Opinión

Vivir en la tormenta de la depresión

No es fácil salir del túnel de la tristeza en la que, por situaciones desconocidas, somos engullidos. Existen etapas en la que la nostalgia y la melancolía impregnan todo lo que hacemos y pensamos. Experimentamos caer en arenas movedizas en las que miramos nuestro cuerpo inerte en la fugacidad de un pasado que va desapareciendo todos los instantes del día y en las eternas noches de insomnio....Queremos perdernos en la viscosidad, en la oscuridad, en la desesperanza difuminada en los pensamientos de las horas pesadas como plomos.....y pasa el tiempo en una amalgama de colores grises negruzcos emborronados en la paleta del pintor sin paisaje en el que expresar sus emociones.

Y es la ansiedad la que nos enseña la ferocidad, el miedo paralizador, la tela de araña envolvente que nos impide gritar, llorar, comunicarnos para pedir ayuda.

Vemos en la nada una liberación, en el olvido una meta, en la autodestrucción una recompensa.

En esa ceguera sorda, deambulamos a trompicones por caminos desconocidos del alma, por laberintos que llevan al mismo sitio, a ningún sitio.

Y en esa noche de lobos, apresados por un miedo ancestral, por una angustia existencial, oímos una voz que nos llama, una tenue resistencia a luchar por no precipitarnos al vacío...en ese instante miramos una especie de amanecer, un motivo para no abandonarse, un segundo de cordura. Y así volvemos a alejarnos de una tormenta en la que perdimos la nave que habitábamos

Somos náufragos, pero buscamos una isla para comenzar de nuevo. Nos hacemos fuertes y andamos en un océano sin conocer el nuevo destino. Tal vez nuestro nuevo viaje sea hacia ninguna parte, pero seguimos nadando y en ese nadar, volvemos a sentirnos dignos de nosotros mismos sin importarnos hacia donde nos dirigimos. No importa la brújula ni el cuaderno de bitácora...el mar es la vida recuperada.

Yo he sentido esa lluvia de emociones, ese río plagado de desfiladeros...pero vuelvo al inmenso mar, cada vez más azul. Y en esta ética para náufragos comienzo de nuevo mi viaje.

* Carlos Antón Torregrosa es profesor de Filosofía del I.E.S Luis de Camoens

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