En la danza, especialmente en el flamenco, cada paso, cada movimiento tiene una carga emotiva que sale del alma de su intérprete y atrapa los sentidos del espectador. Y así se sintió el público que ayer llenó el Revellín para disfrutar de la nueva producción de la escuela de danza Lesmes, quienes a través de su cuerpo profesional de baile pudieron realizar un viaje, zambullido en el flamenco más puro, por las tentaciones más profundas del alma.
‘Eva’, que así se llamó la obra, fue un encuentro con los pecados más oscuros y voraces como bien pusieron de manifiesto las distintas coreografías a través de una fuerza desgarradora y un nivel técnico sublime.
Aunque sin duda el gran envoltorio y color de la representación fue una puesta escena con la que la escuela alcanzaba el sobresaliente. Los juegos de luces, las pantallas de humo o el uso del audiovisual apuntaban a un nivel superior. Así, la escuela vuelve a desmarcarse para alcanzar la excelencia en varios aspectos. Tanto en la sincronización del cuerpo de baile, que rozó la perfección, como en el vestuario, acorde en cada capítulo que se narró a la temática, a la música y a la luz y, por supuesto, en la mencionada escenografía.
‘Eva’ fue un espectáculo de notable esfuerzo físico en el que la precisión, el drama y la danza se unieron para trasladar al espectador hacia otra dimensión. A lo largo de la misma se dieron cita alegrías, valses, farrucas y bulerías con fandangos, seguidillas y soleás. ‘Eva’ fue atractiva, excitante, misteriosa y, sin duda, sorprendente.