Casi 200 años después de que Mariano José de Larra sonrojase a la Administración española de la época con ‘Vuelva usted mañana’, un demoledor artículo sobre la insufrible burocracia de la época, las cosas no parecen haber avanzado demasiado. Hace cuatro meses, después de más de quince años en Madrid, Abdelmalik [nombre ficticio], su esposa y su hijo hicieron las maletas y decidieron acercarse a su familia y a su lugar de origen.
Marroquíes de nacimiento con permiso de residencia permanente (su vástago, de 8 años, tiene la nacionalidad española), la pareja, que emigró a la capital de España cuando rondaban los 25 años, alquiló una casa en la calle Jáudenes “con todas las de la ley” e inició, con el apoyo constante de su cuñada, Fatima Sohora, los trámites para regularizar su situación como residentes en la ciudad autónoma e inscribirse en el Padrón municipal.
Al cabo de pocas semanas, el primer expediente encalló en un error administrativo. “Se nos llamó y se nos explicó que había habido un fallo y que, en lugar de como una nueva inscripción, se había registrado como un cambio de domicilio, por lo que hubo que hacer un pequeño papeleo de nuevo”, explica la familiar directa.
Terminado el verano, las cosas parecieron encauzarse por fin. Un agente de la Policía Local visitó el nuevo domicilio de la pareja y dio su visto bueno a su situación, con lo que el asunto parecía resuelto.
Nada que ver. Los papeles siguieron su tortuoso trámite habitual, llegaron al jefe de Estadística y embarrancaron ante el último paso administrativo establecido en la Ciudad Autónoma para este tipo de procedimientos, la firma de la consejera competente, en este caso la de Presidencia y Gobernación, Yolanda Bel.
“Llevamos más de veinte días esperando que la consejera firme los papeles, pero cuando no es porque no se encuentra en la ciudad es porque no ha habido tiempo para subirle los papeles, por lo que mi cuñado sigue sin el empadronamiento”, alega Fatima Sohora.
El problema va mucho más allá de hacer fila en los bajos del Palacio autonómico, donde decenas de personas se apiñan cada día ante los persistentes problemas que generan este tipo de trámites con el Padrón.
Abdelmalik, pensionista a sus 40 años, tiene reconocida oficialmente una invalidez del 100% tras un accidente laboral en la Construcción que estuvo a punto de segarle una pierna. “En verano tuvimos las primeras complicaciones a la hora de escolarizar al niño, aunque al tener la nacionalidad española el Ministerio pudo tramitar su matriculación pese a no tener todavía el certificado de residente”, recuerda la familia, que se ha encontrado con un obstáculo insalvable en el ámbito sanitario”.
“Desde hace cuatro meses no puede recibir asistencia si no es de urgencia y se ve obligado a adquirir sus caros medicamentos de su bolsillo, pues no tiene recetas”, completa. Tampoco se puede acoger a las bonificaciones al transporte ni a otras ayudas al alquiler o similares.
“Entendemos que se esté filtrando y trabajando para evitar fraudes en el Padrón, pero se deberían establecer cauces para atender con celeridad determinadas situaciones de emergencia social como ésta”, reclaman.