Hoy comienzan de nuevo las clases en Ceuta, así lo marca nuestro calendario lectivo.
Esta Navidad, muchos docentes que tenemos familia en otras tierras, hemos optado por quedarnos en la ciudad. Han sido unas navidades atípicas: pertrechados en aras de la precaución, autoconfinados, autoexiliados, desterrados por un virus que se nos ha metido en el cuerpo y en el alma, escondidos en las casas, apostados en barricadas recibiendo las noticias que nos iban llegando del mundo, combatiendo a los negacionistas y esperanzados con una vacuna que es lo más parecido a un bote salvavidas en un naufragio.
Nos quedamos, pero Ceuta es una especie de cielo protector que abraza a los que, circunstancialmente, hemos perdido la tierra que nos vio nacer y andamos en una diáspora, buscando a nuestros seres queridos.
Yo soy de Elche y, aunque ya previamente había decidido no emprender rumbo a la ciudad ilicitana, perimetraron la comunidad Valenciana a última hora.
Allí, mi madre, con 83 años y enferma, aquí, mi compañero de piso con 76 años. Tuve que tomar la decisión de coger el petate y cambiar de casa. Carretera y manta, que se dice en mi pueblo.
Mis vacaciones caballas fueron distintas pero agradables, esta ciudad es mágica y misteriosa, siempre descubres algo o conoces a alguien, Desde que residiendo aquí, y ya va para 16 años, me he imaginado a Ceuta como el Macondo de García Márquez. "Cien años de soledad "o el amor en tiempos del covid"
Hoy se abren los Centros, volvemos a empezar este segundo trimestre incierto y expectante.
A lo largo del día, un bombardeo de noticias han minado el camino a las aulas:
Si se suspenden las clases, si no hay clases para los alumnos, si los profesores debemos acudir a trabajar, si solo van los que no hayan salido de Ceuta, si te haces un PCR, si no te haces un PCR no puedes asistir al colegio, si no te justifican la ausencia, si, si, si, si. Todo, eso en un tono amenazante y coercitivo.
Parte de la sociedad piensa que los docentes somos gente sospechosa: vagos, llenos de vacaciones, irresponsables, vividores y demás ínfulas. No lo entiendo, pero ahí está. Lo que me resisto a entender es que la administración educativa, para la que trabajamos, piense lo mismo.
A unas horas de la vuelta, no tenemos claro lo que hay que hacer mañana.
Todo son rumores en una vergonzosa planificación, muy bien resuelta en otras comunidades.
Pensaba que el Ministerio de Educación debería servir de ejemplo a la comunidad educativa de la Nación.
¿Y qué hacer ante tanto despropósito? Asistiremos a una jornada de ventanas abiertas, sin alumnos, escuchando los timbres del cambio de clase, silenciados, tal vez, por el cañonazo de las doce en punto.
*Carlos Antón Torregrosa es Profesor de Filosofía del IES Luis de Camoens
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