Categorías: Opinión

Violencia de género: cuando se criminaliza a la víctima

Es un punto de vista diferente, crudo y triste.  La realidad, a veces, también lo es. No es la primera ni será la última vez que utilice este espacio para hablar del drama que suponen los malos tratos.
Sin embargo, hoy quiero hacerlo desde un punto de vista diferente: desde el de la sociedad en la que viven las víctimas y los maltratadores. Hoy por hoy, la mayoría de las personas se muestran convencidas de que la salida del túnel de los malos tratos suele pasar necesariamente por la denuncia como primer paso. Denunciar como forma de establecer un punto y final a un capítulo tenebroso. Pero por desgracia no son pocas las veces en las que el maltratador intenta hacer un cambio camaleónico para mostrarse, socialmente, como víctima. Una falsa víctima que pretende dar lástima a quienes le rodean y cuyo único objetivo, la mayoría de las veces, es el de lograr apoyo en la destrucción y aniquilación de la verdadera víctima. De este modo, comienza por recurrir a las (falsas) lágrimas y a la (falsa) pena. No hay que olvidar que domina la manipulación y la frialdad y que, en estos casos, no suele dudar en utilizar todo lo que esté a su alcance. Una vez que todo ha trascendido el ámbito de lo privado y que ha sido denunciado y condenado como maltratador, intenta dar ese giro llegando incluso a mostrar un (falso) arrepentimiento sobre los golpes e insultos que profería a quien fue su víctima.
Y tampoco duda en mostrar ese arrepentimiento a su círculo social en el que pretende buscar justificación y comprensión a su delito.
Y llega lo peor.
Porque muchas veces convence a su entorno próximo de que tal vez…tal vez no era tan malo con ella… tal vez…tal vez sea un pobre diablo…tal vez…tal vez esté arrepentido…y, tal vez… tal vez ella, al fin y al cabo, no ha salido tan mal parada…
En el momento en el que el maltratador logra sembrar dudas e hipótesis acerca de su conducta, por la que ya ha sido hasta condenado penalmente, puede comenzar otro calvario para la verdadera víctima con el que no contaba.
Quien creía poder empezar una nueva vida si era capaz de plantar cara a su situación, se topa, de golpe y porrazo, con las críticas del entorno, de las amistades comunes, de familiares… y vuelve a comenzar otro capítulo tormentoso, diferente al anteriormente vivido, pero tormentoso a fin de cuentas.
Comienzan los reproches, los comentarios, las miradas, las críticas hasta por haber denunciado y a veces incluso los insultos, con lo que quien fue víctima de malos tratos se transforma en víctima de la sociedad en la que vive.
No es lo normal, ni lo lógico, ni lo habitual, pero continúa pasando. Mientras que así sea y que la sociedad no se muestre unida en un sólido bloque frente a la violencia que se ejerce contra las mujeres y mientras que el maltratador continúe encontrando resquicios a través de los que continuar torturando a su víctima seguirá prevaleciendo el miedo, y el miedo es en sí mismo una forma de sufrimiento que puede llegar a ser autodestructivo.

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