Estos días han estado llenos de recuerdos, de vivencias pasadas relacionadas con acontecimientos de los que se han cumplido veinte años. En primer lugar, la liberación de Ortega Lara, el funcionario de Prisiones que la ETA tuvo encerrado, durante más de diecisiete meses, en el zulo más inhumano. Fue un Guardia Civil quien, cuando ya se iba a retirar la fuerza que había estado registrando aquella nave industrial sin lograr nada, el que se dio cuenta de que un anclaje de una de las dos máquinas gemelas existentes en dicha nave era distinto de los demás, lo que provocó la reanudación de la búsqueda coronada con el éxito. Aquel casi muerto en vida, cuando vio llegar a su salvador, creyó que era uno de los secuestradores y le pidió que lo matasen de una vez.
Conocí la noticia de la liberación de Ortega Lara estando en Madrid por mis obligaciones como senador. Todo fue entonces júbilo, una alegría destrozada solamente unos días más tarde -hoy hace exactamente veinte años-, cuando se conoció la triste suerte corrida por aquel joven llamado Miguel Ángel Blanco, concejal del PP en el ayuntamiento de Ermua, un pueblo de Vizcaya que desde entonces pasó a ser un símbolo, que fue asesinado por ETA tras dos terribles días de secuestro bajo la amenaza de que le darían muerte si en ese plazo no se trasladaban todos los presos etarras al País Vasco.
Esa tarde me encontraba en la sede que tuvo el PP ceutí en Real 90, y al conocer la noticia del hallazgo del cuerpo telefoneé a mi mujer para comunicársela. Recuerdo, como si fuese ayer, la emoción que sentí al referirme en esa conversación a la difícil tesitura en que se había puesto al gobierno que presidía Aznar y a la necesaria, aunque tremendamente dolorosa, inflexible postura del mismo. No se podía acceder de ningún modo a las exigencias de ETA, a sabiendas de que en ello iba la vida de un inocente. Así lo había comprendido hasta la propia familia del secuestrado. Unos minutos más tarde, se supo que Miguel Ángel Blanco vivía, a pesar de los dos tiros que había recibido en la nuca, pero la ilusión duró muy poco. Aquel joven, lleno de vida, que tocaba la batería en un conjunto aficionado, fue la enésima víctima del terrorismo independentista vasco.
Este último suceso provocó un increíble, por lo multitudinaria, reacción ciudadana en toda España. Salieron a manifestarse millones de ciudadanos, con las palmas de las manos pintadas de blanco, pidiendo, primero, la liberación de Miguel Ángel, y después, tras su asesinato, el final de ETA. Esa reacción inmensa es conocida como “el espíritu de Ermua”, porque allí la inició toda su población. Tan grande resultó su impulso, que algún antiguo dirigente de dicha organización terrorista ha reconocido que les hizo meditar sobre la posibilidad –hecha realidad después- de abandonar las armas y pasar a la confrontación partidista. En eso, los españoles de corazón marcaron un importante tanto. Sería muy conveniente –hasta necesario- que los jóvenes de ahora adquiriesen conciencia de lo que supuso el terror etarra y de la victoria que, a la larga, consiguió la unidad de todos los buenos españoles.
Resulta preciso, pues, reconocer que aquel año 1997, con la liberación de Ortega Lara, el asesinato de Miguel Ángel Blanco y la enorme marea ciudadana, marcó un importante hito en la reciente historia de España, que no debe caer en l olvido.
Queda, finalmente, hacer una referencia muy especial a la noticia relacionada otro hito que, en este caso, corresponde a la historia de nuestra ciudad. Este año 2017 hace seis siglos –seiscientos años nada menos- de la creación de la diócesis de Ceuta. En 1417, con la correspondiente bula papal, se constituyó nuestra diócesis, la septense (del latín “Septa” –Ceuta-), cuyo primer Obispo fue Fray Aymaro de Aurillac, canonizado después como San Amaro. Con motivo de esta efeméride, coincidente con los setecientos cincuenta años del traslado de la sede obispal de Medina Sidonia a Cádiz, Monseñor Zornoza Boy, nuestro actual Obispo, anunció el pasado jueves que S.S. el Papa Francisco ha decretado un año santo jubilar en ambos obispados, que tendrá su inicio en el día 14 del próximo mes de septiembre.
Hace, pues, nada menos que seis siglos desde la creación de la diócesis ceutí, que llegó a ser la Primada de África Otra de las fundamentales consecuencias de la presencia portuguesa en esta tierra, de una más que heroica presencia que nos ha legado desde el Pendón de la Ciudad, hasta su escudo y su bandera, sin olvidar la imagen de nuestra Patrona, la Virgen de África, “asaz devota”, como dice la carta con la que, en el año 1421, nos la envió el infante Enrique de Portugal, conocido como “El Navegante”. Y por añadidura, igualmente, el Foso Real y las Murallas Reales ¿También tendríamos que repudiar y borrar de nuestra memoria todos estos inequívocos símbolos de uno de los más significativos, trascendentes y, a la vez, bello capítulo de la historia de Ceuta?
No quisiera ni pensarlo, pero…
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