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Víctimas de una catástrofe y a punto de morir en un incendio: necesitan ayuda

Toda una vida residiendo en el mismo hogar, en el número 32 de la barriada de Juan Carlos I. Se dice pronto, pero son años que se viven despacio, juntando recuerdos, vivencias y disfrutando de un hogar. De la noche a la mañana, el matrimonio formado por Patricia y Ahmed, padres de dos hijos, lo perdió todo. Pasó de tener una vida normal en Ceuta a no tenerla, al menos entre las cuatro paredes donde siempre permanecieron.
Hoy se cumple una semana desde que Patricia se despertó en plena madrugada y vio cómo su casa ardía en llamas. Su gata fue la que les avisó al saltar encima de ella, en plena madrugada, maullando desesperada. “Si no es por ella, un minuto más y nos morimos”, relata en una entrevista con El Faro.
La familia lo perdió todo. Así, como lo leen. No tienen absolutamente nada, salieron con lo puesto. Los cuatro y su gata, dejando atrás lo que había sido su hogar.
Si aquello fue un mazazo, un golpe del que todavía no se han recuperado, más lo es el verse sin nada, convertidos en las víctimas de una tragedia que chocan con un sistema que no reacciona.
“Estamos muy mal”, confiesa nerviosa Patricia. Viven de casa en casa, un día en la de la madre de uno de ellos, otro en la de otros familiares... así, sin tener un hogar fijo, sorprendidos de verse en una situación que nunca hubieran presagiado. Porque los accidentes llegan a la vida de uno sin pensarlo y en este caso lo hicieron de la forma más tremenda y radical, arrasando con todo.
Patricia recuerda perfectamente cómo los maullidos de su gata la alertaron y cómo “venía de la puerta” de la calle “hacia dentro” todo el fuego, devorando por partes la casa entera. El matrimonio salió con sus dos hijos, uno de ellos con una discapacidad, y la gata a la calle. Cuando ya horas después los Bomberos terminaron de sofocar las llamas asumieron la peor de las consecuencias: no se había salvado nada. “Lo he perdido todo”, lamenta Patricia, a quien ahora, días después del suceso, su cuerpo ha reaccionado con secuelas físicas como la aparición de un herpes fruto de esa tensión acumulada y los nervios por no ver a su familia amparada. En Servicios Sociales le comunicaron que podían acudir a la pensión que trata con este departamento, colocando allí a esta familia como quien coloca unos muebles. “¿Dónde comemos, dónde lavamos la ropa? Tengo un hijo con discapacidad, ¿cómo vamos a estar allí?”, se pregunta la afectada, topándose con esta única solución que considera no es viable. Tras perder todo nadie les dio mantas, ni ropa, ni medicación... “Fatima es la única que se ha interesado por nosotros, la verdad”, confiesa Patricia, quien esta semana pasada recibía la visita de miembros del partido MDyC quienes han colaborado en la recopilación de ayudas y haciendo gestiones para intentar que la unidad familiar supere este trance cuanto antes.

Fue la gata de la familia la que alertó de cómo las llamas devoraban el hogar

Desde Servicios Sociales, además de ofrecerles como alternativa entrar en una pensión les instan a buscarse una vivienda por la que la entidad colaboraría en el pago del alquiler. He aquí la traba para quienes siendo víctimas de una catástrofe no son valoradas como tal por la administración: las inmobiliarias les dicen que no les alquilan pisos porque el trabajo con Servicios Sociales no les ofrece garantías a la hora de poder cobrar con posterioridad, así que conseguir una casa asequible donde permanecer se convierte en un imposible.
“No tenemos nada, no tenemos opción a poder alquilar, no podemos afrontar los pagos ni los adelantos de fianzas por nuestra cuenta. Nuestra casa quedó en siniestro total y nos hemos quedado sin nada, lo hemos perdido todo allí”, indica Patricia quien, junto a sus seres queridos, son víctimas de una fatalidad que se duplica al toparse con la falta de asistencia rápida.
En Juan Carlos I llevaban viviendo más de 20 años, sin pensar que un día perderían el hogar y todo lo que allí guardaron. Desde esa madrugada del 2 de enero nadie se ha puesto en contacto con ellos desde la administración pública, topándose con las únicas ‘no’ soluciones que ofrece Servicios Sociales porque son meros parcheos. “Nosotros solo queremos que hasta que nuestra vivienda esté bien podamos permanecer en una casa toda la familia unida, en una casa donde pueda cocinar, atender sus necesidades, estar todos juntos hasta que la mía esté en condiciones”, resalta Patricia, confesando no entender cómo siendo una familia de trabajadores, que ha contribuido con sus impuestos a esta sociedad, ahora la administración pública no ofrezca unos recursos mínimos de forma rápida y práctica para salir adelante y superar este bache.
Si el fuego se llevó su casa, la falta de eficacia de la administración se ha llevado su confianza en el sistema, su confianza en que van a ser atendidos, su confianza en que van a poder salir de esta pesadilla más pronto que tarde.

Necesitan una ayuda urgente. De momento las salidas ofrecidas son impropias para una familia que si se está manteniendo es gracias al apoyo de sus seres queridos

Duele que no hayan recibido ayudas, que ninguna entidad social que se supone está para atender las prestaciones básicas de los ciudadanos se haya preocupado en preguntarles si necesitan ropa, alimento, medicinas... Porque en aquel incendio lo perdieron todo en plenas fiestas de Navidad, sin disponer siquiera de algo básico para poder reaccionar.
Una pensión fría no es la solución para una familia que quiere hacer vida unida. La búsqueda de alquiler tampoco, sobre todo porque nadie quiere ofrecerse a darles una casa de manera temporal si no disponen de garantías de cobro.
Ceuta carece de albergue social para este tipo de casos pero tampoco ofrece vías efectivas para que quienes han quedado en la calle tengan la posibilidad de poder reaccionar viviendo con dignidad hasta que se resuelva su problema.
Estos caballas, de momento, se han convertido en el eslabón más débil de una cadena de atención social que no funciona. Necesitan ayuda inmediata. Los focos mediáticos se centraron en su desgracia durante las primeras 24 horas, después llegaría un olvido que puede terminar siendo su ruina.

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