Categorías: Sucesos y Seguridad

Unos disturbios más que previsibles

El 11 de octubre de 1995 hace tiempo ya que pasó a la Historia. Veinte años después, algunas de las personas que en ese momento ocupaban responsabilidades institucionales o políticas en la ciudad lo recuerdan como el día en el que todo cambió, en el que todo giró 180 grados y en el que el fenómeno de la inmigración, hasta entonces absolutamente desconocido en Ceuta, se reveló como un auténtico problema en una ciudad en la que no existía aún ni la infraestructura más básica para atender a los cientos de subsaharianos que ya se iban acumulando en el degradado entorno que conformaban las Murallas Reales.
Pero se veía venir. “Eso iba a estallar antes o después. Todos los sabíamos. Estaba cantado”, explica a El Faro el entonces presidente de la Ciudad, Basilio Fernández.“Hubo mucha falta de previsión”, apunta por su parte María del Mar Caballero, jefa del gabinete de la Delegación del Gobierno que dirigía Carmen Cerdeira. También aventuraba que algo iba a ocurrir Juan Luis Aróstegui, director del instituto Puertas del Campo, separado apenas una decena de metros del Ángulo, donde según las estimaciones de la época se agolpaban más de dos centenares de inmigrantes subsaharianos, a los que no se prestaba ningún tipo de asistencia social o humanitaria por parte de las administraciones.
Cuando el motín estalló, tanto el presidente de la Ciudad como la delegada del Gobierno se encontraban fuera de Ceuta, asistiendo en Sevilla a los actos conmemorativos del Día de la Hispanidad y al día siguiente tenían recepción con los Reyes en Madrid. Basilio Fernández recuerda como alguien de su gabinete se acercó a la delegada del Gobierno para, discretamente, anunciarle la revuelta que estaba sucediendo en Ceuta. A los pocos minutos él también fue convocado a una reunión improvisada en la que se encontraba la secretaria de Estado de Interior, Margarita Robles. “Carmen regresó en el helicóptero que Interior puso a su disposición y yo, que había viajado en coche oficial, volví inmediatamente para Ceuta. Cuando podía contactaba con Rafael Montero –presidente accidental- que me iba contando como evolucionaba una situación que pintaba muy mal”.
En el Ayuntamiento, Rafael Montero, vicepresidente de la Ciudad,  recuerda los altercados “como si hubieran sido ayer”. “Recibí la notificación de la Policía Local de que algo ocurría en las Murallas Reales y que había un sector de la población inmigrante que se había amotinado y habían enfrentamientos con la población”. Los disturbios desembocaron en disparos, cuyo origen sigue siendo  todavía hoy un misterio. “Hubo un momento muy crítico cuando el policía (Antonio Arrebola) cayó herido de gravedad y aquello fue lo que terminó con una revuelta aún mayor”.  Había inmigrantes que se habían atrincherado en las Murallas, que habían colocado barricadas y que lanzaban piedras a los vehículos que circulaban y cientos de ceutíes que se enfrentaban a ellos devolviéndoles las piedras que antes les habían arrojado.
Mientras todo eso ocurría, al otro lado del Estrecho las primeras autoridades viajaban de vuelta apresuradamente. Y es que en Ceuta la situación se iba agravando por minutos. “A nosotros nos preocupaba sobre todo cerrar el centro y evacuar a todos los alumnos –unos 400 – , porque empezamos a oler a humo y había declarado un incendio en el interior del Ángulo” recuerda Juan Luis Aróstegui, director del instituto Puertas del Campo. En su retina tiene imágenes que nunca olvidará cuando salió del edificio: “El momento era especialmente dramático porque había ciudadanos pegando verdaderas palizas a los inmigrantes, personas que apaleaban a los inmigrantes conforme iban saliendo” .
Aróstegui recuerda una relación estrecha entre los subsaharianos que malvivían en las Murallas y la comunidad educativa del centro. “Nosotros en aquella época en el instituto impartíamos clases de español a los inmigrantes. Había profesores que por las tardes abríamos las aulas y les ofrecíamos suministros básicos como llenarles garrafas de agua o prestarles colchonetas que ya no utilizábamos en el gimnasio. Había una relación fluida con el colectivo y nunca habíamos tenido el más mínimo problema”.
En 1995 la inmigración era un fenómeno absolutamente desconocido en una ciudad con gravísimos problemas económicos y con una crisis política en ciernes, los sucesos del Ángulo solo contribuyeron a desestabilizar aún más Ceuta. “Comenzamos a tener una notoriedad desconocida entonces. Atendí periodistas de todos los países, hasta de la televisión de Japón”, dice Basilio Fernández, que aún recuerda las fotografías “del caos” con policías “de paisano, con casco y porra arrastrando a los inmigrantes. Era dantesco”. La reacción  de los ceutíes generaba controversia. “En las tertulias de radio y televisión me llegaron a llamar sheriff, no sé aún si con ironía o no”.
El expresidente reflexiona veinte años después de aquellos terribles acontecimientos acerca de la falta de previsión. “Fue un error tremendo no reducir la presión en una ciudad en la que no había absolutamente nada para atender a cientos de personas salidas de la nada. Y sí hubo mucha tensión institucional a posteriori. Era todo un desastre”.
Las discusiones y el enfrentamiento entre la Ciudad y el Gobierno central llegó a cotas inimaginables. “A Margarita Robles le llegué a decir si no los sacas de aquí lo hago yo. Fleto autocares y los dejo en la península, que es donde querían estar”.
El origen de estos graves disturbios, los únicos en los que ha habido un enfrentamiento directo entre vecinos e inmigrantes, hay que buscarlo en una “falta de tacto o de sensibilidad”, añade María del Mar Caballero. El perímetro fronterizo con Marruecos era poco más que una cerca que se prolongaba simbólicamente a lo largo del arroyo en el que se estableció la frontera en el Tratado de Wad Ras, firmado en Tetuán en 1860, por el que se aumentaba el área de dominio de Ceuta y sus alrededores, incluyendo todo el territorio que iba desde el mar, pasando por los altos de la Sierra de Bullones, hasta el barranco de Anyera. Fue precisamente a raíz de los sucesos del Ángulo cuando el Ministerio de Interior comenzó a planificar, en la segunda mitad de la década de los 90, lo que hoy se conoce como la valla.
Hasta Ceuta comenzaron a llegar “en menos de dos años” inmigrantes subsaharianos, pero también de otras nacionalidades. Cruzaban la frontera prácticamente sin problemas. Fue precisamente la decisión del Ministerio de Interior de trasladar a la península a  decenas de ciudadanos kurdos la que desencadenó los acontecimientos, al considerar que se  producía un trato de favor. “Se los llevaron  a las 12 de la mañana, en lugar de hacerlo de madrugada como estaba previsto”, recuerda la entonces jefa de Gabinete. A los pocos minutos estallaba el motín del Ángulo.
“Fueron unos días sumamente complicados. Muy intensos, con jornadas interminables. El peor momento que he vivido en política”, añade para reconocer que, con una frontera muy permeable, las autoridades no eran plenamente conscientes  de lo que se estaba produciendo. “Coincidía en el tiempo con la entrada en vigor del Tratado de Schengen, que fue lo que provocó que inmigrantes que hasta entonces salían de Ceuta hacia la península con poca dificultad aparentemente, se quedaran ya bloqueados en Ceuta”.
El Acuerdo de Schengen supuso en la práctica la supresión de los controles en las fronteras interiores entre los países de la UE, que trasladaban los controles a las fronteras exteriores (con países terceros), como las de Ceuta o Melilla. Desde ese momento, los ciudadanos de terceros países que visiten alguno delos estados de Schengen necesitan un pasaporte válido y un visado específico. “Fue un proceso lento, al principio no nos dimos ni cuenta.No lo notábamos apenas, hasta que empezamos un día a ver por la calle a ciudadanos de países africanos, que fueron acumulándose poco a poco sin que pudiéramos darle una asistencia regulada. No teníamos infraestructuras de ningún tipo, ni previsiones por parte de Interior, Extranjería o Asuntos Sociales”.
María del Mar Caballero cree que si sirvió para algo al menos fue para que los Servicios Centrales en Madrid se percataran de lo que se avecinaba “y se tomara conciencia del problema tan grave que nos venía encima, una situación absolutamente desconocida hasta ese momento”.
También se queja Aróstegui de la falta de” compromiso” del Gobierno socialista de la época. “Se comportó con mucha más dureza que el PP. Eran años además en los que había un estado general de la opinión pública contra la inmigración feroz y eso explicó esa reacción furibunda de un sector de la población. Afortunadamente veinte años después la ciudad ha cambiado radicalmente, aunque todavía persisten sectores que son muy racistas”, asegura. “Afortunadamente ha habido un cambio absoluto de mentalidad y los ceutíes entienden hoy a la perfección que estos chavales tienen que ser atendidos,  o que los menores marroquíes tienen que ir a los colegios. Entonces solo se perseguía su expulsión. Ahora todos entienden que Ceuta necesita un centro de acogida como el que tiene. Hace veinte años solo lo defendíamos unos pocos”. Ceuta, una ciudad que estaba al borde del abismo en 1995, un año crítico en la ciudad El ambiente en Ceuta hace veinte años era terriblemente “asfixiante”, recuerda Aróstegui, que en ese momento también ocupaba un escaño, por el PSPC, en el salón de plenos de la Asamblea. Coinciden en la misma apreciación quienes entonces llevaban las riendas de la Ciudad, Basilio Fernández y Rafael Montero. “No teníamos un duro, literalmente”, explica el expresidente ceutí. “Teníamos todos los aranceles recurridos, el Ayuntamiento no ingresaba dinero y teníamos una sequía tremenda que nos obligaba a alquilar un barco carísimo para traer agua desde Huelva. Nos plantamos en Madrid, en un organismo dependiente de Administraciones Públicas, porque es que hubo un momento en el que no teníamos agua más que para una semana”, rememora.
“La situación era muy crítica en todos los frentes”, añade Montero. En ese panorama, un fenómeno emergente como era el de la inmigración solo contribuía a desestabilizarlo todo. “Quizás con más medios podíamos haber hecho más como institución, pero es que no teníamos ni para nosotros, ni para soportar los costes de la institución”. No opina lo mismo Aróstegui, quien recriminó entonces al Gobierno local que no quisiera apoyar la propuesta que su partido llevó al Pleno para dotar a Ceuta con un CETI. “Esa iniciativa solo recibió dos votos, el de Ramón (Del Valle Inclán) y el mío propio. Se pensaba que disponer aquí de unas instalaciones de acogida lo que iba a propiciar es un efecto llamada. Menos mal que veinte años después la opinión de los ceutíes ha cambiado y mucho”. Juan Luis Aróstegui - Exdirector ‘Puertas del Campo’ “Había ciudadanos pegándole verdaderas palizas a los inmigrantes” Basilio Fernández - Expresidente de la Ciudad “Eso iba a estallar antes o después. Todos lo sabíamos” Rafael Montero - Exvicepresidente “Cuando se supo que había un policía grave se desbordó todo” Mª del Mar Caballero - Exjefa de Gabinete de Delegación “Si sirvió para algo fue para que Madrid se concienciara de un problema grave” Texto: Rocío Abad / Imagen: archivo Faro (Quino)

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