Ellos vinieron a por mí*…
Cuando los nazis vinieron a llevarse
a los comunistas,
guardé silencio,
porque yo no era comunista.
Cuando encarcelaron a los
socialdemócratas,
guardé silencio,
porque yo no era socialdemócrata.
Cuando vinieron a buscar
a los sindicalistas,
no protesté,
porque yo no era sindicalista.
Cuando vinieron a llevarse a los judíos,
no protesté,
porque yo no era judío.
Cuando vinieron a buscarme,
no había nadie más que pudiera protestar.
Martin Niemöller
Cuando venga los rusos -bárbaros y salvajes- a conquistar a la Europa culta, democrática y del bienestar social -parafraseando al famoso poema de Martín Niemöller, “ellos vinieron a por mí”-, no quedara nadie que nos pudiera ayudar, porque nosotros, hoy, abandonamos al pueblo ucraniano a su suerte ante los tanques rusos que invadieron y sometieron su país a la tirana imperialista -de reminiscencias zaristas- de la federación rusa, que hoy en día representa el Gobierno de Putin.
No hay nada nuevo bajo el sol, pues aquí ha pasado lo de siempre, a saber: La maquinaria militar de un país poderoso somete a otro, por la fuerza de las armas, e impone “manu militari” su voluntad política, y destruyendo con ello, toda posibilidad democrática de resolver la problemática y la tensión del desencuentro actual, a través de diferentes mesas de discusión que sepan encontrar propuestas que lleven a un entendimiento mutuo.
El paso dado por Putin es a todas luces inadmisible y propio de macabros y asesinos dictadores al uso del siglo XX, porque con la invasión a golpes de misiles cayendo sobre las ciudades del país destruyendo las instalaciones militares; y, formaciones de cientos carros de combates avanzando sobre la capital Kiev, no se atiene al derecho internacional, ni a ninguna conducta racional que obedezca al respeto y al derecho que ha de asistir y prevalecer entre las naciones que conforman la Organización de Naciones Unidas (ONU).
Europa en su conjunto, debe de tomar nota y avanzar decisivamente en que la “Unión Europea”, deje de ser una unión solo económica y comercial, y por el contrario, también se conforme como una federación de países, que puedan conformar “un ejército” lo suficiente poderoso que haga
imposible que la Rusia actual de Putin sueñe con avances expansionistas hacia el oeste de Europa.
El derecho internacional en pleno siglo XXI ha quedado roto y, da la sensación, que por mucho tiempo la situación actual de vacío y de falta de seguridad ante la bota militar del régimen ruso se dejará caer en nuestras conciencias.
Los hechos pretéritos acaecido en la historia, a veces se repiten y, en el caso que nos ocupa nos conviene recordar los episodios acaecidos con la Alemania Nazi, cuando en los años anteriores a la Segunda Guerra Mundial fue ocupando diferentes territorios y países -Sudetes en Checoslovaquia, y Austria-, ante la pasividad de la comunidad internacional. De tal manera, que hoy hemos retrocedido al año 39 del siglo pasado, cuando los soldados del régimen nazi levantaron las barreras de la frontera de Polonia para invadirla y someter a su población, tal como hoy hace Rusia con Ucrania…
(*) Desmenuzando, entonces, cuál es la historia de un poema sin título pero que suele ser presentado como “Ellos vinieron”. Lo primero que hay que decir es que el error lo ha acompañado por años, ya que ha sido atribuido en reiteradas ocasiones al dramaturgo y poeta alemán Bertolt Brecht (1898-1956) sin que el mismo tuviese ninguna responsabilidad al respecto; error que se ha multiplicado hasta el hartazgo desde que existe Internet. Este medio maravilloso que ha revolucionado la historia de las comunicaciones, transmitiendo a gran velocidad y a una enorme cantidad de seres humanos distribuidos en todo el mundo información y conocimientos verdaderos, también es el responsable de amplificar errores y falacias como ninguno. Ocurre que el verdadero gestor de lo que hoy se conoce como el poema “Ellos vinieron” fue el alemán Friedrich Gustav Emil Martin Niemöller (1892-1984), quien a lo largo de su curiosísima historia de vida recorrió el largo camino que va desde la condición de comandante de un submarino alemán durante la Primera Guerra a pastor, y de su inicial apoyo como pastor al nazismo hasta la lucha contra las guerras desatadas por el imperialismo, al punto de visitar en 1965 Vietnam del Norte para reunirse con Ho Chi Minh.
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