Como si no estuviera agotada la diatriba sobre el racismo, nada más y nada menos que la Vicepresidenta Segunda de la Asamblea, miembro del PSOE, representante de todos los ceutíes, va y cae en la trampa de una cadena de televisión sectarista, interesada en formar escándalo, y nos insulta a todos los ceutíes.
No hay peor ciego que el que no quiere ver. Por eso, tanto la Vicepresidenta Segunda, como el PSOE, prefieren no enmendar el error, sino además echarle cara al asunto y sacar pecho por el insulto que ha realizado sobre todos los ceutíes, sus votantes y sus no votantes, y de paso a la Ciudad al tildarnos de racistas. Empiezo a pensar que ya no queda nadie con sentido común o moderación bajo las siglas del socialismo.
El racismo existe por doquier, como también existen otras actitudes indeseables del ser humano: robo, asesinato, corrupción, etc. Cuando un policía, un sacerdote o un político comete un acto execrable, de ningún modo es todo el conjunto el que lo hace. Sin embargo, cuando uno de ellos lo hace, y es encubierto por todos, el conjunto es cómplice. Algo que no ocurre en Ceuta con el racismo.
Pero aplíquese el cuento a la Vicepresidenta Segunda y al PSOE. Ella nos ha insultado y el PSOE la ha encubierto, defendido y ensalzado. Lo que avala el nivel de sectarismo y corporativismo del socialismo español, que todavía no ha sido capaz de condenar los gastos en puticlubs y cocaína, con dinero de los parados, realizado por prebostes socialistas.
Nos insultan, se van de rabizas y encima nos baladronean. Pero eso es algo que sólo puede ocurrir cuando el máximo mandatario, Pedro Sánchez, utiliza el avión presidencial para acudir a un concierto, el helicóptero para ir a la boda de su cuñado, se gasta 500.000 euros en redecorar la Moncloa a gusto de su esposa recién contratada con dinero público, o acumula una retahíla de ministros que deberían haber dimitido hace tiempo según su propio código deontológico, entre los que están una ministra de justicia pillada in fraganti con las cloacas del Estado. Se creen por encima del bien y del mal.
El victimismo crónico fomentado por ciertos elementos de la sociedad, se transforma en un estado permanente de quejas y lamentos infundados, les hace liberarse de cualquier responsabilidad de sus acciones y culpabilizan a los demás de lo que les pasa. Lo peor es que este victimismo genera rencor o ira y lo convierte en un victimismo agresivo.
A esto se dedica la Vicepresidenta Segunda de la Asamblea y el partido que la sigue sosteniendo allí, el PSOE. Se dedican a dividir la Ciudad, a segmentarla entre buenos y malos, con el único objetivo de captar votos. Este es el PSOE, el que nos insulta, el que da una pésima imagen de la Ciudad, el que no está dispuesto a dar explicaciones de nada, el que fomenta la discordia. No le vendría mal retornar a la senda de la moderación y olvidar su “podemización” que los hace indistinguibles.
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