En definitiva, ¿la existencia humana depende de la política o del carácter humanitario de ambas?. A pesar de que no sean fáciles ni las circunstancias ni el destino de dos pueblos, el hebreo y el palestino. Circunstancias donde se vulnera el artículo 33 del Cuarto Convenio de Ginebra, que prohíbe los castigos colectivos y cualquier medida de intimidación o de terrorismo, estableciendo que “ninguna persona protegida puede ser castigada por un delito que no haya cometido personalmente”.
Un paisaje adverso sobrevenido en la mañana del Sabbat del 7 de octubre, y extendiéndose en la respuesta de Israel a Hamás. Con la nerviosa mirada de los Estados Árabes y en presencia de una progresiva ansiedad internacional. Además, en otro sábado, el 21 del 23, la Cumbre de Paz del Cairo no ha generado acuerdo alguno para acabar en una declaración conjunta. Sí una convergencia en la protección y ayuda a los civiles palestinos, pero el borrador de declaración de Egipto no mencionaba el derecho de Israel a defenderse.
La prioridad de Israel es aniquilar la existencia de Hamas en uno de los territorios palestinos, Gaza. Al mismo tiempo que en Cisjordania, los ciudadanos palestinos se lamentan frustrados, odian y padecen el horror de su pueblo en la Franja. Porque ambos territorios aún distantes entre sí, son un todo indisociable de la realidad palestina. Pero, una realidad que carece de voz única.
En Gaza gobierna de manera independiente el movimiento islamista yihadista Hamás, con profundas raíces religiosas, sociales y políticas en la población. Y en Cisjordania gobierna débilmente la Autoridad Palestina, con sede en Ramallah y con Abu Mazem (Abbas) como presidente desde 2014, sin convocatoria alguna de elecciones.
Independencia en Gaza y debilidad en Cisjordania que se orientan como una división positiva para Netanyahu, primer ministro de Israel durante 13 de los últimos 14 años, y como un aposento para dormirse y dejar a un lado esa opción de dos estados.
Las atrocidades de Hamas, en la fiesta judía, además de una masacre humana, son también la negación de la existencia de Israel, y paradójicamente un fracaso sin precedentes de la seguridad israelí. En una sociedad, sentida por los israelitas en línea con las de occidente. Al igual que se siente que Hamás garantiza un conflicto sin fin.
Estas atrocidades, o el progromo, linchamiento multitudinario contra los judíos, están a flor de piel en los israelitas. Es la historia que han sufrido los judíos desde la destrucción de Judea por los romanos, pasando por el Holocausto, y la sucesión de otros progromos hasta nuestro siglo. Es la historia que han afrontado con resiliencia.
En definitiva, todo un escenario muy espinoso. Donde el rey Abdalá II de Jordania cuestiona el carácter humanitario del que se depende: las vidas de Palestinos e Israelíes tienen el mismo valor; la ley internacional y los derechos humanos no tienen límites de frontera, de raza o de religión.
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