“Vi a mis compañeros saltar al agua e hice lo mismo”

Said Barry se recupera de las graves heridas sufridas al quedar atrapado en la hélice de la patera en la que cruzó. Los guardias que le salvaron le visitan en el Hospital.

La vida se pierde en cuestión de segundos. Un mal movimiento o el hecho de que las dudas terminen ganando la batalla a la obligada determinación pueden convertir un servicio en la peor de las pesadillas.Los agentes del Servicio Marítimo y de los GEAS de la Guardia Civil se enfrentaron en la noche del martes a uno de esos momentos en los que rapidez, reflejos, destreza y mucho coraje tenían que darse la mano sí o sí. La vida del menor Said Barry, uno de los catorce guineanos que quería alcanzar la playa de Juan XXIII, estaba en juego.
Sus compatriotas habían llegado al arenal o estaban a salvo en la patrullera de la Benemérita, pero Said no podía salir del agua. Se lo impedía la hélice del motor de la patera con la que se le había facilitado el viaje previo pago de 4.000 euros. Atrapado, intentaba mantenerse a flote a la desesperada y así se lo encontró la Guardia Civil.
Uno de los componentes del Marítimo se deshizo de la ropa para arrojarse al mar y permanecer durante más de media hora al lado del inmigrante para que pudiera resistir. La patera a la que permaneció amarrado corría peligro de hundimiento y solo mantenía sobre la superficie su cabeza.
Ante el estado de hipotermia que presentaba el agente, los GEAS hicieron que se subiera a la embarcación e hiciera contrapeso para poder salvaguardar la vida del inmigrante. Tal y como ayer detalló el Instituto Armado, los buzos que se sumergieron apreciaron que además de encontrarse inmovilizado, Said presentaba ya importantes heridas en la pierna. Era imposible liberarlo, era como si la patera que le había servido de pase se empeñara en llevárselo, atraparlo de por vida. “Se llegó a una situación crítica, en la que el mar comenzaba a cubrir totalmente al inmigrante, dejándolo en estado de semiinconsciencia que hacía presumir las peores consecuencias”, explicó ayer la Guardia Civil.
En esos momentos de agonía, uno de los GEAS logró hacer una abertura en el pantalón para introducir la mano y conseguir desgarrarlo y liberarlo, procediéndose a su evacuación al Hospital.
Said dormía ayer plácidamente en una de las habitaciones del clínico en donde le operaron de madrugada. De no ser por la determinación de la Guardia Civil, según el equipo médico, las aspas podrían haberle seccionado una arteria. No obstante, sí le provocaron cortes de consideración en la región inguinal derecha y glúteo. Quedarse enredado por el pantalón cuando se encontraba en el agua, a punto estuvo de acabar con su vida por ahogamiento o desangrado.
Pero si no sabía nadar, como él mismo explicaba ayer a El Faro, ¿por qué abandonó la patera lanzándose al mar? “Vi como mis compañeros saltaron al agua y yo hice lo mismo”, explicó. De hecho, un grupo de ocho personas logró alcanzar la playa de Juan XXIII a nado, a quienes Said identifica como sus compañeros y, entre ellos, habló de amigos con los que compartió el periplo migratorio.
Este adolescente de Guinea Conakry estimó que cada uno de los pasajeros pagó 4.000 euros por plaza, lo cual habría hecho que los delincuentes detrás de esta incursión irregular se embolsasen una cantidad significativa. Exhausto después de arriesgar su vida, Said dijo que emprendió su camino a Europa hace seis meses de los cuales, el último, lo pasó en Marruecos, en concreto en Tánger. A bordo de coches, camiones y a pie, este migrante recuerda que cruzó el desierto hasta acceder al país vecino. Mientras, su familia permanece en Guinea Conakry. Con especial cariño habla de sus padres, en parte, la razón de que iniciase su viaje al norte. “Dejé mi país por la pobreza de mis padres, quiero ayudarles”, reconoció en declaraciones a un intérprete improvisado.
El sentimiento protector hacia su familia, y el desasosiego que le generaba que sus seres queridos y amigos pudiesen estar preocupados al desconocer su desenlace en esta dramática ruta, le llevó a solicitar ayer un teléfono móvil desde el que contactar con ellos a través de Facebook. Aunque Said es francófono, tecleó la transcripción fonética de un dialecto para anunciar que, después de meses lejos de su hogar, llegó a España.
Fue la de ayer una jornada de emociones. Pudo estrechar las manos de quienes le ayudaron a seguir con vida y pudo informar a su familia de que sigue vivo. Y pudo también saber por qué hay un periódico que se interesa por su vida. La explicación está en las páginas publicadas ayer por El Faro. Páginas que recogen imágenes en las que Said intenta reconocer a sus amigos. Así supo que quienes se lanzaron al mar llegaron sanos y salvos a la costa. Su rostro aún conserva el miedo de la tragedia sobrevenida. Ahora solo quiere recuperar la normalidad, pasar página, tener un futuro y cerrar la puerta a una vida que, seguro que sí, podrá ser mejorada.

Felicitación expresa del delegado y del coronel tras el servicio

El delegado del Gobierno, Nicolás Fernández Cucurull, acudió ayer a la base del puerto deportivo para felicitar de manera expresa y personal a los agentes del Servicio Marítimo y de los GEAS que participaron en el rescate de los inmigrantes que alcanzaron, la noche anterior, la playa de Juan XXIII. A Fernández le acompañó el coronel José Luis Gómez Salinero, quien también felicitó a sus agentes por el trabajo efectuado. Un trabajo que se realiza prácticamente a diario pero que, en el caso de marras, tuvo de particular el riesgo al que fueron expuestos los inmigrantes y el trabajo a contrarreloj que tuvieron que poner de manifiesto los agentes que, esa noche, les había tocado de servicio.

Prisión preventiva para el piloto

Al marroquí S.H. le va a salir cara la pretendida huida a Marruecos, enfundado todavía en traje de neopreno y dejando atrás a buena parte de los inmigrantes que acababa de colar. Dejándolos solos, atemorizados, expuestos al ahogamiento, sin saber qué hacer.
Ayer fue puesto a disposición judicial acusado de un presunto delito contra los derechos de los ciudadanos extranjeros y no hubo duda alguna a la hora de acordar su prisión preventiva. Pero hay más. El Ministerio Fiscal va a pedir 7 años de cárcel, al entender que hubo riesgo para la vida de los subsaharianos a los que abandonó y, en especial, para el menor cuya pierna quedó atrapada en la hélice de la patera, matriculada en Marruecos, usada para la travesía.
De momento, S.H. ocupa ya una celda en la prisión de Los Rosales y ahí permanecerá a la espera de la celebración de juicio oral que se seguirá en la Audiencia Provincial.
La dura petición de cárcel que va a solicitar la Fiscalía se equipara a otras que se han conocido en estos últimos días, como es el caso de los hasta 8 años de prisión que se piden para otro patrón, también marroquí, que introdujo por el Desnarigado a otra veintena de subsaharianos y que tampoco dudó en darse a la fuga dejando a uno de los guineanos en el mar.
Este parece que está siendo el perfil de los últimos pasadores. Residentes del vecino país que llevan a cabo estos pases por un dinero y cuya misión no es otra que pasar a los inmigrantes, dejar abandonada la patera y escapar para volver a cruzar la frontera del Tarajal y regresar a su país.
La determinación judicial es clara. Las peticiones de cárcel que se están conociendo dejan ver una implicación absoluta para que esta sangría termine.