Vidas con significado y propósito

Baruch Spinoza ha sido un filósofo muy influyente en muchos pensadores y todavía continúa siéndolo para intelectuales transcendentalistas y ecologistas de nuestros días como por ejemplo Lewis Munford o Arne Naess (nótese que ambos proceden del mundo de las humanidades). Pocas obras han sido tan inspiradoras para filósofos, escritores o científicos como la de este lúcido liberal holandés de la comunidad judía de Amsterdam que creció conviviendo con el portugués y el castellano debido a los expulsados y emigrados de Castilla y Portugal. Su concepto de la divinidad es tan interesante, abierto y lúcido que no ha hecho más que atraer con su poderoso influjo a intelectos algo hastiados de las epopeyas religiosas sectarias y de leyendas moralistas que, aunque tienen mucho interés y aplicación a la causa humana, no terminan de llenar a mentes más críticas e inquietas.
No obstante, el profesor Vidal Peña nos advierte de las interpretaciones un poco simplistas y, por lo tanto, algo falseado del pensamiento de Spinoza, que han utilizado muchos para apuntalar sus causas de índole ideológica, intelectual o incluso política. Para ahondar más en estos aspectos de gran interés sobre la obra de Spinoza aconsejamos  la edición de la Ética comentada por Vidal Peña y publicada por Alianza Editorial. Una de las cuestiones más interesantes del filósofo es su comprensión de las limitaciones del ser humano, el alejamiento de posiciones infantiles e irracionales y sobre todo su concepto de la naturaleza y de la entidad divina, que anticipa una clara posición crítica hacia la tecno-ciencia omnipotente de nuestros días; no todo va a poder ser comprendido por la razón y, por lo tanto, es mejor que nos vayamos acostumbrando a convivir con nuestras limitaciones espaciotemporales y a aprender a ser felices con lo que somos.
Es, por lo tanto, un ser humano que mira compasivo a los otros seres humanos diciéndoles que hagan lo que puedan y que no nieguen su naturaleza sino que la hagan progresar, moralmente se entiende, hasta dónde sea posible sin dañar al propio ser. Aporta ideas tan inspiradoras como que el conocimiento de Dios es convertirse en explorador tanto de nuestro interior como del mundo exterior, la salvación está en mejorar el mundo que hay y no esperar un milagroso mundo mejor venidero. Este tipo de pensamiento forzosamente debe conectar bien con los intelectuales que comparten una interpretación más holística e interrelacionada del mundo y con los pensadores en general. Quizás como pocos, Spinoza encarna a un tipo de vitalista racional, un predicador de la felicidad moderada que incita a ser un buen explorador de todo lo que se es capaz de detectar, pero reconociendo las limitaciones en la capacidad de la comprensión del mundo. Por todo esto, y por muchas cuestiones más que resultarían poco adecuadas y demasiado extensas para su publicación en las páginas de nuestro decano, nos parece interesante indicar que la capacidad de asombro por lo que somos y lo que nos rodea y la necesidad de desarrollar nuestra espiritualidad en base a los mundos interiores y exteriores y a nuestro refinamiento moral es posiblemente nuestro gran legado. Todo un patrimonio es nuestra cultura que implementa y honra a la diversidad biológica a partir de la cual nos desarrollamos y llegamos a ser la mejor parte de nosotros. Por ello, los grandes pensadores como Spinoza (al igual que Kant de forma más clara, precisa y brillante) y tantos otros pertenecientes a ámbitos del conocimiento muy dispares, han estado indicando la necesidad de desarrollar nuestras potencias como seres humanos con el fin de alcanzar la felicidad. De eso se trata, de decidir un camino y transitarlo con todas las consecuencias intentando el progreso moral en cada paso con la mirada atenta a nuestro interior y al mundo.
Un ser humano debe reflexionar, sopesar, elegir, arriesgarse y tomar decisiones duras o difíciles según los contextos en los que nos desarrollamos, esta es la base para construir una vida llena de significado. Por todo lo dicho, es muy grato que de vez en cuando, y solo como algo casual y excepcional, tenemos la suerte de cruzar nuestras vidas con otras personas que presentan rasgos de personalidad y objetivos vitales tan similares que se producen unas conexiones y empatías que rompen todas las barreras culturales que existen a priori. Algunos de nosotros conocimos a una pareja de excorredores de bolsa estadounidenses que contactaron con nosotros porque sencillamente deseaban conocernos personalmente de la buena impresión que una de nuestras amigas y colaboradoras les había dado al ayudarles en diferentes aspectos y facilitarles información sobre Marruecos y cómo hacer excursiones sencillas en familia. Acordamos vernos en Chauen, en el restaurante de un amigo, y la empatía y compenetración fueron asombrosas y de igual manera su historia lo es, sobre todo bajo el implacable tribunal de los convencionalismos, costumbres, rutinas, hipotecas consumistas, codicia y una larga lista de inmundicias que nos atrapan y esclavizan.
Estas dos personas habían dejado su estilo de vida americano exitoso y de grandes consumos que los estaba destruyendo lentamente, como a todos, por una sencilla vida en familia viajando por aquellos países que les interesan para conocer y conocerse, cuidarse mutuamente y alcanzar la necesaria felicidad. Dejaron atrás horas de trabajo esclavo y alienante, de relaciones superficiales y fugaces, conversaciones insulsas, sofisticado consumo y toda la decadencia, hastío y estrés que se genera en el centro neurálgico de la peor versión de la megamáquina, la que hace dinero solo por hacer dinero sin otro objetivo que la acumulación de riqueza económica. A lo largo de la enriquecedora conversación nos comentaron muchas cosas y nosotros incluso sacamos a relucir la gran tradición de rompedores de las normas capitalistas establecidas, de los trascendentalista en Estados Unidos, de Emerson y Thoreau.
En fin, su decisión fue muy difícil pero tremendamente acertada, sus hijos son niños sanos y felices que están aprendiendo del mundo y sus gentes (faces y places, me acuerdo ahora de un interesante disco de Joe Zawinul); los amigos y conocidos no los entienden y los cuestionan, algunos los apoyan en especial la familia. Nos confesaron ciertos momentos de estremecimiento cuando piensan que viven del alquiler de su casa y que si ocurriera algo no podrían responder económicamente, todos los miedos los asaltan pero finalmente cuando pasan unas horas, a veces días, de angustia y los nubarrones atenazantes se disipan alcanzan una paz que nunca antes habían experimentado.
Personalmente, creo que es la sensación del que arriesga sin tener todo controlado y va superando las pruebas naturales que la vida propone, es como la emoción del explorador que no sabe lo que le aguarda al otro lado del bosque; como un trabajo bien hecho, una idea comprendida finalmente, un poema inspirado, un favor realizado o un cuidado recibido. Es la plenitud de vivir en pie amando lo que somos y al mundo que nos rodea a pesar de que no vamos a ser correspondidos, no existe ninguna naturaleza tontamente  benefactora para el ser humano, formando parte de la substancia divina o esencial y sin poder comprenderla porque una parte no puede entender el todo. Quiero pensar que a Baruch Spinoza estos amigos estadounidenses, dimisionarios del capitalismo más alienante y buscadores de su felicidad con armas humanas les habrían caído tan bien como a nosotros.