Opinión

Utopía, un futuro conjugado en presente

  • “Lamentablemente no faltan los ejemplos de quienes pagaron con su vida, o con brutales represalias, la osadía de ir por delante de su tiempo. Aquí, algunas muestras”

La Historia está plagada, fruto de mentes librepensadoras, de grandes ideas cargadas de sentido común, conceptos revolucionarios o cambios innovadores cuyas bondades y/o aciertos siempre fueron alabados… con un siglo, al menos, de retraso.

Lamentablemente, no faltan ejemplos de quienes pagaron con su vida, o con brutales represalias, la osadía de ir por delante de su tiempo. Aquí, algunas muestras.

El defensor de que la tierra giraba alrededor del sol y del famoso y controvertido “y sin embargo, se mueve”, Galileo Galilei, tuvo que abjurar, ante un tribunal de la Santa Inquisición, de sus descubrimientos en astronomía para evitar el tormento y una muerte cruel.

Por su parte, el español Miguel Servet (padre de grandes descubrimientos sobre la circulación pulmonar) acabó en la hoguera por atreverse a pensar contracorriente.

Y qué decir de aquellas filósofas y pensadoras de los albores del siglo XVIII que, con decenios de antelación, dieron Luz a la Revolución Francesa, a la separación de poderes y al final del absolutismo real, pero que acabaron encerradas de por vida en oscuras mazmorras.

Más cercana en el tiempo se encuentra Louise Michel, luchadora feminista francesa, creadora de escuelas con ideales republicanos basadas en los principios de Libertad, Igualdad y Fraternidad. Fue deportada a Nueva Caledonia por su incesante defensa de los derechos de la Mujer y su lucha en la Comuna de París. Cuando logró volver del infierno que casi le cuesta la vida, continuó reivindicando, con más fuerza aún, la idea de que debía desaparecer la desigualdad entre mujeres y hombres.

Los llamados “mártires de Chicago” fueron ajusticiados por el estado norteamericano tras una serie de huelgas masivamente seguidas por los trabajadores, que pedían, el 1 de mayo de 1886, algo impensable en la época: una jornada de trabajo de 8 horas. Aquellos 8 anarquistas, cuya lucha y memoria honramos sin saberlo cada 1º de mayo, murieron asesinados (más tarde se probaría que nada tenían que ver con los cargos con que se les imputó) para que hoy tengamos un tiempo de trabajo adecuado. Casi nada.

Tampoco es posible olvidar a Francisco Ferrer i Guardia. El pedagogo libertario y librepensador, fundador de la Escuela Racionalista, puso en peligro el monopolio de la Iglesia en materia de Educación con sus medievales y represores métodos. Fue falsamente acusado de ser el instigador de la Semana Trágica de Barcelona y fusilado el 13 de octubre de 1909 en el castillo de Montjuic. La pretensión era clara: atajar de raíz las intenciones de educar a las niñas con el sentido crítico como rumbo, sin dogmas y con la investigación como método.

Hace poco menos de cien años que, en el IV Congreso Confederal de la CNT, en mayo de 1936, se abordaron temas considerados cruciales hoy en día como la ecología o el desarrollo sostenible, conceptos que se vieron reflejados meses más tarde en las colectivizaciones y socializaciones que se llevaron a cabo en Cataluña, Aragón, Valencia, Castilla o Andalucía. Muchas de las que las hicieron posible demostrando su viabilidad se dejaron la vida en ello.

Lo absurdo de todo esto es que, cien años después, todo aquello que fue condenado, represaliado, repudiado o anatematizado, se ha ido transformando en una parte normal, y hasta banal, de nuestras vidas.

Para todas nosotras resultan ya evidentes la teoría heliocéntrica de Galileo, el sistema circulatorio expuesto por Servet, el irrenunciable principio de la Democracia, los pensamientos feministas de Louise Michel y, colmo de los colmos, hasta el asesinado Ferrer i Guardia forma parte de los temas a estudiar en las facultades de Educación. Para rematar la faena, señalar que la multinacional suiza Nestlé, nada sospechosa de defender planteamientos revolucionarios, emitió un informe al final de la mal llamada guerra civil en el que ponía de relieve el alto grado de sofisticación e innovación que aquellas locas utópicas habían alcanzado en la industria de la leche socializada de Barcelona. Lo irrealizable había sido realidad, lo niegue ahora quien lo niegue.

Obviamente, los ejemplos se amontonan unos encima de otros, atropellándose incluso de forma indecente, evidenciando que no existe mayor pecado (hasta mortal) que el de tener razón antes de tiempo.

Incrustados en su ADN, la Utopía tiene unos signos inequívocos: es sistemáticamente denostada, vilipendiada, deportada, encadenada, ridiculizada, asesinada o repudiada, pero siempre se arropa en el librepensamiento para avanzar unos cambios que se materializarán, eso sí, como mínimo, un siglo después.

Pero la gran paradoja estriba en que las mismas que ahora entienden como básico el voto femenino, que defienden que la tierra no debe ser contaminada, afirman que las pensiones son irrenunciables, que las vacaciones son un derecho innegociable, que las 8 horas de trabajo son algo normal o que servicios como la educación o la sanidad deben ser de calidad, gratuitos y al alcance de cualquier ciudadana, son las mismas que hace una centuria habrían tildado de locas a quienes defendiesen esos mismos principios.

Bueno será, pues, recordar que tanto en tiempos pretéritos como en la actualidad, hay mujeres que tienen la osadía de nadar contracorriente demostrando que el librepensamiento, además de ser el enemigo evidente de los dogmas y del Poder, es el vehículo natural de la Utopía que hace avanzar pueblos y civilizaciones.

Quizás le parezca fútil recordarlo, pero es precisamente gracias a esa Utopía que hoy, usted y yo, podemos expresarnos en libertad y no recibimos latigazos mientras trabajamos.

Usted, como siempre, sabrá lo que más le conviene, pero cuando le dé por despreciar ideas avanzadas por su hipotética imposibilidad de ser llevadas a la práctica porque se atreven a enfrentarse al orden establecido, tenga en cuenta que un día hubo mujeres que lucharon para que ahora pueda disfrutar de los privilegios de los que goza.

Eso sí, recuerde que todo aquello que no defienda con uñas y dientes se acabará perdiendo. Si renuncia a pelear por lo que es suyo y se lo acaban arrancando –y a las lamentables evidencias hay que remitirse- no tilde despectivamente de utópicas a aquellas que, con capacidad, arrestos e inteligencia se atreven a cambiar el mundo… aunque sea con 100 años de adelanto.

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