Categorías: Opinión

Victimismo

Es la salida que se tiene cuando no existen argumentos. Al estilo de la mítica escena de Lo que el viento se llevó, hay quienes se montan sus propias películas y empiezan a hablar de campañas orquestadas. Es una forma de poner de manifiesto una actitud infantil de quienes, al no poder asumir sus errores, cargan contra quienes le ponen en evidencia. A eso estamos acostumbrados en este pueblo. Pasa con todos. Con los políticos, esos que todavía no han soltado los pañales y que tras ganar su puesto a base de pucherazo se lamentan por las esquinas porque no cuenta con espejitos suficientes que digan lo bonito que es. Con los jefes de fuerzas de seguridad, que se sacan de la manga historias para no dormir cuando alguien les recuerda que de estadísticas e identificaciones a indocumentados, rebuscadores y putillas no se vive. Con gobernantes, que cuando leen una crítica en su contra ya sostienen que la mayoría silenciosa está haciendo mella en su propio partido y se prepara un golpe de Estado.
El victimismo aparece en escena cuando ya no existen respuestas convicentes para justificar lo que está pasando. Complejo demoledor hace que la persona que se siente atacada por distintos frentes realmente esté convencido de la situación hasta el punto de lloriquear entre sus palmeros para que éstos se sumen a su causa convirtiendo lo que sucede en una auténtica conspiración.
Ceuta tiene demasiados problemas para sumar a los mismos las chiquillerías de supuestos profesionales que no quieren que la ciudad vaya bien sino que aspiran, únicamente, a que vaya bien para sus intereses. Los de ellos, no los de todos nosotros. El negocio se lo montan entre cuatro que se obsesionan en la tarea de que el cortijo funcione y siga alimentándoles. Por eso, cuando alguien estorba, cuando alguien causa ruido, empieza la reacción de aquellos que, incapaces de ofrecer resultados válidos, empiezan cual plañideras a escenificar su drama en público.
Es lo que nos ha tocado vivir en una sociedad en la que los logros merecidos son escasos ya que se premia otro tipo de valores, otro tipo de conductas y al final la población debe soportar una cascada de irresponsabilidades que deberían causar vergüenza a más de uno. Curiosamente, ni ese efecto consigue.

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