Este año me pillaba la festividad de Nuestra Señora la Virgen de África fuera de Ceuta, pero la cercanía hacía fácil no resistirse a venir, aunque en principio sólo fuera para verla “andando” durante unas horas por nuestras calles.
Un año más nuestra Patrona se mostró en todo su esplendor, gracias a unos cuidados y esmerados actos y cultos: bien fueran de presentación al pueblo, de novena, procesión o de veneración final con la que se dio por finalizada su salida del camarín y anuncio de su regreso a la hornacina barroca donde habita todo el año.
De todo ello, que se cuenta sencillo, sabemos de su complejidad por la cantidad de variables que en tan pocos días se dan cita y que, inevitablemente, Hermana Mayor y Párroco tienen que afrontar con la mejor disposición posible al frente de sus respectivos equipos de trabajo. El desgaste emocional y físico es grande, pues atender a los fieles y autoridades es tarea que requiere una permanente presencia en el templo; bajar y subir la Virgen y realizar su exorno, el de su paso y del Santuario, son tareas fuertes y que se hacen contra reloj y en horas nocturnas; preparar la petalá, por ejemplo, es también labor intensa que necesita estar coordinada para que culmine en esa ilusión óptica de ver “nevar” por Jaudenes, que para eso nuestra Señora de las Nieves y Virgen de África se celebran el mismo día.
Si alguien piensa que la devoción a la V. de África cae del cielo por sí sola está bien equivocado y más en esta tierra por causas que no creo haga falta explicar aquí
Cuando miro atrás en el tiempo, ahora que se conmemora el 75 aniversario de su coronación canónica, me viene a la memoria la celebración de los 50 y la polémica surgida en aquel tiempo sobre la salida procesional o no de la Patrona.
¡Cuánto se escribió entonces a favor y en contra! ¡Y que atenta estuvo la Autoridad eclesiástica para rectificar su inicial negativa ante la polémica surgida!
Claro que ante la que se le venía encima no le quedaba otra. Rectificaron, pero hubo eclesiásticos gaditanos que no perdonaron la afrenta que parecían recibir de parte de la feligresía ceutí, así que alguien tenía que pagar la rectificación y lo pagó el Vicario de entonces, D. Salvador Gómez Sánchez de la Campa, poco recordado por cierto y que fue obligado a marchar a la parroquia de Valdelagrana, no precisamente como premio por solucionar el desaguisado producido y provocado por otros. Hasta allí fui a verlo con mi esposa, participamos de la misa vespertina y le entregamos un cuadro de la Virgen de África que agradeció con muestras de cariño.
Visto el transcurrir de los años y comprobando como la devoción a la Virgen de África se ha ido no solo manteniendo sino incrementando, cabe pensar que fue un acierto aquella reivindicación. Los que sentimos a la Virgen de África como parte importante en nuestras vidas sabíamos que estaba en juego el propio ser de la Imagen y la Hermandad, ya que de no salir Su presencia quedaría restringida al camarín y la Hermandad terminaría siendo un traspantojo de sí misma, lo que vendría a favorecer en poco tiempo que la devoción hacia Ella hubiera languidecido hasta convertirse en algo anodino, carente de la pasión y del entusiasmo que Se merece.
Si alguien piensa que la devoción a la V. de África cae del cielo por sí sola está bien equivocado y más en esta tierra por causas que no creo haga falta explicar aquí. El sentimiento profundo de veneración, respeto, devoción y cariño hacia Ella sólo se produce tras el contacto visual y la emoción de sentirla cerca, bien al pasar ante nosotros o en la proximidad del templo; experiencias de la llamadas místicas que normalmente sólo son posibles si hay quien procura el ambiente apropiado. Es de agradecer por tanto el esfuerzo de las diferentes Juntas de Gobierno por mantener viva la llama de la devoción a la V. de África, haciendo posible su salida anual, así como todo aquello que refuerce su presencia entre nosotros y los lazos entre Ella y sus fieles.
Hay que reconocer también que los últimos logros de la Hermandad son meritorios, lo que vendrá a enriquecer su patrimonio y que se presente la V. de África y la Hermandad con la dignidad que se merecen: la casa de hermandad, la restauración del manto de Intervenciones o las nuevas adquisiciones de mantos y orfebrería -por decir algunas- son ejemplos de los trabajos acometidos.
La Hermandad de la Virgen de África es, con diferencia, la hermandad más participada de cuantas hay en Ceuta, pues sus actos y cultos interesan a todos, bien sea por devoción u obligación, como es el caso de las cofradías (acuerdo del Consejo de HH y CC) o de la propia Ciudad (acuerdos plenarios). Por ello sorprende que no todos cumplan con su compromiso, ya que advertimos ausencias -unas totales y otras “parciales”- a los actos de la Virgen. Las más notorias, para mí, la de algunas cofradías que, además, se permiten abandonar la procesión tras la Salve en el puente alegando desorganización voz en alto. Para algunos la devoción se torna a partir de aquí sólo en obligación y debe ser que pesa el camino que aún queda por recorrer, o que los errores de organización, si los hubiere, se les hacen insufribles, tanto que no pueden seguir el recorrido que la Hermandad ha establecido y los demás hacen. La Hermandad de Nuestra Señora de África no se merece tal, pues los errores o fallos son una nimiedad ante la magnitud del cometido que afronta y desarrolla.
Así que orgullosos y agradecidos debemos estar los devotos y fieles en general de la V. de África al contar con cofrades dispuestos a sacrificar su tiempo y dar su esfuerzo porque la devoción a Nuestra Señora siga viva y no se pierda.
Enhorabuena por lo tanto a su Junta de Gobierno y a todos los que han participado en la celebración de su onomástica, y como no a su cuadrilla y conjunto de capataces que han hecho posible que la Virgen de África esté de forma admirable presente en las calles de su ciudad, para dicha de todos y veneración de cuantos fieles tiene que son legión.
¡Viva la Virgen de África y que viva por siempre su devoción en nuestros corazones!