Los sindicatos CSIF y UGT han cursado escritos a los máximos mandatarios en la Policía Local para solicitarles la retirada de la vigilancia sobre el colectivo asiático que está en huelga de hambre en la Plaza de los Reyes. Cada uno presenta sus razones para sustentar esta petición, básicamente que no es su competencia. Este sería el resumen. Cuando recibimos ambos comunicados pensé que sencillamente iban a pedir la retirada de este servicio por dignidad o iban a presentar una hilera de firmas negándose a tener que vigilar cómo unos hombres que nada tienen y que han perdido todo en el camino se ponen o no unas mantas en el suelo o utilizan cartones para tener algo de calor en el cuerpo. Creo que han perdido una oportunidad.
Este y no otro debía ser el principal motivo para sustentar esa petición: porque es indigno que tus jefes te manden estar toda la mañana y toda la noche vigilando a unos hombres desesperados que se desvanecen ante la mirada de todos los demás, a los que se les corta el sueño precisamente para frenar su descanso y terminen así reventados optando por abandonar la plaza.
Que la Jefatura de la Policía Local ordene a sus agentes cumplir este cometido debería ser motivo de denuncia inmediata en los tribunales. Algo apuntó Caballas que haría. No sé si aquello fue simplemente una pataleta verbal en una rueda de prensa o al final los localistas acudirán al juzgado para poner de manifiesto lo que se está haciendo, preguntándose para qué fin está nuestra Ciudad utilizando a nuestra Policía, qué malgasto de recursos públicos que todos pagamos se está cometiendo, qué modo de proceder se está teniendo con unas personas que son auténticas desfavorecidas a las que no se les permite ni siquiera dormir. Testigos hay de lo que sucede todas las noches, de cómo cuando empiezan a coger el sueño se les levanta con mil y una excusas... así hasta llegar a una degeneración física y mental que no se merecen, ni ellos ni ningún ser humano.
Pero quizá se esté reclamando demasiada humanidad, quizá se esté pidiendo demasiado a un sistema capaz de enternecerse con las tragedias que ve por televisión y colocarse una coraza con los dramas que tenemos a pie de calle. No sé el grado al que tendremos que llegar todavía para avergonzarnos de lo que pasa a nuestro alrededor. A mí me asusta.