tiempo de su política pues observando a los vándalos que boicotearon el acto democrático y académico cómo no es posible que una mente lúcida considere que invertir (desperdiciar) cantidades descomunales de dinero como ha ocurrido hasta la fecha en pretender formar a tales burros (y a sus hijos) es en realidad una errante manera de afrontar la Educación de un país; un modo absurdo de tirar por la borda la posibilidad de relanzar al alumno preparado y trabajador; una forma autodestructiva de poner diques al sentido común y a la inteligencia pues por mucho que le pese a los abanderados del buenísimo y defensores de una política propia de ‘Alicia en el País de las Maravillas’, invertir con vistas a sacar un provecho que jamás llega (y nunca lo hará) en quien no quiere aprender y en quien no demuestra aptitudes básicas es, más que una quimera, una misión imposible.

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