Unos ecologistas radicales y exaltados

Sabemos que desde los círculos más carcas y casposos de la derechona e izquierdona de nuestra ciudad nos consideran unos exaltados ecologistas, desconsiderados y posiblemente muchas cosas más que, por fortuna, desconocemos pues el exceso de información es claramente perjudicial. Ciertamente, nuestra postura podría estar muy radicalizada y a la par justificada en muchos temas. Desde la racionalidad, sin embargo, ya hemos argumentado que aspiramos a practicar un ecologismo que, si bien no consigue conectar con la gran mayoría de la población, al menos no provoque un rechazo generalizado por falta de contextualización a las mentalidades ceutíes. Lo que les parece radical, sin embargo, es nuestro más absoluto rechazo a tragar con ruedas de molino y acatar un orden que solo está establecido en cerebros muy obcecados.
El resto es simple y llano provincianismo caciquil, reminiscencias que hacen suspirar a algunos militarotes (que no militares) y allegados por el pasado reciente y por la manipulación de la historia y prácticamente de todo lo demás. Están tocados en sus actitudes de prepotencia y también en algunos de delirios de grandeza, muchos son maltratadores físicos o psicológicos. Son grandes egoístas sociales pues tratan de fagocitar y someter a los demás. De egoísmo tenemos nuestra dosis bien inoculada biológicamente, como herederos del linaje mamífero y simio que somos, pero queremos pensar que, en ningún caso, está reñida con la empatía y la consideración a los demás que son marcas genuinas de nuestra evolución sociocultural y nuestra expansión geográfica en muchos ecosistemas de la biosfera. Es más, el egoísmo apropiado nos protege del aprovechamiento ajeno y de los abusos, de los carotas, los vagos y de las consecuencias sociales perniciosas que se derivan de todo lo comentado.
Para todos estos radicales de sus propias psicosis, sean de la izquierdona o de la derechona, (que no representan a ningún partido político concreto sino a conciudadanos que pueden o no estar asociados a un determinado partido político pero que pululan como una epidemia por la marinera ciudad), el sometimiento del otro a su fe es fundamental, mostrando una ignorancia enciclopédica (como refería Josep Plá hacia sus alumnos universitarios al principio del curso según el profesor Jordi Jovet) sobre la evolución cultural de nuestra especie durante la mayor parte de nuestra andadura en el planeta, de lo contrario habrían asimilado que la rebeldía es un síntoma moral de la especie humana. Damos por sentado que no han leído a Frans de Waal (ni falta que les hace ya que solo habla de mamíferos, monos y hombres ¡¡como si fueran animales comparables!!), ni al más rectilíneo Mosterín (que también tiene un “jumillo” darwinista que exalta a los más fanáticos de la religión), ni por supuesto a Kropotkin (que es ya muy antiguo, de noble cuna y que se mudó a Inglaterra, sospechoso para la izquierdona, y encima ruso, ni hablar de él para la derechona) y estamos muy seguros que solo conocen a Darwin por los manipuladores y voceros de sus trabajos, pero no por la lectura ardua de la más conocida de sus obras en la que esboza su concepto evolutivo. De hecho, con dos conceptos mal hilados un astuto manipulador y sus secuaces puede hacer mucho daño en el corpus social; así como los comunistas rusos (en especial bajo el mandato de Stalin) hicieron con su brutal aplicación del conductismo para crear máquinas humanas o los capitalistas anglosajones manipulando la teoría de la evolución e ignorando el discurso completo de A. Smith extendieron la idea de que el hombre es un ser individualista que solo persigue el éxito de los mejores.
Definitivamente, esto de la derechona e izquierdona me recuerda mucho a la tonta división que se da en nuestro país en relación al futbol; muchas veces uno se deja seducir como hincha de uno u otro de los dos grandes equipos por simple cuestión familiar o incluso por una interpretación rocambolesca sobre la política o por estar en contra o a favor de una determinada nacionalidad, es decir sin consistencia, pero con notables dosis de exaltación. Pero, a pesar de todo lo comentado, en estos grupos de fanáticos futboleros o de cierta ideología política subyace una pertenencia al clan, tribu, grupo social, etc., y en el fondo se celebra la empatía y las necesarias relaciones sociales entre los miembros de la comunidad. Los nazis, por citar un ejemplo extremo, eran muy empáticos entre ellos.
Puede que parezca que nos hemos ido por las ramas, pero lo comentado con anterioridad está relacionado con la falta de reacción ante el desastroso estado de la política ambiental en Ceuta hoy en día. La tradición heredada culturalmente de la dictadura remozó la mentalidad caciquil: el sometimiento a cierto orden establecido del que no conviene discrepar, y si no la consecuencia es el postergamiento provinciano oficioso. Hay mecanismos paliativos que nos permiten sobrevivir, mediáticamente hablando, pero siempre depende de voluntades periodísticas de altura o de puros intereses comerciales. Para un cristiano militante sería fácil identificar el origen de los problemas con pecados capitales como la envidia y la soberbia, que son los venenos que más corroen el espíritu de los mediocres, y puede que esto sea lo que abunde en el poder de nuestra ciudad autónoma y en la sombra del citado poder. Todo empeora estrepitosamente cuando el actual responsable del cargo ambiental tiene una personalidad algo caótica y una preparación insuficiente para el desarrollo de estas funciones. Un operativo viceconsejero para muchos cometidos, hemos dicho hasta la saciedad que ha demostrado ser, pero no una mente para dirigir y coordinar la compleja cuestión ambiental en Ceuta; siempre enfrascado en eternos problemas burocráticos, no ha sido capaz de desarrollar administrativamente ni uno de los proyectos propuestos por él mismo o por nosotros.
A día de hoy tememos que está a punto de hacer naufragar el convenio de colaboración para los asuntos de tetrápodos marinos. De momento, todos los asuntos que preparamos con los dos anteriores responsables del área ambiental siguen pendientes; de hecho la situación ambiental se parece mucho a un estado estacionario en el que el tiempo se hubiera detenido. Es posible que estemos siendo algo injustos porque sabemos muy bien las dificultades que ha tenido el actual responsable político con algunos funcionarios de la consejería, pero estos siempre han existido y él no ha sabido resolverlos. Por recordar algunos asuntos que nos gustaría retomar una vez que se arregle el problema de la consejería, están la Agenda 21, el plan de residuos, la movilidad, el ciclo del agua, la dependencia energética, la ordenación de los espacios naturales, los planes de reforestación y prácticamente todo lo demás en relación a la cuestión ambiental. Esta dejadez, junto con el cambio de rumbo de la consejería de medioambiente, con respecto a los proyectos, programas y acuerdos establecidos (desde Carolina Pérez hasta Yolanda Bel o Guillermo Martínez) solo puede perjudicar a nuestra ciudad pues da la sensación de una parálisis absoluta, cuando no de un retroceso de la gestión ambiental.  
Tal y como funciona la Unión Europea, cualquier día la ciudad se desayuna con un problemón por haber abandonado estas políticas de mayor consenso y cooperación con las asociaciones ecologistas. Nosotros lejos de alegrarnos por los futuros reveses los sufriremos, pues nos importa nuestra ciudad a pesar de que tengamos posiciones muy diferentes en relación a la sostenibilidad y al modelo de ciudad.