El wc del parque de perros

Recuerdo aquel 13 de junio. Nunca olvidaré la experiencia que marcará el resto de mi vida. Después de tantos cañonazos contando historias y viajando por el mundo, tenía que ser en el parque de perros, a tres minutos de mi casa, el sitio en el que viviría el terror, el pánico, el miedo y la angustia que compartiría con todos los usuarios y, más tarde, con miles de ceutíes que se agolparon en la zona para estar presentes en el lugar de los hechos.

Con un nudo en la garganta y con el sudor frío recorriendo mi cara desencajada, relataré los hechos intentando no olvidar nada de lo que sucedió el 13 de junio, el día en que Ceuta fue noticia en los telediarios de todo el mundo.

He contado en muchos cañonazos que el parque de Perros fue cerrado por la pandemia, por la cuarentena debido a un caso de rabia (6 meses), por reformas prometidas que no llegaban nunca y por alguna chapuza que otra que iban saliendo cada dos por tres.

Los usuarios nos organizamos en grupos para alzar nuestras voces indignadas ante la dejación de funciones del ayuntamiento y sus responsables.

El recinto abrió pero su eterna demora nos llevó a pensar que la inauguración coincidiría con la segunda venida de Cristo al final de los tiempos.

El césped del Alfonso Murube, las nuevas fuentes, las papeleras para las cacas pagadas a precios de Caviar, los nuevos aparatos de juego para los canes y una cabina de WC de los tiempos de la formación geológica de la “MUJER MUERTA”. Esas eran las reformas del Parque, reformas que habían costado 45.000 euros que nadie veía por ninguna parte.

En un principio la cabina no mostró mucho interés. Cierto que se había pedido para que trabajadores y usuarios pudiéramos hacer el uso correspondiente en caso de indisposiciones y apretones: micciones, deposiciones, diarreas o lo que Dios, o el diablo, mandara en cualquier momento.

Los perros cagaban y meaban a sus anchas sin pedir permiso ni perdón.

"Abrimos la puerta del retrete y allí tampoco estaba la manada"

Contaré cómo anécdota que Mago, uno de los perros más bromistas, sometía a los usuarios a la prueba de fuego: MAGO te orinaría en cualquier descuido aunque el dueño lanzara el grito de “ cuidado” mientras el can había hecho de las suyas.

Aquella tarde el tema de conversación fue el WC que permanecía deshabilitado. Sin más y aún sabiendo que la curiosidad mató al gato, una perra, después de rascar la puerta con fuerza logró entrar al cubículo, era mi Abby, mi compañera de fatigas. Abby no salía; sabía que era muy husmeadora y el olor a pipí rancio de muchas ferias ( porque el WC se había utilizado desde 1864 en las fiestas de la virgen de África ) la habría cautivado.

Pasé al interior oteando el parque y comprobando que mi perra no estaba en el recinto. No había nadie. Las paredes tenían frases típicas de mozos feriantes que no citaré por no herir sensibilidades. También se dibujaban todo tipo de aparatos genitales, teléfonos para citas de urgencia y frases de amor como “Anastasia , te quiero”.

Abby no aparecía. Prada, lluvia, Nala, bicho, pancho, Hércules, ... formaban parte de la familia canina del parque, una especie de jauría con demasiados machos alfa. Sin darnos cuenta fueron introduciéndose en la cabina, como hipnotizados, fuera de sí, absortos, babeando, y con unos ojos que se salían de las órbitas.

Abrimos la puerta del retrete y allí tampoco estaba la manada. Otros perros siguieron el mismo camino mientras una fuerza invisible paralizaba a los humanos. Filas caninas fueron llegando de todos los lugares de la ciudad, luego fueron cientos de perros cruzando la frontera. Perros de todas las razas, de todos los tamaños venidos de la península pasaban el estrecho de polizones en las navieras y caminaban desde el puerto en dirección a la cabina; tal vez a mismísima puerta del infierno.

Se contaban a miles los perros que habían desaparecido al cruzar esa especie de triángulo de las Bermudas.

Iker Jiménez hizo un programa especial sobre el tema con especialistas en fenómenos paranormales venidos de todo el planeta.

El asunto fue llevado al parlamento y se produjo en todo el país una alarma social sin precedentes.

¿Qué sería ese WC? ¿Qué espíritus se habían atrincherado en esa caseta fétida, pútrida, carcomida por termitas y con el mármol urinario amarillento por miles de litros de orina?

"Dicen que en las noches cerradas y negras se escuchan voces de ultratumba pidiendo clemencia"

Pedro Sánchez se dirigió a la nación para llamarnos a la calma y Feijóo lo acusó de desviar el tema de las próximas elecciones.

Bomberos, ejército, UIR, GEOS, Ejército de Tierra. Se levantó todo el terreno incluso la totalidad del suelo de la marina. No había rastro.

A los tres días las fuerzas de la OTAN , por seguridad, dio órdenes de abandonar los aledaños. Todo era posible y se barajaban muchas hipótesis

Cuando desolado llegué a mi casa, mi Abby estaba allí, tumbada en la cama demandándome que le rascara la barriga.

En todas las casas había pasado lo mismo. La noticia corrió por los wassaps del grupo.

Nadie ha vuelto a hablar del tema, forma parte del olvido colectivo que necesita una sociedad .

Los perros habían conseguido lo que no pudimos lograr los humanos, que cambiaran el WC.

Se dice que la cabina diabólica fue sacada a licitación para recorrer mundo y exhibirla convenciones exotéricas. La empresa Hércules fue la adjudicataria.

Los nuevos dueños entraron para inspeccionar la caseta destartalada; nunca más se supo de ellos, se los tragó. La tierra.

Dicen que en las noches cerradas y negras se escuchan voces de ultratumba pidiendo clemencia. También las psicofonías han captado unas risas lejanas de los antiguos empleados de la empresa.