Unos escritos que pasaron más años en el cajón guardados que los que pasó su autora en prisión. El diario que Dolores Botey Alonso (Madrid, 1919 – Barcelona, 1982) escribió durante un viaje a Londres, se quedó olvidado hasta que su hija Catalina París Botey lo recuperó mientras buscaba entre las cosas de la casa. Hasta entonces, “nadie más habló de ellos”, confiesa París a El Faro.
Desde que llevó estos apuntes a una imprenta, donde les dieron forma y consistencia, la idea de que se convirtiese en un libro creció dentro de su hija. “Se lo quería regalar por su cumpleaños”. Ese manuscrito se quedó listo pero no fue hasta años después cuando París se lo mostró a amigos escritores, quienes le dieron el impulso definitivo a esta obra: Memorias de una anarquista. Diez años, tres meses y 120 horas de prisión.
Un libro que se presenta hoy, en la Biblioteca Pública del Estado, a las 19:30 horas y en el que intervendrán Francisco Sánchez Montoya y la Plataforma Feminista de Ceuta.
“Las memorias de Dolores Botey Alonso nacen en la intimidad de una vida en plenitud. Sin una invitación expresa a su lectura, sin una intención más allá que la del mero recuerdo nacido de la necesidad de contar una experiencia, pero que al ser editada en las páginas de este libro adquieren una dimensión pública”, cuenta París.
La “necesidad de desahogo”, pero también la búsqueda de la justicia o el deseo de dar a conocer lo vivido fueron algunos de los motivos, continúa esta mallorquina, “que le llevaron a escribir sus memoria de cautiverio”. Una de tantas mujeres que pasó años de su vida en la cárcel de mujeres del Sarchal de nuestra ciudad.
Y todo, por ser apresada en los comienzos de la Guerra Civil en su trabajo: las oficinas del sindicato CNT de Madrid. En la misma guerra murió su madre, durante uno de los primeros bombardeos a la capital por parte del bando sublevado. La propia contienda también hizo que sus hermanos se desperdigaran por distintos puntos del frente.
Los años en prisión aumentaron su percepción de la importancia del concepto de la libertad. Su hija, durante la presentación de este libro en la Universidad de Valladolid, lo definió como “palabras libres entre rejas”.
“El ser libre, pero libre desde dentro del corazón, porque cuando ella salió de la prisión, es muy interesante en la obra lo que escribe y el desengaño tan grande que tiene porque se creía que podría hablar, expresarse y se da cuenta de que nadie habla, nadie se expresa, nadie dice nada”.
Al salir de prisión, durante el trayecto en taxi, notó esa cárcel autoimpuesta de la sociedad de la posguerra. “Vuelve a Madrid pensando que todo habría cambiado mucho, nadie le dijo nada, ni una palabra y la dejó cuanto antes mejor. Se dio cuenta muchos años después de la guerra y habiendo salido de prisión seguía estando encarcelada en este sentido el pensamiento”.
Finalmente, esa libertad por la que luchó toda su vida llegó a través, primero, de la Universidad de Alcalá de Henares, y segundo de la editorial Lleonard Muntanet, quien respetó a rajatabla el deseo de la hija de Dolores: “Que no se quitase ni una coma”.
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