Categorías: Opinión

Vivienda social y ciudad popular

En estos momentos se está librando una dura pugna entre los partidos políticos y las fuerzas sociales emergentes y la forma de hacer política tradicional que representan los partidos políticos que protagonizaron y se beneficiaron de la transición durante el proceso de restauración democrática.

Del resultado final dependerá si se realizan las reformas necesarias (segunda transición política hacia la democracia avanzada) para que nuestra estancada democracia se regenere y también avance hacia mayores cotas de participación ciudadana. Actualmente la política se ha convertido más en una suerte de burocracia que gestiona los presupuestos al servicio de los mercados que en instrumento de progreso y transformación social. Suceda lo que suceda en el mundo social, los procedimientos administrativos estarán por encima de cualquier realidad que requiera actuación y decisión. Cuantos más departamentos haya y mayor sea el volumen de la administración más chicos listos por oposición o disposición clientelar del partido político estarán dispuestos a fastidiarse los unos contra los otros con tal de enardecer su chifladura del ego. Paralizaciones, retrasos, contradicciones e inacción son síntomas inequívocos de la necesidad de adelgazamiento y renovación de la administración. Estamos ante un sistema obsoleto y caciquil que necesita de la regeneración democrática urgentemente para resolver muchas cuestiones que provoquen el ascenso ético de la administración pública: como por ejemplo dotarnos de instrumentos que penalicen los silencios administrativos (el ayuntamiento de Ceuta lleva años sin respondernos a diversos escritos) o persigan los dispendios de políticos delirantes en obra civil innecesaria o activen investigaciones de la fiscalía del estado sobre determinadas declaraciones públicas de cargos políticos que disculpan a determinados grupos empresariales de sus episodios de contaminación, por cuartada técnico-burocrática.
El avance en el sistema deberá servir para más cosas y entre ellas está con toda seguridad la renovación de los planteamientos urbanísticos que al estar dotados de mayor músculo participativo real, y no burocráticamente ficticio, permitirá un consenso social sobre los planes generales de ordenación urbana. En cualquier caso y siendo prácticos deberá servir para frenar tanto pelotazo especulador dilapidador de nuestro patrimonio territorial y arquitectónico y por supuesto para impedir que se lleven a cabo proyectos tan infames como las torres del Sarchal o tan costosos e inapropiados como la manzana del Revellín. Un nuevo concepto para entender el urbanismo y practicarlo entre todos debería surgir de esta nueva forma de hacer política. El urbanismo no puede reducirse a la implantación de una abstracción delirante de arquitectos desnaturalizados y sin contexto urbano humanizante que miran la ciudad jardín a través de sus planos. El urbanismo es solo un sistema organizativo que está supeditado al territorio y sus gentes; en muchos aspectos, como diría Jane Jacobs, funciona como un sistema complejo organizado y por lo tanto tiene bastante que ver con las ciencias de la vida y muy poca relación con la física y menos con la estadística que se encarga más de analizar a los sistemas complejos desorganizados. Dicho de otra forma, los ecosistemas naturales tienden a la complejidad máxima de especies y relaciones y es en las redes de relación en los que se basa su éxito. Nosotros  somos una especie animal que replica, como es lógico, los sistemas naturales para sobrevivir y que necesita cierto grado de diversidad para progresar y para que su ambiente urbano sea exitoso. Claro que una Taiga no tiene la complejidad de un arrecife de coral y sin embargo son dos ecosistemas exitosos en sus respectivos entornos naturales. Por lo tanto, planificar una urbanización no se puede hacer descontextualizadamente en un despacho-estudio soñando con Le Corbusier. Cuando se hacen estas cosas entonces se producen los cajones de pisos que nos han plantado en Loma Colmenar que simplifican las realidades urbanas complejas haciendo casitas simétricas y tétricamente aburridas y monótonas. Es una desalentadora sucesión de vacuidad sin conexión con la vitalidad de la diversidad humana de nuestros barrios populares. Además animan el transporte privado pues el lugar está alejado de todo y se necesita el coche para llevar a los niños a la escuela, para comprar comida, ropa y prácticamente cualquier cosa y acceder a servicios culturales tan básicos como una biblioteca pública. Así este nuevo barrio, al igual que otros de su estilo se ha convertido en una forma más de esculturación de la ciudad meramente contemplativo en la distancia sin entender que la ciudad no es un campo de experimentos para artistas de la arquitectura sino que en realidad la construcción de la ciudad es en su expresión excelente el propio arte de vivir armoniosamente con los demás y con el territorio. En vez de esta intervención se podrían haber planteado otras posibilidades, entre ellas la rehabilitación vecinal del barrio del príncipe pues seguro que habrá muchos vecinos que si bien necesitaban una casa se hubieran quedado bien a gusto dentro de su vecindario si se les hubiera dado la opción. Un vecindario como este, con delincuencia y marginación, tiene importantes hándicaps en su contra pero también tiene a su favor que ya está organizado a escala humana y solo se necesita un empujón para desarrollarse a través del consenso y de la cooperación vecinal. Además está dotado de pequeños negocios que proporcionan un gran número de indispensables servicios al vecindario.
Si en vez de construir lo más fácil y simplificado se hubieran implantado nuevos bloques de viviendas en zonas del príncipe dónde se las necesitara habríamos revitalizado en parte la población del barrio y posiblemente fidelizado a muchos de sus habitantes que ya no necesitarían coger un transporte privado para comprar muchas de las cosas que encuentra en sus calles. Los pequeños edificios de vivienda social que se encuentran en la entrada del barrio del príncipe no son malos ejemplos de lo que estamos comentando. Seguramente habrá razones economicistas para explicar el porqué de esta nueva urbanización pero también mucha inercia burocrática, despotismo político y desde hace algún tiempo también la sombra de la presunta corrupción política (según se ha visto en el caso del anterior gerente ahora imputado) y denunciado por el propio ayuntamiento. Llevar la ciudad jardín a todos no es necesariamente bueno per sé cuando nuestras actividades socioeconómicas (entiéndase en relación a la economía de barrio) tienen otras tendencias de índole ecosistémico. Puede estar cargado todo de buenas intenciones y materiales de calidad pero nada de eso asegura el éxito. Ni siquiera es bueno que la administración actúe como una promotora de la construcción y mejor nos iría si pudiéramos desarrollar un sistema de subvenciones a los alquileres y a la rehabilitación de viviendas que favoreciera que la gente que este a gusto se quede en sus barrios. Esto sería creer en Ceuta y apostar por la ciudad popular de los vecindarios que todavía no ha dejado de ser nuestra ciudad.

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