‘Volver’: las historias de Ananou, en una exposición en Rabat

Rabat acoge desde el pasado 9 de septiembre y hasta el próximo 27 de octubre la exposición fotográfica del melillense de nacimiento y ceutí de adopción, Hamadi Ananou. Bajo el título ‘Volver’ se presenta un compendio de imágenes que vienen a reflejar parte de su vida. Instantáneas que son meras ladronas de los sentimientos que ha tenido Ananou en sus viajes por Europa y África y que ahora están colgadas en la prestigiosa  Villa de las Artes de la Fundación ONA de Rabat.
Dice el periodista Juan Carlos de la Cal en la presentación de la muestra que definir a Ananou “es tan complejo como su propia obra”. Quizá por ello más que atreverse a definirlo hay que entenderlo a través de la materialización de su mirada, de su forma de ver las cosas, en un abanico de poco más de 60 fotografías. En ‘Volver’ se mezcla el color con el blanco y negro, momentos de los años 80 con otros más recientes, y todo ello en torno a miles de sensaciones, de expresiones, de enfados, de risas, de rostros y de paisajes. Cada fotografía tiene una historia, cada momento roba una situación que nunca más volverá a repetirse y todas juntas expresan parte de la vida de Ananou. Y también de su familia, de su inseparable Fati, de sus dos hijos que han disfrutado y pacientemente aguantado muchas de esas paradas inesperadas de un padre que, en los viajes familiares necesita parar el tiempo, sacar su cámara y adueñarse  para siempre de algunos instantes de eso que llamamos vida.
De las 26 exposiciones que salpican la vida de Ananou, ‘Volver’ es la primera que tiene lugar en Marruecos. Quizá porque antes las ofertas que le habían hecho no le terminaban de convencer hasta ahora, cuando se ha reconciliado con su asignatura pendiente trasladando su arte al otro lado de la frontera y entrando por la puerta grande, aprovechando además la celebración del Año Internacional de la Fotografía. “Esta oferta era muy apetitosa, sobre todo por el lugar, por la fundación... por todo”, confiesa Ananou.
En la muestra aparecen dos fotografías tomadas en los años ochenta. Dos de sus primeras fotos a las que Ananou tiene especial cariño y que nunca antes habían sido expuestas. El resto son de épocas posteriores y algunas ya habían formado parte de otras exposiciones que jalonan el historial de Ananou. ¿Cómo definir esta muestra? Es una manera de hacer público su “álbum personal, mi recorrido grato en el trabajo. Es un álbum que quería compartir en mi primera exposición en Marruecos para enseñar parte de mis trabajos”, señala. “Son parte de mis 31 años de fotografía”, añade.
Más de tres décadas de una afición que le llegó a Ananou por sorpresa. En su familia no hay antecedentes, pero él se dejó atrapar por la magia cuando de pequeño veía cómo se metía un papel en un líquido y salía una imagen. Para él aquello era fantástico y permitió que esa magia le fuera atrapando poco a poco, marcando una vida con trabajos vinculados a los medios de comunicación, cubriendo eventos de ámbito internacional a través de agencias de prensa, moviéndose también en el ámbito publicitario y participando en exposiciones como la de ahora.
Su primera paga dada por sus padres se la gastó en una cámara, “de aquellas que eran de plástico”, y poco a poco fue dedicando su vida, sus ahorros y su tiempo a lo que para él ha sido y es algo más que una afición.
Confiesa que le apasionaba eso de revelar los carretes y eso de ir mejorando cada vez más, en definitiva, de rodear a esa palabra mágica: aprender. Terminó en una de las mejores escuelas de fotografía del momento, la Kinex de Madrid y ya en los ochenta creó un estudio fotográfico especializado en books para modelos y cofundó su propia agencia trabajando para reportajes y trabajos solicitados por los principales medios de comunicación en distintos puntos del mundo. Eso de la fotografía digital todavía no va mucho con Ananou y no duda en llamarla el ‘fast-food’  (comida rápida) de la fotografía. “Todavía no estamos llegando a la calidad de la diapositiva”, apunta. Lamenta que se pierdan los tiempos, los cánones, como también lamenta que el papel del fotógrafo en un periódico se menosprecie por algunos editores. “El fotógrafo siempre ha sido tan valorado como cualquier otro periodista, incluso hasta un poco más porque tenía que hacer más desplazamientos, ir de aquí para allá. Hoy en día se desprecia un poco este trabajo... se piensa que como con el Photoshop se puede arreglar todo... que todo vale. Cada día es más difícil vivir de la fotografía”, indica. Educar la visión es lo que ha hecho durante toda su vida, al igual que otros compañeros, para saber estar ahí, en los momentos y atraparlos. La fotografía como arte, como mensaje tiene su sitio. Y en el caso de Ananou ha tenido muchos sitios, muchos espacios, variados lugares. Ahora ha quedado parada durante unas semanas en Rabat.
La ristra de fotografías de ‘Volver’ esconden momentos claves en la vida de Hamadi en los que ha acertado en esa combinación mágica de encuadrar, disparar y captar una esencia que comunique algo. Miradas, gestos, paisajes, detalles se dan la mano en esta muestra en la que curiosamente ninguna de las imágenes está expuesta en papel. “He intentado trabajar materiales nuevos: el metraquilato, la madera, la piedra... todo en impresión directa. Hay fotos que van desde dos metros y medio hasta la más pequeña que tiene de dimensiones un 50x60. Cada una es un mensaje, algunas pueden ser hasta cuentos”, apunta, mostrando la imagen captada en 2010 en una pensión de Essaouira, que refleja el gesto a caballo entre lo altivo y desafiante de tan sólo una niña. “Es la hija de la dueña de la pensión, que tiene un orgullo increíble”, sonríe Ananou. Un orgullo que quedó robado en una de las instantáneas que cuelgan ya en la muestra. “Con ver la foto se transmite lo que es el espíritu”. Cerca de esta historia, otra: la que ha servido para ilustrar el catálogo de la muestra, que fue tomada en el año 2006, en Abla-Hassi Lebied, al sur de Marruecos, en la frontera con Argelia. ¿Qué hay detrás de esa mirada? La historia de una niña que pertenece a un pueblo de esclavos que sirven conservando su idioma, se les conoce por la música que hacen y proceden de Guinea. Fueron traídos como esclavos a Marruecos pero siguen conservando su raza, su música y su idioma. La fotografía captó esa mirada de una niña que quiere su libertad mientras arrastra una vida de sometimientos.
En la ristra de instantáneas expuestas por Ananou también aparece Ceuta. “Siempre está presente porque para mí Ceuta debe y tiene que estar”, añade.  En la muestra hay una parte de la galería dedicada únicamente a retratos y otra a paisajes, a momentos del recorrido escalonado que ha jalonado la vida fotográfica del autor. Casi el 50% son imágenes de Marruecos, mientras que el resto son momentos robados en otras partes del mundo.
Hay imágenes en las que predomina el color arrastrando su simbología, y otros en los que se ha intentado captar el movimiento: hacer lo más complicado, detener el tiempo pero permitiendo que el movimiento, en efecto óptico, persista. Esto lo ha conseguido en su peculiar homenaje a Van Gogh con una imagen tomada en Roma en 2009.
La muestra combina imágenes en blanco y negro pero también en color, algo que no ha predominado en otras exposiciones que se muestran en el país vecino. Entre las fotografías una de las primeras que tomó el autor en Mekinés, en 1980, en donde se capta el momento velocidad de una noria de madera que se pone en funcionamiento, cargada de chiquillos, durante las fiestas en honor a un santón chií celebradas en una aldea; o la de una niña, captada en Imlchil, en 2007, cuya fuerza radica en la mirada. Esta foto está colgada en una sola pared de la exposición y tiene tanta fuerza su mirada que se sitúe donde se sitúe el visitante se topará con esos ojos. “Es un poco el efecto Gioconda, te sigue por donde te mueves. Fíjate la anécdota, que incluso el conservador de la sala ha cambiado de sitio porque me decía que lo tenía todo el rato vigilado”.
Hay más historias, más mensajes, más cuentos. Pero para enterarse de ellos hay que acudir a Rabat, a la Villa de las Artes, antes del 27 de octubre para dejarse envolver por ellos.Merece la pena. El sueño del triunfo en un espejo
Ananou juega mucho con los sentimientos, con los deseos y los sueños. Esta imagen es de una ceutí que se muestra ante el espejo sonriente ante sus sueños, sus metas por triunfar en el mundo del ballet. Una imagen limpia y transparente. De Ceuta. El pueblo del color
Los niños y sus miradas, sus rostros y sensaciones forman parte de un buen cúmulo de fotografías de Ananou. Como esta en la que aparece un niño en el pueblo de los colores, Chaouen. El azul, limpio, claro, se completa con lo que refleja este niño que empieza a dejar de ser un bebé. La mirada de un niño y cómo le ven los demás
Jugar con la mirada de un niño, enfadado, durante el desarrollo de un rastro en Viena, mientras los demás contemplan, en otro juego de miradas que se refleja en un espejo, lo que está ocurriendo. La expresividad de esa mirada real y la reflejada da lugar a esta imagen. ¿Dónde está el artista?
¿Qué capta la fotografía, al artista o al lugar donde trabaja ese artista? En esta fotografía de Ananou el protagonismo se lo lleva el lugar en donde trabaja el pintor Antonio López, quien queda reflejado en este espejo. Con ella se ha logrado llegar a la interioridad del autor.

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