Detrás de la vieja prisión de Los Rosales hay un submundo que se escapa a los ojos de los ceutíes. Un submundo de delincuencia y tercermundismo que se ha hecho dueño de las celdas en donde hasta hace tres años cumplían condena presos de todo tipo. Hoy, después de haber sido desvalijada, se ha convertido en territorio de okupas pero también en un lugar en donde se han producido reyertas, en donde se consume droga o se juntan menores para mantener relaciones.
Los vecinos están cansados, hartos de ver la entrada y salida de personas ajenas que se cuelan en este edificio y en donde se producen peleas. Temen que algún día suceda una desgracia. Todavía esperan que se lleve a cabo el derribo al que se comprometió la Delegación del Gobierno, mientras tanto la antigua penitenciaría luce presa de todo tipo de inseguridades.
“A los vecinos de Los Rosales nadie nos hace caso, llevamos desde hace un año con este problema, pero con el confinamiento ha ido a peor. Los inmigrantes vienen a resguardarse aquí. Por las noches se monta un botellón de menores. Llamamos al 112 cada vez que se produce una incidencia pero no son capaces de controlar este problema”, denuncian.
A esto se suma la presencia constante de menores de entre 14 y 15 años que acceden a esta lugar. Advierten de que algún día va a pasar alguna desgracia y piden que, al menos, se garantice un perímetro adecuado para que personas ajenas no puedan acceder tan fácilmente a este lugar. Qué sucede detrás de unos barrotes que esconden muchas historias de expresidiarios, solo ellos lo saben.
“Las niñas del ‘Mediterráneo’ vienen aquí, los inmigrantes que han cumplido 18 años también. Algún día va a pasar una desgracia”, añaden los vecinos, que temen por la integridad de las menores.
Y es que dentro de la vieja prisión el panorama es desolador. Además de que todo ha sido destrozado, la han saqueado por dentro y algunas de las celdas son utilizadas por los menores para sus propios usos. Se consume drogas y hay peleas en las que se emplean armas blancas, que pueden tener consecuencias gravísimas. Los vecinos lo han puesto en conocimiento de las autoridades pero nada se hace al respecto. Ya ha habido sucesos en los que ha tenido que intervenir la Policía dada la violencia mostrada.
“Lo que hay dentro es insoportable. Ha habido enfrentamientos entre los menores”, denuncia Alí Hamido, presidente de Poblado Regulares, sufridores junto a Claudio Vázquez y Los Rosales de esta situación. Temen que les pueda pasar algo a los niños de las barriadas próximas puesto que saben de las reyertas violentas que se producen dentro de la penitenciaría. “A nosotros nos preocupa nuestros menores. Si la Delegación y la Ciudad no se preocupan quién lo va a hacer. En la última reunión que tuvimos hace un año, la Delegación nos dijo que se iba a tirar la cárcel y todavía no hemos visto nada. Ellos dicen que hay que tirarlo, pero ni lo tiran ni le dan utilidad para nada”, lamenta Hamido.
Los vídeos grabados en el interior de la vieja cárcel ayudan a entender la gravedad de la denuncia de los vecinos. Es una auténtica casa de los horrores en donde puede suceder cualquier cosa sin que las autoridades lo sepan. Dentro viven personas, una de ellas hace incluso de improvisado guía para mostrar cómo son capaces de bloquear celdas o mostrar el lugar frecuentado por menores, algunos niños, para tomar droga o mantener relaciones.
Aquí viven, aquí duermen y aquí sucede de todo. Incluso de un pozo cercano beben agua y lo hacen con una improvisada técnica para no ingerir los bichos que contiene, usando sus propias prendas como filtros. Esto sucede en pleno corazón de la barriada de Los Rosales, con un edificio en pie cuyo deterioro es visible así como el abandono al que se le ha arrojado.
A finales de julio de 2019 la Delegación se comprometió al derribo justo después de que se formara gobierno. De igual manera se acordó una permuta con el Ayuntamiento para dar uso a la antigua comisaría de la Policía Nacional. Hoy por hoy todo sigue parado y, peor aún, convertido en un foco de inseguridad.
Detrás de estos muros rajados, detrás de una cárcel que esconde historias de presos mediáticos y auténticas penurias, ahora tienen lugar situaciones difíciles de entender. Situaciones expuestas al peligro, que superan a un vecindario cansado de pegar a las puertas de los responsables sin encontrar ayuda. Fue, la de Los Rosales, una de las cárceles más viejas del país. Ahora es el ejemplo del olvido.
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