Categorías: Opinión

Viejos y nuevos hábitos, que no visten nada

Cuando aún resuenan los cánticos de los que se marcharon, las parroquias intentan rentabilizar -vía espiritual -las acciones de la visita papal.                                                     
No hay duda de que el evento les vino al pelo, si no que se lo digan a los Kikos que recaudan vocaciones para Asia, cuando otros no las encuentran, ni para los conventos más bien situados, de nuestra vasta geografía.                                                                                  
El mundo envejece-de eso no hay duda- y  nosotros envejecemos con él, pero nos arrugamos el alma en el proceso, mientras nuestros hijos se inflan de lo que sea, patéticos idiotas, de religión, fiestas o estramonio, para olvidar, ciertamente no sé qué,  porque, que yo sepa, no se les ha perdido nada en esta batalla, niños bonitos sin guerras a las que echar la culpa de todo, sin fascismos, ni virutas históricas, que les joroben el futuro, ni dictador, al canto, que llevarse al degüello.                                                                    
En Libia, pelean por lo que se supone la libertad, qué bonita palabra para salir retratada en los telediarios y ver chicos de poco más de doce años , con la cabeza reventada por un francotirador que goza en las alturas , inmune a todo, igual que el policía que le dio caña a los indefensos, en la manifestación laica y que ahora lo van a empapelar- espero que con un buen puro- por saltarse las normas, que son pocas, pero consensuadas por todos.                                                                                                                                          
Esas normas que están recogidas en la más importante , que muchos quieren reformar, para que Leonor sea Reina, para esto y aquello otro, era un hipotético sueño para muchos que lloraban solo pensar, que podían vivir libremente en su país, entonces asolado como Libia, por alguien que no llevaba turbante, pero que también dictaba sentencias de muerte.                                                                                                                    
Es lo malo de los dictadores, que, como el estramonio, no dan la cara y parecen yerba vulgar que llevarse al gaznate, inofensivas yerbecillas de la madre tierra, pero no lo son,  porque mezclados, preparados y usados, pueden matar, de ignorancia, fulminante y asesina, como los tiros en la nuca de un chaval al que no pueden operar en Libia, porque la sanidad, esa , que tantos disgustos nos va a dar en los próximos años porque hemos y seguimos abusando de ella, no da para esos envites del destino.                                     
Las dos ancianas minusválidas que se vieron cara a cara con la muerte, cuando murió accidentalmente su cuidador y marido de una de ellas, se recuperan del mal trago pensando en lo que da de sí la vida, matándote poco a poco y llevándote lo que más quieres, movilidad, independencia y ahora el último resquicio de dignidad, ese cuidador indeleble a todo, menos a la parca, que se le llevó cuando luchaba con ella, entre orines, pañales desechables y telarañas viejas, gente enferma, en sumo,  que no entiende de estramonios, ni juergas de varios días, porque luchan con uñas y dientes, contra la que les quiere llevar a territorios desconocidos, que les dan más miedo que el retrato de una vida, con más limitaciones que las reformas de la norma máxima.                                                      
Y es que las limitaciones las tenemos todos, al gasto y al gastar, que en cada casa es un caos, que sabemos, eso lo diría cualquiera , que si te endeudas a lo que no puedes pagar, vendrán a buscarte y te llamaran por tu nombre en la puerta de tu casa, cabecitas huecas, patético y nefasto mal , cuando se trata de ayuntamientos, Juntas, y , por ende, el Estado.                                                                                                                                
Qué miedo nos da esto que está pasando, ver haciendo cabriolas a la economía mundial y que los del Parlamento hagan juegos de chistera en cosas que los demás vemos tan básicas y nos nieguen algunas que tanta falta nos hacen,  como educación, o leyes importantes, que debieron nacer consensuadas, porque son para todos y no para ganar votos o elecciones, sino para ciudadanos, que se hinchan las narices de estramonio en pastillas de paro, dejándose de tanto párrafo vacio de discurso y palabrerías varias, que no nos llevan a nada, más que a la miseria.

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