E`n octubre del 2013, cerca de la isla de Lampedusa, más de 200 personas murieron a causa de un naufragio y alrededor de 150 desaparecieron. El naufragio se produjo a menos de un kilometro de la citada isla italiana. Según diferentes fuentes, casi todas las personas eran de origen somalí y eritreo. Las imágenes de cuerpos envueltos en bolsas mortuorias dieron la vuelta al mundo. Una vez más se proclamaban las típicas soflamas políticas de “esto no puede volver a ocurrir”. Frases hechas para el momento que tienen la misma permanencia que una delicada y fina pompa de jabón.
Tal catástrofe conmocionó a parte de Europa; incluso se declaró un día de luto en Italia. A la isla de Lampedusa se dirigió el Papa Francisco donde pronunció un discurso que quedó resumido con una única palabra que vocalizó en varias ocasiones: ‘vergogna’ (vergüenza).
Desgraciadamente la palabra ‘vergogna’ se rebela una vez más como el resumen más directo, contundente y eficaz para relatar lo sucedido en la valla de Melilla el 25 de junio y las posteriores declaraciones de Pedro Sánchez, con cuerpo blanco, respecto a la intervención mamporrera y criminal de las autoridades marroquíes que acabaron con la vida de unos 37 seres humanos migrantes negros (según las ONG), además de múltiples heridos. Esta actuación ha sido calificada por parte del señor Sánchez como de un trabajo “bien resuelto por parte de los cuerpos de seguridad, tanto de España como de Marruecos”. Y posteriormente, ante la falta de sensibilidad mostrada en las primeras declaraciones, el 27 de junio en una entrevista en La Vanguardia, para mostrar cierta empatía blanca, solo se le ocurre decir que “lamenta” la “pérdida de vidas humanas”, además de insistir en responsabilizar de lo ocurrido a las mafias.
Utilizar la palabra “lamenta”, resistiéndose a la condena, recuerda bien a los años de atentados en territorio español donde un partido político utilizaba la misma fórmula para tomar una actitud equidistante ante tal situación imposible de justificar. Y responsabilizar a las mafias de lo ocurrido es de una simpleza y falta de conocimientos lógicos devastadores. Conformarse con decir que la responsabilidad de las muertes es de las mafias es como decir que el responsable de un asesinato es el fabricante de la navaja; o que el culpable de un incendio es el empresario que fabrica mecheros.
¿Cómo es posible que el señor Sánchez, blanco, sea capaz de avalar la actitud de los cuerpos de seguridad marroquíes, los cuales violan, de manera sistemática, los Derechos Humanos cuando se trata de personas migrantes del África negra? Esto no me lo invento yo, asociaciones marroquíes a favor de los DH denunciaron en 2018 ante tribunales internacionales las prácticas de estos mismos cuerpos de seguridad, que desplazan a personas subsaharianas a zonas remotas del desierto entre la frontera de Marruecos y Argelia, dejándolas abandonadas a su suerte. Y según parece, este ha sido de nuevo el destino de algunos de los detenidos en el último acontecimiento ocurrido en Melilla. ‘Vergogna’. Señor Sánchez, ¿cómo puede hablar en esos términos de los cuerpos de seguridad de Marruecos? Los mismos que hace un año abrían las puertas de la frontera provocando la entrada masiva de ciudadanos marroquíes a Ceuta.’ Vergogna’.
A ambos lado de la frontera en Ceuta y Melilla, tanto por parte de Marruecos como de España, el ejercicio de la violencia es una práctica habitual. No nos olvidemos de los acontecimientos de Tarajal, perpetrados por nuestros cuerpos de seguridad del estado, lo cuales se suponen que trabajan bajo el amparo del Derecho Internacional y los Derechos Humanos, y aún así pasa lo que pasa; pues ni siquiera hace falta argumentar mucho más sobre lo que las autoridades marroquíes pueden realizar cuando ni siquiera actúan bajo el paraguas de los derechos más básicos y elementales.
España y Europa poseen diferentes mecanismos jurídicos para resolver una situación de este tipo sin tener que recurrir a un acto de violencia tan extremo. Lo primero, atender a personas heridas y con necesidades urgentes. Luego establecer los mecanismos legales necesarios para que las personas susceptibles de acogida puedan solicitarlo. Y en el caso de no resolverse los expedientes de acogida, poner en marcha mecanismos de expulsión. Lo que no se puede hacer desde países con democracias consolidadas y que suelen dar lecciones de ética al resto, es poner en manos de terceros sus políticas y responsabilidades migratorias, desentendiéndose por completo de las consecuencias.
En el sentido de lo expuesto anteriormente, remarcar el grado de implicación que en todo esto tiene Europa y España. Es evidente. Toda la estrategia del gobierno español respecto a los circunloquios sobre la nueva visión para restablecer una autonomía en el Sahara Occidental tal y como quiere Marruecos responde a un acuerdo en el que España-Europa cede ante la presión marroquí; y Marruecos, por su parte, realiza el trabajo sucio ante la presión migratoria subsahariana. Este es el plan a grandes rasgos. En este momento a Europa le basta con la entrada de migrantes procedentes de Ucrania, que además son de piel blanca y suelen tener unos bonitos ojos azules. ‘Vergogna’.
Según diferentes medios, la mayoría de migrantes que intentaron cruzar a territorio europeo de Melilla proceden de Chad, Sudán, Sudán del Sur y Eritrea. Tres países que destacan por su bienestar, por una continua estabilidad y paz política, por abundantes cosechas y una economía solida y consistente. Todo lo contrario de lo que sufren los ciudadanos ucranianos, los cuales privados de seguridad a causa de la guerra sí tienen que ser acogidos en Europa.
La palabra ‘vergogna’ queda corta, habría que incluir alguna más: hipocresía y supremacismo blanco.