Se llama Cristina Castro Rodríguez, es de Ceuta, tiene 52 años y lleva prácticamente uno luchando contra una leucemia aguda. El quirófano es su principal esperanza. Solo cabe un trasplante inminente pero, tras buscar en el Registro Internacional de Donantes de Médula, no se logra ningún donante compatible. Con tono calmado, pero masticando el dolor en cada palabra Ana, su hermana, relata a El Faro la situación y urge a que los ceutíes, en un acto de solidaridad, acudan al hospital para intentar que así alguna persona anónima se convierta en el milagro que están necesitando.
“Se supone que yo, por ser su hermana, debería ser la más compatible pero solo tengo un 50% de compatibilidad que es lo mismo que nada. El siguiente en la lista son los hijos varones pero el único que tiene también es solo un 50% compatible. De ahí se ha buscado en el banco de donantes a nivel local, nacional e internacional. Y nada. No hay nadie ni 100% ni 90% compatible. Ahora están buscando a alguien al menos 80% compatible, es la última opción porque menos de un 80% ya implica demasiado riesgo”, relata Ana.
Su hermana está ahora mismo ingresada y aislada junto a su marido, que siempre le acompañaba, en el Hospital de Cádiz. Y, precisamente este viernes, los médicos le han dicho que “las últimas sesiones de quimioterapia no han dado resultado, que la enfermedad está imparable y que ahora van a intentar limpiarla con un tratamiento experimental”. Solo “estando limpia” podría afrontar el transplante de médula ósea. Todo ello, claro, si se logra el donante que ahora mismo todavía no existe.
“Van a actuar urgentemente con el tratamiento para poder operarla lo antes posible, pero tiene que aparecer el donante”, cuenta Ana.
Lo más rápido (y celeridad es lo que más se necesita) es acudir personalmente al hospital de Ceuta y, ahí, manifestar el deseo de hacerse donante de médula. “Les harán una analítica sencilla, como las de toda la vida, y luego en Jerez el equipo que se encarga de cotejar la sangre verá si existen esos altos niveles de compatibilidad que necesitamos”, explica la hermana de la afectada. Si, ojalá, alguien aparece ya se iniciaría todo el proceso de donación que permitirá salvar la vida de Cristina.
La historia de Cristina y la leucemia empezó hace aproximadamente un año cuando tanto ella, su marido y los hijos que vivían todavía en casa, dos de los cuatro que tiene, se contagiaron de covid. Al inicio parecía un catarro, pero cuando todos los demás se estaban recuperando, la situación de Cristina se agravó. “Estuvo casi un mes en la unidad de críticos”, cuenta Ana, “allí una de sus hijas que es médico en el hospital la fue vigilando y haciéndose cargo, pero cuando parecía que sus pulmones respondían y se recuperaba los médicos empezaron a ver parámetros en sus análisis que no eran normales”.
La falta de una unidad de hematología no permitía conocer bien cuál era su diagnóstico, pero los leucocitos estaban disparados. “Así, de un momento a otro, la evacuaron a Cádiz y ahí se supo que tenía leucemia y que por eso el coronavirus la había tenido así”, explica, “ella con la fortaleza que tiene había estado luchando contra dos enfermedades a la vez, y sin saberlo”.
Y desde aquel momento la vida de toda la familia ha cambiado y se ha regido por los ciclos de quimioterapia y los momentos en que, al “estar limpia”, Cristina regresa a casa para tratar de retomar su vida habitual. Una vida a la que todavía le quedan muchos capítulos por escribir. Ojalá se obre, muy pronto, el esperado milagro: la aparición de su donante.
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