A Vox hace tiempo que no le salen las cuentas en su propio partido. No ya con la ciudadanía, sino con su equipo, que es en el fondo lo más grave.
Si te fallan los mimbres ya no sabes ni lo que eres: un grupo político o un club de amigos aficionado a la bronca y a marear la perdiz sobre los mismos temas.
El líder de Vox en Ceuta dice estar sorprendido por la postura de Verdejo. Miente. Desde hace tiempo su relación con él es más bien nula.
Hubiera sido valiente comparecer para hablar claro de por qué los que antaño parecían querer comerse el mundo y a media Ceuta, ahora deambulan como una sombra y reducen su acción política a comunicados que versan siempre sobre lo mismo.
Lo que también debe preocuparle a Vox es si su crisis va a terminar con la baja de militancia de quien llegaba a ser más conocido que su número 1 o esto no ha hecho más que empezar.
En política no hay sorpresas, y menos en un partido del que se han ido descolgando piezas por capítulos. Quienes salen, además, se obsesionan por borrar cualquier vinculación con la formación a la que pertenecieron en un ataque absolutamente pueril.
Nada ocurre por casualidad. Y como esto es así, resulta más valiente hablar en abierto de la crisis de partido. Más que nada porque hay una militancia a la que se le debe respeto.
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