Opinión

Vivas, el alquimista

La ciudad no es un fruto espontaneo. Es el resultado de un prolongado avatar histórico protagonizado por muchas personas a lo largo de los siglos. La mayor parte de la Ceuta antigua, medieval y moderna ha desaparecido debajo de una ola de hormigón que ha llegado a ser un tsunami en los últimos tiempos. Tras el paso de esta ola gigante han quedado algunas ruinas arqueológicas, las sólidas murallas y algún que otro monumento aislado. Todo lo demás, incluido calles enteras, ha sido sacrificado en honor del tan cacareado progreso económico. Hemos perdido muchos vestigios materiales, pero lo más valioso que nos han robado ha sido el espíritu de Ceuta. Ciertos hallazgos arqueológicos nos permiten aproximarnos a cómo era la Ceuta desaparecida, al conocimiento de los trabajos con los que se ganaban el sustento nuestros antepasados y sus formas de entender la vida, la trascendencia y la muerte. Sabemos también algo sobre sus ideales, sus pensamientos, sus símbolos, sus aspiraciones y sueños, así como la manera de expresarlos en la cultura y el arte. Muchas de sus aspiraciones quedaron inconclusas, pero permanecen ocultas bajo tierra, como si de semillas se tratasen. Unas semillas que podrían germinar en la actualidad para renovar nuestros paisajes, nuestra economía o nuestra cultura. Cada vez hay más ciudades que han hecho de su pasado, su presente y su futuro. Nosotros todavía no hemos sido capaces de aprovechar nuestro rico y diverso patrimonio natural y cultural para cimentar con fuertes pilares nuestra economía y nuestra identidad cultural.

Actuar en el presente si un previo conocimiento del pasado y un mínimo ejercicio de anticipación histórica supone un gesto de insensibilidad, egocentrismo, narcisismo, intolerancia e ignorancia supina. Y hacerlo, además, si contar con nadie, constituye un claro ejemplo de despotismo “desilustrado”. La ciudad no puede ser transformada de manera unilateral y dictatorial por ninguna administración pública. La ciudad nos pertenece a todos, y cuando decimos a todos también incluimos a los ciudadanos del pasado, a los presentes y a los futuros. Resulta evidente que no podemos consultar nuestros proyectos urbanísticos a los que ya no están con nosotros ni tampoco a los que todavía no han nacido, pero debemos pensar en ellos. A los primeros por respeto por la ciudad que nos dejaron como legado y a los futuros porque van a ser quienes la padezcan o disfruten.

No se distingue, precisamente, el gobierno del Sr. Vivas por su transparencia y sentido de la democracia cívica. Están convencido de que los únicos legitimados para tomar decisiones sobre el aspecto de la ciudad son ellos. Los ciudadanos no pintamos nada y nuestras opiniones son ignoradas y despreciadas. Han tramitado un PGOU contando con la opinión de unos pocos, mientras que la de entidades como la nuestra, que llegamos a presentar un documento amplio, bien fundamentado y cargado de propuestas, no merecieron ni una contestación capaz de llenar un folio. Con esta misma prepotencia y arrogancia pretenden ahora remodelar la céntrica Gran Vía ceutí. Van a abrir en canal el corazón mismo de la ciudad y están buscando la forma de no tener ni siquiera que cumplimentar el trámite de exposición pública. De la noche a la mañana desean cambiar la fisonomía de una de las calles más concurridas de Ceuta y los ceutíes no somos más que los figurantes de sus proyectos de cartón piedra. Tanto despotismo y tanta prisa no responde más que a intereses electoralistas. Deben de andar muy preocupados con la exigua mayoría que consiguieron en las anteriores elecciones municipales, que puede reducirse aún más tras la sucesión de presuntos casos de corrupción relacionados con el ente autonómico.

La fórmula favorita que prepara el Sr. Vivas para embaucar a los electores contiene alta dosis de hormigón, ladrillos, plantas y estatuas. En el pasado le ha funcionado bien, así que no tiene dudas en seguir utilizándola. Con el humo que desprende su alambique alquímico pretende ocultar los referidos casos de corrupción, la suciedad de las calles, -por su desastrosa gestión del contrato de la basura-, el desempleo, la crisis económica, la insoportable situación de la frontera y el polígono del Tarajal, el abandono de nuestro medio natural y del patrimonio cultural, etc…Está convencido el Sr. Vivas de que la formula no es que resulte ineficaz, sino que hay que hacerla más fuerte. Quizá, debe pensar, no le ha echado demasiado cemento y le falta una pizca de esencia de estatua. Que conteste que no tenemos nada en contra del arte urbano. Lo que criticamos es la absoluta falta de criterio que hace gala este gobierno a la hora de adornar nuestra ciudad con estatuas por aquí o por allí. No recordamos en que momento echaron a rodar la piedra de las estatuas castrense. Al poner la primera, todos los demás cuerpos militares se sintieron agraviados. Si la legión tiene una escultura, ¿Por qué va a ser menos el cuerpo de artillería, ingenieros o la Guardia Civil? Y si ponemos una escultura a Platón, ¿Qué ha hecho menos Aristóteles o Estrabón para merecer la propia? Ahora parece que van a iniciar una nueva serie sobre los monumentos derruidos en el pasado. La serie se inicia con una escultura dedicada al desaparecido convento de los Trinitarios que existió en Ceuta. Desde luego, aquí han identificado un filón inagotable. Con la cantidad de edificios históricos derribados en nuestra ciudad va a resultar difícil encontrar un sitio libre para tanta escultura conmemorativa.

Resulta un evidente contrasentido destinar medio millón de euros a una escultura sobre un monumento derruido, como el de los Trinitarios, cuando tenemos muchos inmuebles declarados bien de interés cultural que literalmente se están viendo abajo o ya lo han hecho. Un ejemplo: el fuerte de San Amaro. Aún está esperando este insigne edificio histórico que el Sr.Vivas cumpla su palabra de que iba a ser restaurado en poco tiempo. Pero claro, San Amaro no está en el centro. La afluencia de posibles votantes en uno y otro caso es muy distinta. La Gran Vía es paso obligado para todos y aquí la rentabilidad electoral que se puede obtener es mucho más alta. Si, además, la escultura está acompañada de farolas de último diseño, solería reluciente y plantas por doquier, se habrá logrado reconstruir la fórmula mágica de Vivas, el alquimista.

Ironías aparte, es un total despropósito la manera de actuar del gobierno del Sr.Vivas respecto al urbanismo, y a muchos otros aspectos. Desde un punto democrático es una auténtica aberración modificar una de las calles más importantes de Ceuta sin considerar la opinión de la ciudadanía. Se trata de una intervención innecesaria y muy costosa cuya única justificación es la obtención del mayor rédito posible de cara a unas futuras elecciones en la que todo está en el aire. Resulta impropio de una democracia avanzada que a los ciudadanos nos roben nuestro derecho a la ciudad. Ceuta, su imagen y su futuro no son propiedad del gobierno del Sr. Vivas. Ni siquiera, como hemos comentado al principio de este artículo, nos pertenece a la generación actual el derecho de hacer con Ceuta los que nos dé la gana.

Hablaba Italo Calvino en su magistral obra “Las ciudades invisibles” de una ciudad, Maurilia, “en la que se invita al viajero a visitar la ciudad y al mismo tiempo observar viejas postales que la representen como era antes…Para no decepcionar a los habitantes hace falta que el viajero elogie la ciudad de las postales y la prefiera a la presente, aunque cuidándose de contener dentro de límites precisos su pesadumbre ante los cambios”. Nosotros no nos sentimos habitantes de Maurilia, no obstante, sí que nos entristece la sistemática destrucción de nuestro patrimonio natural y cultural. Hay muchos edificios, como el del convento de Trinitarios, que conservó en su interior buena de la antigua Madrasa Al Yadida de Ceuta, que merecían haber sido indultados de su condena al derribo. Fueron otros tiempos, y otras mentalidades, la que ocasionaron el derribo del convento. Aun así se salvaron los artesanados de madera que decoran los techos de la madrasa. A nosotros nos parece que el mejor homenaje que se puede hacer al convento de Trinitarios consistiría en dotar a Ceuta de un Museo de la Ciudad en la que poder exponerse esta maravilla del arte hispanomusulmán y muchos otros objetos arqueológicos que hoy en día permanecen guardados en los almacenes del museo municipal a la espera de que nuestra ciudad cuenta con el museo que merece. Este sí que sería un buen uso de una parte del dinero que el Sr. Vivas quiere destinar a remodelar a la céntrica Gran Vía para su propia gloria política y el recuerdo que él cree que sí merece, a diferencia del valor que le otorga a la historia colectiva de Ceuta.

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