Es cierto que la situación se ha complicado seriamente en numerosos países, en algunos con características de tragedia y no se sabe cómo llegarán a alcanzar la normalidad o si, desgraciadamente, pudiera complicarse aún más la vida de cada una de las personas que en ellos habitan. Es el ser humano quien, en definitiva, ha de hacer frente, personalmente, a todas y cada una de esas dificultades y no parece que su preparación personal sea la debida; es escasa y no pocas veces desorientada. Sólo el instinto de conservación le sirve de asidero para no hundirse totalmente.
En nuestro país estamos, por segunda vez en pocos meses, recibiendo una avalancha de discursos con los que se trata de convencer a la gente para que adopte una u otra postura, entre las varias posibles, para permitir el acceso al poder de uno u otro candidato. Todo ello de forma excesiva y repetitiva, que llega a cansar por mucha que sea la voluntad de querer entenderlos con claridad y, sobre, en el fin que tratan de alcanzar.
Nuevamente aparece, aquí, la necesidad de la formación personal, completa y profunda del ser humano. Es cierto que cada persona tiene unas características propias, pero a todas y cada una de ellas se ha de hacer llegar la posibilidad real de hacerla más capaz de entender con exactitud todas y cada una de las cuestiones que en la vida se presentan a los seres humanos. Esta es la grandeza de la educación; el hacer que toda persona pueda vivir serenamente las dificultades que, necesariamente, se le van a presentar, que tenga fe, que sepa que su vida sirve, que sabe para qué ha venido a esta tierra
A veces, por desgracia, no lo sabemos y vamos por la vida sin la orientación adecuada, gastando nuestras energías en acciones sin valor y no pocas veces dañinas para nosotros mismos y para los demás. Estamos obligados, todos, sin exclusión alguna, a hacer que nuestra vida sirva para servir a los demás, para hacer que el camino a recorrer lo puedan hacer con serenidad a pesar de las dificultades que, sin duda, van a encontrar; como cualquier otra persona en su camino a recorrer por muy bonito y atractivo que pueda parecer.
Nadie debe creer que puede vivir felizmente si ha dejado a alguien en el camino, abandonado a su suerte, sin haberse preocupado de proporcionarle los medios necesarios -materiales y morales - para hacer frente con éxito a esas dificultades que va a encontrar. Serán unas u otras, a veces horribles y otras veces más simples, pero en cualquier caso el ser humano ha de tener la capacidad necesaria y suficiente para hacer frente a cualquier cosa que atente contra su dignidad.
Cuando se conoce a alguna persona ya se establece una vía de comunicación que debe ser utilizada para hacerle llegar algo de lo que necesita. A veces será el simple saludo, el hacer amable el encuentro aunque sólo sea fugaz; pero si se puede dedicar algo de tiempo para hablar, aunque sólo sean unos pocos minutos, hay que abrir el alma y mostrar el horizonte infinito del amor a la verdad y al servicio de toda cuanta persona se pueda necesitar esa muestra de amor..
De esa dedicación, en todo lugar y ocasión, de servir a los demás, depende que en todo el mundo se pueda llegar a vivir serenamente las dificultades y a tratar, con decisión, de que sean mínimas y hasta que desaparezcan de nuestras calles y de cualquier lugar del mundo. Es mucho el dolor y las penalidades que se están padeciendo, en todas partes, y sólo podrán ser evitadas o resueltas con la entrega personal, de cada cual a olvidarse de si mismo y dedicar la vida a los demás.
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