S í; he visto cosas terribles en esta ciudad del Estrecho, tal como viera el personaje de Blade Runner en la constelación de Orión. He visto pongamos: Como se insultaba llamándole traidor e hijo de puta al Sr. Sánchez -presidente del Gobierno de España-, al bajar del coche oficial en la escalinata del Ayuntamiento…
He columbrado con verdadero asombro, como se producía una invasión de niños marroquíes -sacados de las escuelas- avanzar sobre la frontera -enviados expreso por el rey de Marruecos- en soflamas oficiales proclamadas por sus Autoridades.
Y he observado como aquellos que no podían atravesar las vallas, se lanzaban al mar para alcanzar las orillas de las playas de Ceuta a nado, luchando en una agonía sin termino por no ahogarse en el intento.
He visto como la ciudad era ocupada por 10.000 marroquíes -gran parte de ellos niños- deambular por nuestras calles, desde La Almadraba hasta Maestranza; o desde El Príncipe, Los Rosales o Hadú, hasta la Marina y la Calle Real…
Nada ha detenido a esta marea humana ideada, propiciada e instigada por el Gobierno de Marruecos. Nada ha quedado sin que sus huellas pisaran nuestras calles. No; ningún rincón ha quedado sin habitar en esas noches bajos las estrellas desnudas entre un puñado de sueños de libertad y el gesto lastimero de una mano llevada repetidas veces a la boca para expresar el sufrimiento atávico del rostro del hambre…
Pocas veces hemos visto a un gobernante tan “canalla” como a este rey de Marruecos con su propio pueblo. Pues es claro, ahí están las imágenes de cientos de niños nadando en el mar tras el espigón de la frontera, intentando llegar a nuestras playas. Algunos no lo consiguieron, y dejaron sus cuerpos inertes flotando inertes entre las aguas azules, como un sacrificio humano a la barbarie de deshumanización de un monarca que debiera ser denunciado ante la ONU por crímenes lesa humanidad.
He columbrado lleno de verdadera alegría, como en una manifestación en la plaza de África -propiciada por los musulmanes ceutís, por tanto, tan españoles como tú y como yo-, declarar voz en grito ser tan españoles, pongamos: como los ciudadanos de Cádiz, Sevilla, Madrid, Albacete, Salamanca, Valladolid, o los de Las Alpujarras… Y, he sentido tristeza y amargura como la policía nacional cargaba contra estos ciudadanos -yo entre ellos- que soló deseaban que se les considerara con mayúsculas ser sólo eso: españoles…
Si ponemos Hadú por poner el segundo centro neurálgico de la metrópoli, podemos constatar sin temor a equivocarnos que es un barrio a semejanza del oeste americano, digno del más puro “Far West”, sin orden ni concierto, en completo abandono, y sumido en un caos circulatorio donde cada ciudadano hace lo que quiere a la vista de la Policía Municipal que ejerce - mejor dicho, no ejerce- su obligación de poner orden en el tráfico rodado; y, donde los conductores aparcan sus vehículos en doble fila. Y, se van tranquilamente a resolver sus asuntos que serán muchos y difíciles de resolver, porque hasta la media hora no suelen volver a retirarlos y continuar su conducción. Y, podemos preguntarnos: ¿Cuál es el cometido de “Los Municipales” -antiguos Guardias Urbanos- que ni aconsejan ni llaman la atención a los conductores, ¿para que retiren los vehículos aparcados en doble fila como si con ellos no fuera la cosa? Al parecer las normas de tráfico están sólo para los manuales sin ninguna vigencia que tengan que ver con la realidad.
Este botón de muestra que representa “Hadú”, también podemos hacerla extensiva a todo el resto de la ciudad; dónde un centro exultante de papel cuché, donde todo es adorno y farolaje de ciudad de postal “pa está bonita”, se contrapone con el resto del municipio donde el abandono y “el tercer mundismo” está a la orden del día por doquier y son sus señas de identidad.
De tal manera, que acabamos el presente artículo como lo principiamos, a saber: «Sí; he visto cosas terribles en esta ciudad del Estrecho, tal como viera el personaje de Blade Runner en la constelación de Orión. He visto pongamos: Como se le insultaba llamándole traidor e hijo de puta al Sr. Sánchez -presidente del Gobierno de España-, al bajar del coche oficial en la escalinata del Ayuntamiento…»
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(*) (Lágrimas en la lluvia es el monólogo final del replicante Roy Batty (interpretado por Rutger Hauer) en la película Blade Runner (1982) de Ridley Scott)
Escrito en sus versiones iniciales por David Webb Peoples, fue parcialmente modificado por el propio Hauer la noche antes de filmar.1 Ha sido considerablemente analizado e influyente en el mundo de la literatura y de la ciencia ficción. El extracto del monólogo también aparece como parte de «Tears in Rain», última pista de la banda sonora oficial de la película. Monólogo final de Roy Batty
Momentos antes de morir, el replicante Roy Batty dice a Rick Deckard, mientras llueve:
I've seen things you people wouldn't believe. Attack ships on fire off the shoulder of Orion. I watched C-beams glitter in the dark near the Tannhäuser Gate. All those moments will be lost in time, like tears in rain. Time to die.
Traducción literal
Yo he visto cosas que vosotros no creeríais. Naves de ataque en llamas más allá del hombro de Orión. He visto rayos-C brillar en la oscuridad cerca de la Puerta de Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán en el tiempo, como lágrimas en la lluvia. Hora de morir.
El actor Rutger Hauer sugirió acortar el monólogo escrito por David Peoples y añadir «will be lost in time, like tears in rain».
Joanne Taylor, en un artículo sobre film noir y su epistemología, habla sobre la relación entre la ópera de Wagner y la referencia de Batty, y sugiere que Batty se alinea con el Tannhäuser de Wagner, un personaje que ha caído en desgracia con hombres y con Dios. Tanto el hombre como Dios, como ella afirma, son personajes cuyo destino está más allá de su propio control.8
Discurso en el cine de ciencia ficción, es el de las palabras finales de Batty». También indica que «subraya las características humanas del replicante, mezcladas con sus capacidades artificiales».
Jason Vest, en Future Imperfect: Philip K. Dick at the Movies, valoró la escena señalando que «La diestra interpretación de Hauer roba el aliento con su suave evocación de recuerdos, experiencias y pasiones que han guiado la breve vida de Batty».
«[David Peoples] hizo una cosa que me hizo llorar y no está en mi libro [...] Era una escena entre Roy Batty y Rick Deckard [...] Cómo tomar esa escena, retener la confrontación, y con todo saber manejarla artísticamente [...] la revisó de forma sustancial, y me conmovió hasta las lágrimas».
—Philip K. Dick, acerca de la escena tal y como aparecía en el guion de rodaje.
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