Concluía yo mis estudios de aquel extraordinario Bachillerato de la época, el de los seis cursos con sus correspondientes reválidas, cuando comencé a tirar de pluma en la revista ‘Hacer’, la del único Instituto de entonces, auténtico vivero de vocaciones literarias y periodísticas. Al poco tiempo, algunos de aquellos compañeros y otros jóvenes que como nosotros, compartíamos el veneno del periodismo, decidimos fundar dentro del paraguas de la O.J.E. una revista juvenil, ‘Dardo’, a golpe de cafés de redacción, viejas ‘Olivetti’, clichés, desesperantes manchurrones de tinta y eternas vueltas de manubrio a la multicopista. Vamos, algo inimaginable en estos tiempos.
Muy cerca de la delegación de Juventudes, en la plaza de África, donde teníamos nuestra ‘sede’ en un almacén de su desaparecido caserón, vivía el director de ‘El Faro’ de la época, Vicente Amiguet Úbeda, asiduo concurrente a aquellas dependencias y, por supuesto, a nuestra ‘redacción y talleres’. Hombre afable, próximo y paciente donde los hubiera, llegamos a idealizarle con sus desvelos hacia nuestra causa, aún a pesar de los ‘tirones de orejas’ que el maestro no dudaba en aplicar a quien los merecía cada vez que analizaba con nosotros el ejemplar de turno.
Aquel periodista de raza que creía en los jóvenes, rara avis en la época, en tiempos muy comprometidos para la prensa, no dudó en abrir de par en par las puertas de ‘El Faro’ a quienes soñábamos con ello, caso, creo, único en la historia del decano. Así surgieron firmas habituales como Manuel Martín Ferrol, Rafael de Loma, Andrés Domínguez o Antonio Fernández Márquez, y desde ‘Dardo’ las de Teodoro Marfil, José Luis Muñoz, Moisés Coriat o quien suscribe, quienes quedaríamos desde entonces ligados para siempre con este mundo gracias al bueno de D. Vicente, como respetuosamente le tratábamos.
Una mañana apareció por la redacción Joaquín Ferrer, el anterior propietario, quien al ver a tantos jóvenes copando las máquinas de escribir nos puso a cajas destempladas en la calle. Posteriormente, cuando Amiguet llegó al periódico, el chaparrón cayó ahora sobre el director quien, sin apenas inmutarse y con su proverbial temple y arte de convicción calmó la tempestad de inmediato. «Son gente estupenda» , enfatizó. “Son gente estupenda”. Sí, su afable frase. La que solía decir siempre de todos aquellos, sin excepción, a cuantos trataba.
He visto desfilar a muchísimos directores por la redacción de este diario decano, pero la figura de Amiguet permanece imborrable en mi mente. A mis quince años, y así, de sopetón, un día me propuso que cubriera la información de los desaparecidos Juegos Escolares, tan prolíferos y participativos en su época. Meses después me ofrecía una sección diaria de entrevistas, ‘Gente que trabaja’, por la que habrían de pasar los más diversos profesionales, oportunidad que no dudé en aprovechar hasta que me incorporé a ‘Radio Ceuta’, aunque sin desligarme nunca del decano.
Recuerdo a mi particular ‘santo Job’ reconduciendo en las ocasiones precisas mis originales, con la guinda final de la ocasional lección periodística. Ello me garantizaba no ver condenado a alguno de aquellos escritos a penar en lo que él llamaba el “clavo purificador”, aquel pincho colgado junto a su mesa en el que agonizaban todos aquellos escritos que no merecían pasar por las linotipias. Y es que la exigencia de aquel director tan abierto a inexpertos jóvenes colaboradores, a su vez era inflexible con la baja calidad o incorrecciones del material que, de dentro o de fuera de la redacción, inexorablemente desfilaba por su mesa.
Más de medio siglo después de que nuestro protagonista dejara este periódico, una hija suya, Carmen, se desplazó expresamente a Ceuta para hacerse con mi libro, ‘El Faro, 75 años de historia’, en el que obligadamente aparecía la figura de su padre. Buscaba también a su autor, ausente de la ciudad por aquellos días, para conocer detalles de la vida de su progenitor en el periódico y de la ciudad que la vio nacer y por la que dice sentir un gran cariño y curiosidad. Este verano trataremos de hacer posible tal encuentro. Entretanto los mail y wasap van haciendo su trabajo, como el artículo que me envía e ilustra estas páginas, que me ha empujado a recordar de muevo al ‘Ché’, como muchos le conocían y firmaba su diaria columna de opinión.
Las tertulias de ‘El Faro’
Referencia obligada de ‘El Faro’ de Vicente Amiguet merece la tertulia que, cada noche y de manera informal, tenía lugar en la redacción y de la que salían muchas veces temas e iniciativas aprovechables en materia informativa. Adalid de la idea fue Juan Díaz Fernández, que por entonces, como el director, tenía su columna diaria .
A la cita acudían, entre otros, Luís Calvo Texeira, cuya obra como director teatral en TVE sería después muy conocida; los escritores Joaquín Amador, Francisco García Sanz y Mercedes Llanzón Rodríguez; Manuel Ramírez, el célebre jurista y politólogo; el coronel Eduardo Morejón, después consejero togado y autor de documentados artículos sobre derecho internacional; Carlos Posac y Manuel Gordillo, catedráticos ambos del Instituto e investigadores; Manuel Alonso Alcalde, destacado poeta, escritor y autor dramático; Leopoldo Caballero, ‘Leo’, el de sus preciosas crónicas locales; los hermanos González Ruiz; los mismos Buscató, Fernández Márquez, Tony y algunos más que siento no poder recordar.
« Las reuniones de amigos en la Redacción no sólo eran animadas con agradables tertulias, sino que, a veces, tenían un variado añadido cultural o de ocio que proporcionaban los mismos asiduos asistentes. Una noche disfrutamos del cine. Varias películas cortas de un aficionado que se trajo su proyector. Como no había pantalla apropiada, me acerqué a mi casa y aporté una sábana, que fue colgada cerca de la mesa del director. Vimos magníficas perspectivas de Ceuta en color, en una sucesión de variadísimas escenas captadas desde el amanecer al anochecer ». (Eduardo Buscató)
Aquel maestro de periodistas
Independientemente de los colaboradores de nuestra ciudad, Amiguet supo atraerse a un grupo de firmas de primera fila como Rafael Muñoz Astolci, actor teatral que se casó con una ceutí; Francisco Prados de la Plaza, periodista especializado en arte que después tuvo una labor importante en TVE y Rafael Benedito, crítico musical posteriormente de altos vuelos.
Auténtico maestro de periodistas, sus enseñanzas e inquietudes dejaron huella en el personal, no ya en el aspecto profesional sino también en el humano y en el de su caballerosidad, cualidades innatas en su persona, que habrían de quedar impregnadas en el ambiente de la Casa, como ejemplo vivo del más leal compañerismo.
«Guardo en la memoria una gratísima y totalmente inesperada exclamación de Vicente, cuando toda la Redacción era en esos momento una orquesta incesante en el teclear, sonido unido en la distancia al que producían las también incansables linotipias. Exclamación, como digo, muy grata y sorprendente cuando, sin interrumpir su escritura, alzó la voz para decir ¡¡Qué contento estoy de mi Redacción!! » (Eduardo Buscató).
La transmigración de las almas
Vicente Amiguet era capaz de las más insospechadas ocurrencias y anécdotas, como me contaba Eduardo Buscató, uno de sus hombres de confianza, costumbres que algunos podrían catalogar como rareza, pero que él definía como una excelente terapia de relajación para disipar tensiones o preocupaciones. El caso de cuando algunas madrugadas se marchaba sólo en su coche para detenerse en un lugar apartado y silencioso. En cierta ocasión lo hizo en el actual muelle Cañonero Dato. Como ya había repetido la relajante acción en el mismo sitio, se le acercó un guardamuelles y le preguntó que qué hacía allí. Vicente, muy lentamente, le susurró que «estaba meditando sobre la trasmigración de las almas». El vigilante al oír aquello, comenzó a alejarse, asustado, caminando hacia atrás. Amiguet salió del coche riéndose y aclarándole que era el director del periódico, y que acostumbraba a despejar su cabeza de aquel modo.
Así lo recordó La Vanguardia
El 29 de agosto de 2014, Joaquín Luna le dedicó en el diario ‘La Vanguardia’ una sentida semblanza bajo este título que, como decía, me envía ahora su hija Carmen, en la que no falta la cita a su faceta como director de ‘El Faro’, cuyas páginas, comenta el articulista, “abrió a las comunidades judía, hindú y musulmana”, aludiendo seguidamente a su posterior incorporación al diario ‘Levante’ como redactor jefe, “donde publicó al poeta Bernat Artola, entonces represaliado político”.
“En un país –señala- en el que casi todos los periodistas se conocían, ejerció en Gijón, en Zaragoza, donde como crítico de arte, reveló en ‘Blanco y Negro’ el descubrimiento del Goya de la marquesa de Liñán. Y, por fin, en Tarragona en el ‘Diario Español’ y en el ‘Diari de Tarragona’, tras su paso por la redacción de ‘La Vanguardia’.
“(…) Igual que en Zaragoza podía departir con el colectivo de arte anarquista ‘La Mandágora’ y después ir a cumplimentar al señor arzobispo; en Tarragona Amiguet charlaba con Carod Rovira; el conceller Joseps Gomís, o un pintor bohemio de los que presentaba a menudo… Para comentar, invariablemente, de todos ellos al llegar a la redacción: “Son gente estupenda”.
Como columnista, tanto en Ceuta con ‘Divagaciones’ como posteriormente en otros diarios con ‘Desde mi balcón’, ciertamente supo como, un auténtico maestro que era, dar prioridad al periodismo de proximidad y a la concreción de lo cotidiano. “Dadme un tema [pedía ya también en la redacción de ‘El Faro’] para la columna de mañana, pero uno en el que el quiosquero pueda llevarme la contraria y hasta tener razón”.
Genial, mi siempre querido y recordado maestro. Y que conste, que usted, don Vicente, si que era “gente estupenda”. Vaya que sí.
I am not really excellent with English but I find this really leisurely to interpret.