La Historia nos habla de los vencedores, de los que andan por caminos de laureles, de los que triunfan y consiguen el éxito, la fama y el prestigio.
Hay otra Historia, la de los vencidos. La vida les depara una derrota y su recuerdo será solapado en la memoria pues su lucha se entiende como un fracaso anunciado.
Este verano conocí a la asociación ELA (personas con esclerosis lateral amiotrófica). Esta enfermedad, cuyas causas y remedios se desconocen, produce una parálisis muscular progresiva. La ciencia no ha encontrado nada que pueda evitar la muerte. En esa asociación he oído hablar de esperanza, de animarse unos a otros, de reivindicar su espacio en la sociedad, de la dignidad, de proyectos para seguir juntos, de no rendirse. Su filosofía no es el tirar la toalla ni descartar cualquier idea que los haga más fuertes, más reivindicativos para que los gobiernos inviertan en proyectos de investigación y enfrentarse a un enemigo desconocido.
Son vencedores en una carrera de postas y la misión es seguir adelante. No vale entregarse sino unirse como eslabones de una cadena.
Las madres de Mayo fueron mujeres argentinas que le plantaron cara a la dictadura militar. Sus hijos habían desaparecido durante el Golpe de Estado; los militares asesinaron a sus hijos, los torturaron, los desaparecieron, les robaron a bebés.
Muchas de esas mujeres fueron detenidas y amenazadas.
Decidieron manifestarse en la Plaza de Mayo. La policía las obligó a circular porque no podían quedarse allí reunidas manifestándose. Entonces, tomadas de los brazos, comenzaron a dar vueltas alrededor de la Pirámide de Mayo, originando así la primera ronda de muchas otras que se sucederían, jueves a jueves, a lo largo de todos estos años de lucha, una lucha que no cesa, gobiernos tras gobiernos, logrando el reconocimiento internacional.
La mayoría nunca recuperó a sus familiares. De alguna manera, ellos siguen vivos en los gritos, en las pancartas, en los pasquines porque las luchas que se pierden son las que se abandonan.
Muchísimos presos de los campos de concentración Nazis pensaron que debían diseñar estrategias. Bajar los brazos, desistir era impensable. Miles desaparecieron en el genocidio pero los que sobrevivieron enarbolaron la victoria frente a la barbarie.
Pau Donés, el cantante del grupo ‘Jarabe de Palo’, en estado terminal, escribió una de las canciones más bellas de los últimos años. Se la dedicó a su hija. Pau venció a las circunstancias.
“Por todo lo que recibí
Estar aquí vale la pena
Gracias a ti seguí
remando contra la marea”.
Hay un “Venceréis pero no convenceréis”. Un impulso de solidaridad que nos humaniza como seres humanos. En las derrotas puntuales está el triunfo colectivo porque como decía Walter Benjamin: solo de aquellos sin esperanza, nos es dada la esperanza.
Ya lo dicen los mineros asturianos:
“En la mina no se queda nadie”.
Ojalá la juventud le hable a la derrota de tú a tú. Tal vez en ella se forje el futuro.
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