Viste una camiseta de Spiderman. Usa un patinete de niño chico para distraerse por los alrededores de lo que se ha convertido en su hogar: la antigua prisión de
Fue hace casi 4 años cuando una de las prisiones más viejas de toda España, la de Ceuta, echó el cierre. Un tiempo que ha dado para mucho, también para que la degradación de la penitenciaría haya llegado a una situación límite. Marroquíes que accedieron a Ceuta durante la crisis de mayo la han convertido en su residencia. Entran y salen trepando los muros o accediendo por una de las puertas que ha sido forzada. Beben agua de los dos pozos existentes, comen de lo que les dan y confiesan que es mejor vivir así, prácticamente como ratas, que volver a Marruecos.
Aceptar una vida en estas condiciones, preferirla al regreso voluntario a su país, dice mucho de lo que tienen al otro lado de la frontera: nada.
Algunos de estos menores no tienen padres. No tienen por tanto un hogar al que volver. Tampoco quieren vivir en los centros de menores. La calle y esta vieja cárcel forman parte de sus vidas.
La de Ceuta fue una de las últimas prisiones que cerró debido a su antigüedad. De aquí salieron en autobuses hacia Mendizábal los últimos presos que cumplían condena. Parece que hubo demasiada prisa en cerrar esas puertas, tanta que ni siquiera se reparó en la retirada de la amplia documentación vinculada a la penitenciaría que existía. Todos esos archivos fueron desvalijados y con ellos, la documentación.
Todavía hoy, 4 años después, sigue viéndose por las distintas salas partes de averías, documentos de funcionarios con la firma de quien era el director de la época, libros y documentación con anotaciones relativas a lo que fue la vida en prisión. No se reparó en nada, cerraron las puertas y se obviaron los más elementales requisitos de cuidado y protección de datos.
Carpetas con la leyenda de historias clínicas, noticias sindicales de la época, notificaciones de servicio... se mezclan entre residuos humanos de todo tipo y revistas o libros usados para las clases que recibían los propios presos. Esto es lo que queda, pero es que antes se llevaron los archivos que dejaron para reutilizar esos muebles tirando los documentos que había.
En las paredes todavía figuran partes con horarios, con extensiones de teléfonos, con indicaciones de salas, reflejo de lo que en su día fue la maquinaria operativa de este centro.
"Dentro de la cárcel puede pasar de todo sin que nadie se dé cuenta”
En la cárcel de Los Rosales, que ahora dice el Gobierno que transformará en un centro de menores, viven niños de tan solo 11 años y adultos de poco más de 20. Por aquí también han pasado chicas a las que posteriormente han ido a buscar las oenegés. Entran y salen, se esconden de las redadas de la Policía, trepan muros y atraviesan puertas que habían sido soldadas pero que sortean atravesando los huecos que dejan los cristales rotos.
Las viejas celdas guardan algunas literas, sus paredes recogen leyendas escritas por los inmigrantes, nombres de los que han pasado por aquí, la bandera de España y dibujos, marcas, reseñas de todo tipo. Otras celdas están totalmente quemadas, con los techos en riesgo de desprendimiento. Dicen quienes habitan la vieja cárcel que vinieron unos individuos en grupo y que las quemaron para obligarles a salir de allí, para que no durmieran.
Llegaron de noche, les sorprendieron durmiendo y prendieron fuego para hacer que se marcharan. No es la primera vez que sucede. No constan denuncias.
Cristales rotos, espacios llenos de basura de todo tipo, un olor nauseabundo que produce arcadas, papeles, documentos, libros de la vieja cárcel y lo que queda todavía de un mobiliario que, en buena parte, fue sacado incluso en furgonetas. Nunca se tuvo cuidado por esta cárcel, ni cuando funcionaba como tal ni cuando dejó de serlo. A su cierre, cuantiosas ‘vespas’ se acercaron para hacerse con lo que había en su interior, para desvalijarla después de que se marchara del lugar una Policía que solo estuvo algunas jornadas. La destrozaron por completo, arrancaron de todo y se hicieron con lo que podía tener algo de valor. Hoy queda basura, restos, cristales, piedras, desechos, piezas de ordenadores... todo tirado en celdas que funcionan como inodoros, otras en las que se han efectuado hasta disparos de los que quedan marcas en sus paredes.
El corazón de la cárcel sigue ahí: los locutorios donde los presos conversaban con sus familias, el patio de la prisión y los recovecos de la misma no son ni la sombra de lo que fueron. Muchas historias, algunas agradables otras no, se combinaron en una cárcel que acogió presos de toda condición, donde pasaron condena miembros de la banda terrorista ETA, donde ingresaron hombres y mujeres por distintos delitos, donde se intentó hacer una vida con cierta dignidad dentro de lo que supone haber perdido la libertad.
A toda aquella historia se le dio carpetazo deprisa y corriendo, dejando que el patrimonio de Instituciones Penitenciarias, que ahora ha pasado a manos de la Ciudad para hacer un centro de menores, fuera desvalijado.
Hoy solo quedan algunos símbolos con cierta prestancia, como los muros que rodearon la cárcel que todavía conservan los dibujos que se hicieron sobre Ceuta y sus panorámicas. Esos muros son los que se quieren salvar cuando se proceda a su derribo. La Ciudad tiene claro que quiere usarlo como centro de menores, los vecinos de las barriadas próximas siguen insistiendo en que lo ideal sería un gran polifuncional para ser empleado por los jóvenes, en una manera de salvarlos de la calle.
Mientras, sirve para lo que sirve: para ser un emblema del más puro abandono, de la dejadez y de lo que nunca debe hacerse con un bien sobre el que pudo actuarse en su día para evitar lo que es hoy, otro gran centro ocupado en plena Ceuta y en donde, tras sus muros, puede ocurrir cualquier cosa. De hecho nadie es capaz de salvaguardar la integridad o conocer lo que pueda estar ocurriendo allí.
Desde que la cárcel de Los Rosales echó el cierre, se ha convertido en asentamiento de adultos y menores, chicos y chicas que han ido pasando por este lugar y sorteando los controles que lleva a cabo la Policía.
Los ocupantes entran y salen bien saltando el muro ayudándose para trepar de una pieza de obra o bien usando una de las puertas que ha sido violentada. Dicen que prefieren vivir en esas condiciones que volver a Marruecos. Este lugar está lleno de restos de todo tipo y supone un peligro de salud pública claro, aún así los menores y adultos viven en su interior exponiéndose también a las alimañas de todo tipo que pueden aparecer.
Al problema de inseguridad que afecta a los que habitan esta vieja prisión en donde puede ocurrir cualquier accidente que pase desapercibido ante el resto de personas, se suma la cantidad de restos de todo tipo que convierten este punto en una auténtica bomba de insalubridad.
Han pasado casi 4 años y todavía pueden verse documentos de partes de averías, de cambios de horario y de órdenes firmadas por el director de la cárcel de la época además de carpetas de historias clínicas ya vacías. Esto es lo que aún hay, junto a libros, documentos sindicales y revistas. Pero hubo mucho más que estaba dentro de unos archivos que fueron desvalijados y que terminaron arrojados a contenedores o desperdigados por cualquier lugar convertido en vertedero improvisado.
Las celdas que antiguamente fueron ocupadas por los presos de Los Rosales están ahora completamente destrozadas. Algunas quemadas, con riesgo incluso de desprendimiento; otras llenas de basura y las hay que son ocupadas por los inmigrantes que pernoctan en el interior de este lugar. Todas fueron destrozadas, de dentro se sacaron elementos que no fueron retirados, incluso quedaban objetos del propio mobiliario que usaban lo internos que fue completamente desvalijado ante la mirada de los vecinos de las barriadas próximas que advirtieron de lo que estaba pasando. De hecho se denunció en este periódico el robo de material a plena luz del día sin que nada se hiciera al respecto. Tras la cesión simbólica de las llaves, ahora es la Ciudad la responsable de este lugar.
En las paredes que forman los muros perimetrales de la vieja prisión todavía perviven los dibujos de Ceuta que se hicieron, los murales con imágenes o estampas de lo que había detrás de esos barrotes y que suponían la escapada hacia la libertad deseada. Según los planes de la Ciudad, se quiere derribar toda la infraestructura para salvar esos muros, buscando reconstruir un nuevo albergue para menores una vez se desecharon los antiguos proyectos.
Realmente lo que sea esta vieja cárcel en el futuro no lo veremos hasta dentro de unos años debido a la lentitud de los trámites que se llevan a cabo para cualquier obra. Pero lo que sí tienen claro los vecinos de las barriadas próximas es su disgusto por el fin que se le va a dar. Ellos quieren que en vez de un centro de menores se emplee para disponer de un gran polifuncional que tenga una función social para la cantidad de jóvenes de los barrios próximos.
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