El número de asesinados por armas de fuego en consonancia con el número de habitantes de esta ciudad, es alarmante. Parecen casos aislados, pero desgraciadamente, se están convirtiendo en el “Pan Nuestro de cada Día”.
Da igual que la persona sea un mayor o menor de edad, que sea por un ajuste de cuentas o que, desafortunadamente, estaba en el lugar y la hora peor indicada y ha recibido una bala directa o quizás alguna furtiva que iba dirigida a otro.
Los tiroteos, los disparos al aire, los ataques por arma blanca, la quema de contenedores, la de coches y un largo etc., y como no, la chulería propia de bandas lejanas, aquellas que nos pillaban muy lejos, ahora se ha convertido, en esta bendita ciudad, en una constante, en un juego peligroso que se lleva por delante a todo aquello o aquel que se interponga en su camino.
Todo esto solo demuestra que, existe un modelo de integración que no funciona, no me refiero a la integración cultural, sino a la social, aquella que tendría que facilitar un mejor Estado del Bienestar, para todos los ciudadanos por igual, pero por algún motivo que se escapa a mi imaginación o a mi humilde lógica, no acaba de cuajar.
Obviamente, sí tenemos que analizar las causas de este incremento de la violencia, las infracciones, el vandalismo y las gamberradas fuera de tono, tendríamos que retroceder a la raíz del problema, un problema estructural, de carácter multidimensional y sobre todo de naturaleza procesual, esto último en relación a la falta de desarrollo de estrategias de intervenciones sociales, económicas y lo más importante, educativas.
En cuanto al fracaso escolar, sobra decir que, estamos a la cola de toda España, con unos índices, unas cifras de fracaso escolar que llegan al 90%, según el informe PISA, unos niveles de analfabetismo funcional estratosféricos, y aunque ha descendido el abandono escolar en alguna pocas décimas, no podemos aún “cantar victoria”, falta muchísimo por hacer y una de las cosas pendientes para que eso se pueda evitar es disminuir la ratio de alumnos por clase, ya que la mayoría de los docentes alegan eso como uno de los muchos motivos de dicho fracaso. Aunque eso sería resumir muchísimo esta importante problemática ya que las causas del fracaso escolar son muchas y diferentes; las que hacen referencia al alumno, al entorno o contexto y al sistema educativo y por supuesto a otros factores de igual importancia como: problemas de aprendizaje, retrasos en el desarrollo, ciertas enfermedades neurológicas, familias desestructuradas…todo un coctel que, agitado de mal manera, nos dará un resultado no deseado, esto se convierte en fracaso escolar en una mutilación de los niños en lo que a su futuro se refiere, en caldo de cultivo para futuros infractores.
Si al fracaso y absentismo escolar, le sumamos los niveles de paro o de trabajos temporales, de baja remuneración y la falta de perspectivas laborales para la mayoría de los ciudadanos en riesgo de exclusión social, la marginalidad y dejadez de los barrios más periféricos de nuestra ciudad, de estructuras, tiempo libre y ocio en las mismas la inexistencia de vigilancia policial constante, la falta de patrullas policiales que todos conocemos y que demandan los presidentes de estos barrios constantemente…¿qué se supone, o qué cabe esperarse de los niños que tienen por fuerza que vivir ahí?, algunos con mucho esfuerzo, sacrificios , por parte de ellos mismos y sus familias, podrán salir de ese entramado, pero muchos “mueren” en el intento, física y socialmente.
Cuando hablamos de educación, en este caso académica, no podemos olvidarnos de la educación familiar, aquella basada en valores y principios, la que nos tenía muy derechos a las personas de mi generación, impartida por padres y madres sin estudios, sin preparación e igual de marginados que la mayoría de eso padres de los barrios de donde proceden estos indeseables, pero que en nuestro caso tenía éxito.
Todo esto me lleva a pensar en aquellas personas que, de manera inconsciente le echan la culpa a estos actos criminales y vandálicos a los padres de los mismos, sin parar a pensar en las circunstancias de cada familia y qué casualidad que son las mismas personas, la de los mismos barrios, la de la misma comunidad o etnia, los únicos que no saben educar a sus hijos, sin parar a pensar que, por más que se eduquen en valores dentro de casa, la calle marginal es diversa y dispersa, es una escuela de la vida dura, donde a falta de oportunidades , los niños y niñas crecen creyendo que ese “gueto”, es lo natural y lo normalizan y aprenden que es de su naturaleza ser unos excluidos sociales.
Esto en psicología se denomina la “profecía autocumplida”, ya la he mencionado con anterioridad en algún artículo, pero hoy nos viene como “anillo al dedo”. Les vamos diciendo a los padres que tienen la culpa de todo y a los niños que son unos fracasados que de tanto repetirlo, a la primera que fracasen tanto los padres como los niños, acabamos creyéndonos que aquello que profetizamos se ha hecho realidad y, no es así, es simplemente que de tanto “ponerle la pierna encima, para que no levante cabeza”, acaba por cumplirle la profecía. Un círculo vicioso que se alimenta de la ignorancia.
A esto lleva la exclusión social, sin olvidarnos que dicha exclusión es analizada por diferentes autores como resultado de una discriminación activa, basada en los intereses estamentales y en los prejuicios en contra de grupos sociales específicos, a causa de su etnia, circunstancias o estilos de vida, más podemos sumarle la escasez de oportunidades para los jóvenes que en muchos casos, aprenden a valerse por sí mismos y de mala manera; estos jóvenes, futuros hombres y mujeres de esta sociedad, les falta activos y motivación y les sobran los dedos acusadores, que lo único que saben hacer es ir poniendo palos en las ruedas de los demás.
Se convierten en fieras dentro de una jungla, donde gana el más fuerte, donde lo más normal es quitar al rival con un tiro en la cabeza, donde para exigir sus derechos queman y destrozan el mobiliario público, donde embarcarse en una goma y pasar estupefacientes de una costa a otra es como si le tocara la lotería, consumir drogas para evadirse de su realidad y por supuesto ser el blanco perfecto de mafiosos de segunda que los utilizan como mulas de carga o el dedo que aprieta el vil gatillo.
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