La vergüenza sufrida por la asociación TDAH

La asociación TDAH lleva tiempo reclamando algo tan básico como una atención adecuada y digna para sus hijos. El egoísmo de la administración lleva a que no interese mover un dedo por solucionar la carestía y déficit de prestaciones porque consideran que esto afecta solo a un colectivo.

Desde 2018 llevan recogiendo firmas, denunciando en prensa, reclamando atención sin éxito. Así hasta llegar a la desesperación de volver a suplicar que Ceuta tenga una unidad de salud mental infanto-juvenil. Piden esto, pero también algo más: seriedad.

Son ciudadanos que pagan sus impuestos, que tienen sus derechos y deberes, pero que son maltratados por una administración ignorante que solo atiende a colectivos si estos les reportan beneficios.

Soportan la cancelación constante de citas en Psiquiatría para las revisiones, no hay seguimiento adecuado a niños y adolescentes, no se atiende con el control debido a quienes están recibiendo tratamiento.

Esto no solo es una vergüenza, debería ser denunciado en el juzgado. Están jugando con la atención de menores que necesitan este tipo de ayuda, están incurriendo en un vacío, están provocando empeoramiento de casos, están dando pie a situaciones extremas que destrozan a las familias.

No. La asociación TDAH no puede quedarse así, con denuncias en prensa que sirven para generar una polémica que no atienden con celeridad debida quienes mandan. Hay que denunciar porque se está jugando con la salud de los menores, hay que acudir a la Fiscalía para que defienda también los derechos y se implique en forzar a la administración a hacer su trabajo.

Los niños ceutíes son iguales que los que residen en el resto de España, ¿cómo se puede incurrir en este desprecio e inacción hacia ellos?

La asociación TDAH no está pidiendo nada que no deba, no está exigiendo beneficios sino los mismos recursos que cualquier otro ciudadano. Los padres no pueden estar sufriendo las consecuencias de una administración incapaz de resolver problemas como los que llevan años enquistados. Es una vergüenza, pero también un delito.