Categorías: Opinión

VIII Encuentro de defensa del patrimonio cultural

Durante el pasado puente de la Mochila, hemos celebrado en Ceuta el VIII Encuentro de Defensa del Patrimonio Cultural, organizado por SOS-Monuments- Asociación para la Defensa Cívica del Patrimonio, actuando como entidad de acogida  Septem Nostra-Ecologistas en Acción de Ceuta. Entre los participantes  han estado presentes representantes de la referida SOS-Monuments,  así como de la asociación de Amigos del Castillo de Montjuïc, la asociación de profesores para la difusión y protección del patrimonio histórico “Ben Baso” y  la asociación histórica Retiro Obrero de Sevilla. Este encuentro se viene celebrando desde el año 2001 en distintas ciudades españolas, con el fin de conocer su patrimonio y valorar su estado de conservación. Hasta la fecha las ciudades que han acogido esta cita de asociaciones de defensa del patrimonio han sido Barcelona, Toledo, Asturias, Sevilla, Burgos, Salamanca y El Ferrol.
Fruto de estas reuniones ha sido la redacción de diversas cartas temáticas sobre diversos aspectos del patrimonio cultural. En esta ocasión, y aprovechando la condición de Ceuta como laboratorio avanzado de las relaciones interculturales, la futura “Carta de Ceuta” se dedicará a analizar las relaciones entre patrimonio, identidad y migraciones.  Unos conceptos que definiremos como paso previo para entender la complejidad de un asunto con múltiples matices. La oportunidad de abordar esta delicada temática en nuestra ciudad parte de la constatación de una seria dificultad de los ceutíes por sentir como propio todos los elementos que conforman nuestro extenso y variado patrimonio. Con mucha frecuencia hacemos una apropiación selectiva del patrimonio en función de nuestra raza, religión o ideología política. De este modo vemos como los ceutíes de origen cristiano-occidental identificamos como próximos a nuestra cultura las iglesias o las fortificaciones de época moderna, mientras que a los musulmanes les sucede algo similar con las mezquitas, baños árabes o las murallas mariníes.
Esto en principio es algo normal y comprensible, aunque lo deseable fuese que todos sintiéramos como propio cualquier testimonio de nuestro pasado. El problema surge cuando se juega de una manera irresponsable con los sentimientos de determinadas comunidades de la ciudad por interés político. Para nuestra desgracia, se está dando en nuestra ciudad muchos casos de manipulación política de la historia y del patrimonio local con el único fin de polarizar la sociedad y obtener rédito político, fomentado la contraposición entre “ellos” y nosotros”. Puede que la estrategia favorezca a algunos grupos políticos a corto plazo, pero resulta fatal para el futuro de Ceuta.
En esta carta vamos a exponer algunas estrategias para desactivar estas situaciones de tergiversación de la historia y el patrimonio.
La primera de ellas  consiste en desenmascarar las jugadas de poder que encierran, sirviéndonos de los medios de comunicación para explicar a los ciudadanos las claves de los intentos de instrumentalización del patrimonio.
Desde el punto de vista de las asociaciones de defensa del patrimonio que hemos participado en este encuentro, la mejor estrategia estriba en imprimirle un carácter universalista al patrimonio de modo que cualquier bien cultural sea considerado como una manifestación de la diversidad cultural de la humanidad. Éste era el objetivo de la Carta Mundial del Patrimonio de la UNESCO y de las declaraciones de patrimonio de la humanidad.
Lamentablemente, hoy en día la declaración como patrimonio de humanidad es perseguida por los políticos con fines exclusivamente de prestigio y promoción turística.
La “Carta de Ceuta” también incluirá un apartado de diagnóstico de la situación del patrimonio cultural y natural de nuestra ciudad.
De todos los asuntos abordados hemos querido destacar tres: la restauración de las Murallas Reales, la conservación del Monte Hacho y el complejo cultural de la Manzana del Revellín. Respecto a las Murallas Reales hemos coincidido en lo desafortunados de los principios aplicados en su restauración, ejecutada desde la ignorancia del valor histórico de este lugar y desde la radical contraposición entre lo moderno y lo antiguo, cuando lo deseable hubiera sido abordar la recuperación de este espacio monumental con mayor humildad y respeto a su diseño orgánico.
En cuanto a la conservación del Monte Hacho se va a hacer un llamamiento a la cordura y la sensatez para que los intereses especulativos no arruinen este promontorio de elevado valor paisajístico, natural, histórico e identitario. Relacionado con este punto se incluye una encendida crítica al impacto paisajístico de las llamadas “Torres del Sarchal”.  
Igualmente preocupados por los nuevos elementos que viene a sumarse al patrimonio heredado, y en referencia al complejo cultural de la Manzana del Revellín, lamentamos el desaprovechamiento de la oportunidad de haber hecho un gran equipamiento cultural más integrado con el entorno.
A nuestros colegas de otras asociaciones conservacionistas les sorprende que se haya diseñado un auditorio que da la espalda al patio central y con un acceso lateral poco acertado.  Un patio deshumanizado y fuera de escala. De igual modo, llama la atención que a escasos metros se ubique un teatro de indudable interés patrimonial, como el Cervantes, condenado a ser presa de la piqueta.
Al margen de estos tres temas claves, ha habido otros problemas que han sido identificados en estas jornadas de análisis del patrimonio ceutí. Entre ellos la elevada contaminación lumínica y la mala ejecución de la iluminación de algunos inmuebles; el mal estado de la estructura del Puente Cristo; la alteración del paisaje por la explotación de la cantera de Benzú; la falta de educación cívica en el cuidado de los espacios naturales, algo que pudimos observar en las inmediaciones del fuerte de Aranguren donde se acumulaba la basura en estos días de la Mochila; el abandono de algunos edificios declarados Bien de Interés Cultural al perder su función original; el carácter fragmentario del patrimonio reconocido, etc…
Pero como todo no puede ser negativo, se quiere reconocer en la carta el cuidado del centro histórico, aunque denote un gusto provinciano y cateto, propio de una cultura de nuevos ricos que se hace notar en la excesiva utilización de ciertos tipos de materiales ostentosos como el aluminio, la presencia de ciertas esculturas con pésima calidad en su diseño y ejecución, la cegadora iluminación de la plaza María Carmen Cerdeira y el poco cuidado al arbolado urbano.

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