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Vuelta a casa

Si uno sale de vacaciones fuera de Ceuta con ilusión, no es menor con la que se vuelve. Al menos a  quienes, como yo, nos ata un proyecto de vida sólido y voluntario con la ciudad, lejos de otros intereses crematísticos o fiscales, tan al uso por desgracia.
No soy persona de viajes, de saraos ni de movimientos veraniegos. Gusto del retiro en mi rincón habitual disfrutando del placer de la paz, del chapuzón, de las largas caminatas a la caída del sol y de la lectura placentera. Aún así y todo, no me olvido de Ceuta, qué quieren que les diga.
En ese sentido, grande ha sido mi satisfacción este agosto. A los ‘faristas’, nos resulta difícil pasar un día sin leer nuestro diario, aunque sólo sea de corrido. Pues bien, gracias al modelo de recepción vía ‘e mail’, puntualmente cada mañana, la edición completa en papel del periódico estaba en mi ordenador con la misma frescura que si traído del kiosco se tratara.
Soy de los convencidos de que, a pesar de que cada día se vendan menos periódicos impresos al modo tradicional, todavía a estos les queda una larga vida por delante. La facilidad de su manejo, su fácil y agradable lectura y el propio placer de sentirlo en las manos, dista todavía mucho de la frialdad de los formatos electrónicos.
Distinta es esa suscripción que, por un poco más de la mitad de lo que vale el ejemplar de papel, puedes recibir en tu lugar de vacaciones y, muy especialmente, para aquellos que residen permanentemente fuera de la ciudad. No es ya cuestión de precio sino el lujo que supone disponer con puntualidad del ejemplar del día.
De tal suerte he podido seguir al detalle la actualidad, como es el caso de las lamentables acciones de protesta protagonizadas por ese contingente de subsaharianos, la mayoría de ellos llegados por vía marítima y en muchísimos casos tras ser previamente rescatados por los servicios de salvamento, incrementándose así una población de ilegales que parece volver a tiempos en los que el fenómeno de las arribadas era incesante.
Es curioso que esta última afluencia se haya producido paralelamente a los últimos acontecimientos sucedidos en Melilla, y en medio del clima de presión que el país vecino y “amigo” viene ejerciendo sobre nuestras dos ciudades.  A mí no me cabe la menor duda de que Marruecos ha bajado la guardia en su vigilancia costera al otro lado de Benzú, porque cuando sus gendarmes quieren difícilmente algo se puede escapar de su férreo control, máxime cuando el lugar de esas salidas está tan localizado.
La otra cara del asunto son las movilizaciones de este colectivo de inmigrantes ilegales por nuestras calles y plazas. Lamentable. Muy lamentable, especialmente cuando algunos de ellos han caído en la provocación hacia los ceutíes. Yo mismo, sin ir más lejos, fui objeto de insultos esta semana, cuando captaba con la cámara, desde mi ventana, el paso de una de estas ruidosas e insoportables comitivas, cuya imagen ilustra hoy esta columna.
El proceder de estos subsaharianos en nada se parece al de aquellos sumisos y correctos morenitos de antes, especialmente cuando algunos están recién llegados a nuestra ciudad. Resulta preocupante su organización, su constancia, sus estruendos y los modos de los que hacen gala, posiblemente impulsados y manipulados por alguna organización o colectivo de apoyo.
La problemática se adivina larga y compleja, no digamos si se cediera de algún modo ante estas presiones. El seguro efecto llamada sería de dimensiones mayúsculas.
Me resultan del todo ridículas las posturas de quienes defienden que las fronteras se acabaron en este mundo cada vez más globalizado. Pues que prediquen con el ejemplo, buscando para estas personas una ocupación laboral o les abran las puertas de sus hogares de par en par.
El problema no es sólo de España. Lo es también de Europa, que poco se preocupa de poner sus ojos en las fronteras de Ceuta y Melilla para proceder en consecuencia. Pero especialmente para las dos ciudades, a las que nos toca vivirlo a diario.
¿De qué vale acudir a Fitur y a tantas otras ferias tratando de promocionar una corriente turística, para que luego nuestros visitantes se encuentren con espectáculos como los que estamos sufriendo en pleno centro? Y nada menos que en agosto, oiga.

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